Fco. Xavier Ramírez y sus obras

Quién demonios es... Cristo? Tomo I Parte I

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Parte I
Treinta años de investigación y estudio, y cuatro años de redacción y correcciones, necesitó el Dr. Ramírez para dar vida a este título. En forma novelada, lleva al lector en un recorrido por la azarosa vida de Jesús, analizando todo aquello que se ha hablado -bueno y malo- de El y de la religión. Un fabuloso análisis al alcance de cualquier lector, ameno, ágil y de fácil entendimiento.

A mi abuela, que en gloria esté,

con amoroso recuerdo por su

cariño y sus enseñanzas.

 

A mi padre, adelantado en el último viaje,

por haberme enseñado a querer

a su Hermano Dios y su Lupita.

 

A mi madre, por su eterno apoyo

y la bondad de sus sentimientos.

 

A Norma, mi amada esposa,

como siempre y para siempre,

por su paciencia e inspiración.

 

A todos mis hijos,

mis principales lectores.

 

Al mundo,

con la esperanza de salvación.

 

 

 

 

A MANERA DE

PRESENTACION

 

Los estándares de conducta del ser humano se han visto restringidos ante la presencia de seres todopoderosos, que lo mismo les guían que frenan con cánones que norman esa conducta. Esos seres todopoderosos, los dioses, han sido refutados por seres pensantes como científicos, filósofos y librepensadores. Sin embargo, es indudable que de los cientos de millones de seres humanos que habitan este perecedero planeta, son tan sólo unos cuantos -quizá un pobre 2 o 3 por ciento- los que dudan de la existencia de esos seres todopoderosos, dejando así una duda mayor: ¿Quién tiene la razón, los que creen en un Dios, o los que afirman que son sólo invenciones del hombre mismo?

Esta obra no pretende aclarar las dudas de todos, porque es difícil lograr que todos los seres humanos piensen de la misma manera -lo que sería muy presuntuoso de mi parte-, pero sí desahogar algunas dudas, sobre todo después de encontrarse, a lo largo de la vida, tanto con incongruencias religiosas como con algunos hechos de esos que nos hacen creer que sí existe algo o alguien que, desde muy arriba, está pendiente de nosotros.

Si bien es cierto que el autor profesa la religión católica, esa que en su niñez le dijeron era “apostólica y romana”, también es cierto que reconoce la existencia de muchas otras religiones y las sectas o ramas que de cada una se derivan ante la debilidad humana que, al darse la división entre los hombres, arrastra en su rencor o empecinamiento sus creencias, acomodando la religión a su propia conveniencia, como Lutero mismo que, sin afán de criticarlo de momento, es ejemplo de lo que señalamos.

La diversidad de religiones, sus sectas, y aún nuevas creencias y filosofías brotadas del modernismo, han dado al traste con la credibilidad del hombre que, como el autor, nace y crece bajo normas y cánones de determinada religión, obligándolo a investigar qué tanto de verdad hay en aquello que le enseñaron de pequeño. Algunos lo hacen a fondo y, como se dice por ahí, preguntando llegan a Roma, y logran despejar muchas de sus dudas. Otros, sin embargo, caen fácilmente en un mar de confusión que acrecienta sus dudas y, finalmente, o se resigna a simular que cree, o de plano se convierte en ateo.

En la religión católica, por ejemplo, se habla de dos épocas que dividen notoriamente la vida humana -contenidas en viejo y nuevo testamento- y cuyo parteaguas es precisamente el nacimiento del hijo de Dios: Cristo, que por principio de cuentas lega a la humanidad toda una enseñanza, una creencia que perdura a dos mil años de su arribo a la tierra, destruyendo mitos aun de su propia religión y marcando nuevas reglas; todo esto en una suprapasajera etapa que no llegó a los tres años de vida pública. Un superhombre que en menos de mil días cambió el rumbo de la historia de la humanidad. De ahí nuestra irreverente, pero muy humana y cariñosa pregunta: ¿Quién demonios es Cristo?

 

 

Fco. Xavier Ramírez S.

 

 

 

Carlos se quedó viendo el maravilloso Cristo, casi de tamaño natural, que colgaba sin cruz de la pared principal de la sala. Su padre lo había adquirido, semidestrozado, en un bazar de Pátzcuaro hacía muchos años. Era una obra artesanal, pero bella en lo burdo del tallado. Además, respiraba una tranquilidad fabulosa por sobre todo aquel que visitaba el pequeño departamento.

Le llamaba la atención el cariño que sentía su padre por ese Cristo y por su “Lupita”, una Virgen de Guadalupe de tamaño original que estaba colocada junto al Cristo en el contra-rincón. El, por su parte, no creía mucho en eso de los santos. Cuáles? Cuál Dios?, si ninguno de ellos le ayudaba en sus broncas. Y vaya que estaba metido en broncas!

Desde niño fue rebelde, caprichoso, le molestaba sobremanera que algún otro no hiciese su voluntad. A los cinco años, al salir del Kinder, mandó al diablo a sus hermanos y se fue caminando solo hasta su casa, distante lo menos cinco kilómetros y en cruce con tres grandes avenidas. Y lo hizo sin contratiempos!

Es cierto que antes creía en Dios; sus padres lo bautizaron y, aunque no muy apegados a las normas eclesiásticas, si asistían a misa y cumplían con los principales rituales católicos. Sobre todo su padre. Pero, conforme se acercaba a la adolescencia, algo como que se le metía y le decía que eran puros cuentos eso de Dios. Para empezar, le sacaba de onda que cuando preguntaba por algo que no entendía muy bien, los padres que se hacían cargo de la escuela, sus mentores, sus asesores, sus guías y maestros, siempre le salieran con la misma jalada: “es un misterio de fe”. Carajo, qué no podían dar una méndiga explicación -se decía- o cuando menos hacerle al cuento?. Pero no, según ellos con decir “es un misterio de fe” debía todo mundo quedarse callado y no indagar más.

 

-Qué pasó hijo? Saludó al entrar Ricardo Alvarez Ayala, escritor, periodista y estudioso de costumbres y por costumbre.

-Nada, ya sabes... dándote lata.

-Por qué... te pasa algo?

-No sé...estoy muy descontrolado... todo me saca de onda!

-Carlos... tienes 20 años... estás pasando por lo que pasamos todos, y el que lo niegue... miente! Debes tener paciencia y enfrentar esa desazón con estudio, y no te hablo de la escuela. Cuando tengas una duda, te sientas inquieto por algo, simplemente investiga, estudia, por qué... por qué?! Verás que en cuanto entiendas el porqué de las cosas mucha de esa incertidumbre desaparecerá.

-Pero sobre qué investigo? Si ni siquiera sé qué demonios me pasa, qué no entiendo, qué me falta?.

-Precisamente esa es la incertidumbre. No saber qué es, qué falta, qué no se entiende. Pero el subconsciente es muy sabio... mira, tienes tiempo?

-Si... todo el pinche tiempo del mundo...

-Cálmate... acomódate en el sillón que más te guste, sírvete un refresco y déjame ponerme cómodo a mí también. Veremos que se puede hacer...

 

Mientras Ricardo se perdía en el corredor que daba a su recámara, Carlos entraba en la cocina para sacar unas cocas del refrigerador.

-Carajo -pensaba- yo no entiendo cómo demonios le hace mi jefe. Siempre anda de buenas, dicharachero, relajiento, bueno... también siempre le hecha bronca a los taxistas y los urbaneros, pero de ahí en fuera... como que tiene comprada la vida. Todo le pasa, todo se le resbala, no hay problemas grandes para él. Ni los suyos, ni los de los demás...

Dejó los vasos servidos sobre la mesa de centro y se acomodó en el sillón doble -le chocaba que le llamaran “love seat”- casi al mismo tiempo que Ricardo regresaba.

 

-Listo?

-Listo.

-Bien. Te parece que empecemos por cualquier parte?

-Me da igual...

-Dime lo primero que se te venga a la mente...

-Mmm... Te gusta mucho tu Cristo, verdad?

-Sí, me encanta como obra y por lo que representa.

-Deveras crees en Dios?

-Tú no?

-Francamente...

-Por qué?

-Pues es que... en realidad... a mí no me saca de apuros... si existe, le valgo gorro...

-Y le has pedido que te ayude?

-Bueno, no, pero si se supone que todos somos hijos de Dios él debe saber qué necesito, qué tengo, qué me falta, o no?

-Yo soy tu padre, y si no vienes ahora y me dices que necesitas mi ayuda no hubiese sabido de tu inquietud y desazón.

-Pero tú no eres Dios...

-Cálmate... por eso dicen que al que no habla, Dios no lo oye! Para que te dé alguien algo, debes pedirlo.

-A ti te ha dado algo que le hayas pedido?

-Sí, tantas cosas que hasta he perdido la cuenta... a ti y a tus hermanos... una familia y una vida tranquila...

-Esa te la has ganado...

-Con su ayuda...

-Eres mocho?

-Ja... no, no me considero mocho, pero sí creo y creo firmemente.

-Y cómo te explicas que Sergio, el dueño de las fábricas de textiles y ateo por antonomasia, viva también tan tranquilo y bien, sin creer en Dios?

-Pues aunque ni él ni tú lo crean, Dios es el que le ha dado todo. Claro que él también ha colaborado con su esfuerzo, su trabajo, su dedicación. Es un hombre honrado. Sin hacerlo a propósito, cumple con las primordiales reglas divinas, el amor sobre todo, y por eso es digno de que se le dé.

-Entonces... si según tú cumplen con las reglas divinas, aunque no crean, se salvarán.

-Así es. El cielo es el premio de los justos, no de los pecadores. Y entrarán en él los justos sean o no creyentes, lo mismo que al infierno se irán los pecadores, aún siendo creyentes!

-Y los misterios de la fe?

-Cuáles?

-Huyyy... pues todos... toda la maldita religión es un “misterio de fe”...

-Era... eran, mejor dicho. Las cosas han cambiado, retoman su cauce. Regresamos, poco a poco, a la realidad original.

-Cómo?

-Sí, las normas básicas son divinas, pero la reglamentación y estructura de la iglesia es humana. Debemos recordar, por principio de cuentas, que la iglesia nace y crece enmedio de una cruenta guerra entre judíos y romanos, que se agrava con la persecución cristiana en la misma Roma. Ante esto, surgen los primeros “misterios de fe”, cosas que no podían divulgarse con tanta facilidad, aunque fueran tan simples como por ejemplo la identidad de los integrantes de cierta comunidad religiosa. Los cristianos se reunían en las catacumbas de Roma. Cualquiera con quien hablaban en la calle podía ser un espía el servicio del Cesar, o un soplón. Más tarde, tras la pacificación y el entendimiento, surgen nuevas necesidades políticas que observar para jugar al tú por tú, de igual a igual, con los viejos amos romanos. Ahí empieza a tergiversarse la religión. Algunos cánones se tuercen en la misma medida en que la necesidad obliga. Y a lo largo de dos mil años sigue sucediendo. Lo mismo durante mandatos pastorales de grave riesgo como el de León XIII que enfrentara el salvajismo de Atila, un depredador al que no espantaba ni Dios ni sus misterios, que otros que por sí mismos fueron una lacra para la propia iglesia como el de Alejandro VI, cabeza de los Borgia, que más que un Papa fue un príncipe del renacimiento que hizo víctimas de cruentas guerras a los señores italianos, y cuyos hermanos han pasado a la historia como prototipos de la degeneración: Cesar y Lucrecia. Los misterios de la fe crecen. Llega el momento en que prácticamente todo era un “misterio de fe”, pero más que nada porque, o era muy difícil explicarlo, o era una vergüenza para la iglesia justificarlo.

-Entonces los famosos “misterios de fe” son en realidad movidas chuecas tapadas al paso de los siglos...

-No tanto así, ni todos ellos, pero algo hay de eso...

-Dime una cosa. Por qué es tan difícil para los curas hablar de la religión cuando alguien les cuestiona uno de esos temas prohibidos?

-Puede ser por dos razones. Por temor a que su cuestionador no entienda las cosas como son, o no las quiera entender, porque al final de cuentas no hay más sordo que el que no quiere oír, o bien por ignorancia. Sí, aunque no lo creas, hay curitas que se han quedado en el pasado, cuando a ellos mismos les decían que era “misterio de fe” y no están al tanto de, o no aceptan, los movimientos renovadores de la iglesia.

-Vaya, como quien dice también hay curas ignorantes...

-No, un momento, no son ignorantes. Más bien no están actualizados.

-Pero esos movimientos renovadores que mencionas se dice que son escisiones dentro de la iglesia misma, como lo de Lutero, o lo de la teología de la liberación...

-Yo no puedo asegurar ni una ni otra cosa, pero creo que la iglesia misma, en su afán por desfacer entuertos, es decir, por aclarar esos tapujos y malentendidos, convenientes en su momento, acumulados al paso de los siglos, ha propiciado ella misma esos movimientos con el fin de “calar” las reacciones de los fieles. Suponiendo que eso fuera cierto, cuando hace el primer intento, la reacción encabezada por Lutero es tan dura que se tiene que ver obligada a separarlo de su seno y más adelante sostenerlo y apoyar la nueva rama de la religión para poder mantener en cauce a los miles de seguidores que no aceptaban una renovación. Ya en la época moderna, el movimiento de la Teología de la Liberación, brotado del mismísimo seno del Concilio Vaticano Segundo bien puede ser un nuevo intento renovador y, para colmo, sus resultados me hacen confirmar lo que pienso. Si bien la corriente ha sido rechazada con timidez por la Iglesia, también es cierto que, muy callada y pausadamente se han ido aplicando en la práctica diaria esos cambios. Tan lentamente, que ni la propia grey se da cuenta sino hasta que ya son una nueva costumbre. Por ejemplo, recordarás que hasta principio de los noventas no podía tocar nadie, excepto el sacerdote, la Sagrada Hostia. Ahora, no sólo la toca cualquiera, sino que te la dan en las manos para que tú la coloques en tu boca. Además, ya no te la da únicamente el cura, sino personas que, si bien no son ajenas a la grey católica, tampoco son sacerdotes. Les llaman Diáconos. Algunos han alegado que los curas lo hacen por temor al sida, ya sabes, cuando se decía que la saliva era uno de los medios de contagio, pero, de ser así, debemos recordar aquellas épocas en que la peste, por ejemplo, diezmaba a la población mundial y, a pesar de todo, los sacerdotes colocaban directamente la hostia en boca del comulgante, con todo y el temor al contagio. Claro está que hay algunos cambios que nada tienen que ver con el retorno a la realidad de una iglesia actuante, son simples modernismos con los que se pretenden encubrir los verdaderos cambios, el asomo a la verdad que lentamente brota de nueva cuenta.

-Siendo así, porqué de plano no dice la Iglesia esto es verdad y esto no? A qué le temen?

-Muy sencillo, a la falta de entendimiento por una parte, pero principalmente al tan arraigado tradicionalismo del pueblo. Si a un pueblo le vas cambiando las normas poco a poco, sin darle la oportunidad de escandalizarse, las acepta, a regañadientes pero las acepta. Por el contrario, si le quieres cambiar su forma de vida, sus costumbres o sus creencias de golpe, lo único que vas a conseguir es un repudio generalizado. Recuerda que “somos animales de costumbres”

-Pues tienes razón. Hay muchas cosas que no entiendo y algunas incluso que no acepto. La verdad es que no es tanto que ya no crea en Dios, sino en la religión como tal. Porque es obvio que Dios existe, pero... como que los hombres se han aprovechado de ello, no?

-Ahora eres tú el que tiene la razón, si bien tampoco debemos culpar por esto a todos los curas, los obispos o los mismos Papas. Debemos reconocer que, para empezar, son humanos y por lo mismo sujetos a las debilidades propias del ser humano como la envidia, la ambición, y tantas otras que llevan a la humanidad misma a la desgracia. Siento que Juan Pablo II ha sido una figura definitiva en esta nueva época de la iglesia. Por principio de cuentas recuerda que es el primer Papa no italiano que rige la iglesia desde hace más de mil años. Sobre todo si consideras que es una época en la que se han perdido tanto los valores morales. Y mira que está a punto de perderse el principal, ese que diera como nuevo mandamiento Jesús: amáos los unos a los otros.

-Hablando de Jesús... hay tantos mitos, tantos absurdos, que ya no sé francamente quién demonios es Cristo?

-Eso es harina de otro costal, aunque destinada al mismo pastel. Por ahora, vamos a descansar y mañana te cuento un poco respecto a Cristo.

-Está bien, hasta mañana jefe...

Ricardo se retiró, pero dejó a Carlos sumido en un mar de confusiones. Cómo está eso de que la iglesia quiere regresar al pasado, un pasado que dicen es la verdad? Cuál es la verdad entonces? Era mejor la religión antes que ahora? No es una misma?

Mascullando maldiciones, como siempre, se retiró no sin antes echar otra mirada al Cristo colgado de la pared de la sala.

 

 

Carlos vivía en un mundo que se estaba suicidando. Durante millones de años había subsistido incólume. Sin embargo, era apenas en los últimos cien años en que prácticamente la humanidad estaba a punto de acabar con el planeta. El deterioro ecológico se había acentuado en menos de cincuenta años. A pesar de todo, la humanidad no entendía... o no le interesaba entender. Lo peor de todo, es que no sólo se había degenerado el planeta, sino los mismos seres. Si bien es cierto que siempre ha existido el bien y el mal, era precisamente en esos últimos cincuenta años en que la moral se había relajado a tal grado, que todos y cada uno de los principios que la sustentaban se habían ido al demonio. Y no hablamos de una moral mojigata de golpes de pecho y rezanderas, no, la moral más básica se había perdido.

En el primer caso, la industrialización, base y sustento de la modernidad, que viera sus inicios con raquitismo a finales del siglo diecinueve, pero explotara en su máxima expresión de grandeza en pleno siglo veinte, era la principal causa del deterioro ambiental. En medio siglo la pureza del aire en el mundo se había perdido en un 60 por ciento, ya no digamos la de la tierra y mucho menos la del agua que alcanzaba niveles escandalosos: el 80 por ciento. En el segundo, aceptando de antemano que algunas porciones de la humanidad han tenido etapas de degradación moral y social, como sucediese poco antes del renacimiento, el grado de relajación generalizada alcanzado en el siglo veinte era ya no preocupante, sino alarmante. De los valores humanos: castidad, pureza, honestidad, lealtad, agradecimiento, concordia, hermandad, hospitalidad, fraternidad, amistad, dignidad, no quedaba más que el recuerdo en la historia o en las frases huecas de políticos y literatos. La verdad es que se estaba viviendo un mundo en el que no había la más mínima noción de todo esto. Lo peor de todo, es que las nuevas generaciones veían esa vida como lo más natural, Y es que había razón... no conocían otra.

La población mundial se había decuplicado en esos cincuenta años. Ante el modernismo, a pesar de que proliferaron las fábricas, los empleos fueron cada vez menos en proporción. Conforme a las estadísticas, uno de cada diez seres humanos tenía un trabajo decente y tres eran subempleados, los demás simplemente no tenían trabajo. En otras palabras, cada hombre que trabajaba era el sustento de otros siete, directa o indirectamente, fueran o no de su familia, conocidos o no. La economía pendía de un hilo. Los factores gubernamentales, infiltrados por una tormenta de corrupción, más que gobernar eran verdaderas factorías de millonarios al vapor.

Las necesidades, imperiosas en la mayor parte del mundo, extremas en algunas zonas como Africa, Medio Oriente y parte de América, lanzaron a los hombres a violar todos los cánones establecidos con el fin de lograr subsistir. El delito se volvió costumbre y por ende, ley. Así de fácil.

Llegó el momento en que el treinta por ciento del capital total del mundo estuvo en manos de no más de cien familias, mientras millones de seres morían de hambre en todo el planeta. Ver en la televisión las imágenes de miles de hombres, mujeres, niños y ancianos, agonizando enflaquecidos por el hambre ya no causaba sentimientos de angustia, si acaso un “pobrecitos”, pero hasta ahí. Debemos reconocer que los organismos de ayuda mundial se multiplicaban, pero sus resultados eran nada alentadores. Esa misma corrupción les desviaba de sus propósitos, o al menos les frenaba en su labor. El petróleo y sus derivados, fuente de energía de prácticamente toda la maquinaria moderna, se convirtió en la manzana de la discordia y muchas guerras se iniciaron con otros pretextos, pero con el verdadero fin de controlarlo. Un nuevo cáncer tomaría las riendas del poder en casi todo el mundo: el narcotráfico, si bien siempre existente, ahora desparramado por todos los rincones del orbe. Tan sólo en los Estados Unidos, el país más poderoso del planeta, existían más de 30 millones de drogadictos y se dice que ocho de cada diez norteamericanos han probado al menos la marihuana. El poder político de unos llegó a ser tan grande, que bien podían acabar de la noche a la mañana con la estabilidad de una nación entera. Abajo, en la sociedad, entre las familias mismas, la situación no era diferente

La mujer había alcanzado la “igualdad de derechos” y ahora participaba por igual en las responsabilidades del hombre, pero para su desgracia. Bien podía verse a frágiles señoras trabajando en la dura tarea de la albañilería que manejando un taxi y, peor aún, asaltando bancos o secuestrando gente a la par del más malvado de los seres. Ya no era más el sexo débil. Era una guerra al tú por tú con el hombre que, por su parte, también lanzaba al aire su grito de libertinaje, más que de libertad, y daba rienda suelta al homosexualismo, el transvestismo o sus instintos salvajes. Las noticias sobre violaciones a mujeres, niños, y aún a otros hombres, ya no tenían interés. Era cosa rutinaria. Las organizaciones mafiosas se infiltraron en las policías del mundo y resolvían los crímenes, cometidos la mayoría de las veces por ellos mismos, con el encarcelamiento de ciudadanos comunes y corrientes, entre más corrientes mejor, que les servían de chivos expiatorios. Los tiranos habían desaparecido, pero dejando su lugar a grupos perfectamente organizados políticamente que se convertían así en tiranos de mil cabezas a los que prácticamente era imposible derrocar. Como la hidra, si les cortaban una cabeza, otra tomaba el poder.

 

Era, en fin, un mundo al borde del colapso. Un mundo a las puertas de un estallido social mundial que no tendría ni líderes, ni ganadores, ni perdedores. Un mundo que clamaba por libertad y justicia con una mano, mientras golpeaba, asesinaba, robaba, violaba y degeneraba con la otra. Un mundo en el que estaba a punto de regresar la ley de la selva, la ley del más fuerte.

Los valores morales habían sido substituidos por costumbres convenencieras convertidas en normas y cánones que igualmente se violaban a conveniencia.

Ser decente, pues, era un pecado. El pecado de un idiota. Si un hombre te estafaba y en vez de robarte diez apenas había logrado ocho, gritaba al mundo entero que le habías robado los dos que faltaron. Un político estafador era premiado con mejores puestos. Un pobre que robaba un pan por hambre era objeto de todo el peso de la ley. El delito de enriquecimiento ilícito, aplicado a los funcionarios, en realidad sólo servía para deshacerse de los rivales en política. Se veía pues la paja en el hombro ajeno, pero nunca la viga en el propio.

Ese era el mundo en que Carlos vivía. El, que había todavía recibido principios morales que no se ajustaban a la conducta del mundo, ahora se encontraba con que las cosas no eran como se las había pintado o normado. De ahí que se tambalearan esos valores morales. De ahí que dudara tanto sobre qué es verdad y qué no. Y ahora, para acabar con el cuadro, resulta que aquello que le había enseñado su padre de niño no era en realidad una verdad pura.

 

 

Al día siguiente, Carlos se paseaba por entre los prados del jardín cercano a la casa de su padre. No se animaba a llegar. Tenía miedo. La noche pasada no había podido conciliar el sueño pensando en la maraña de cosas que se le venían a la cabeza y que tenían un común denominador: en este maldito mundo nada es verdad!

Tenía confianza en su padre, pero le parecía que ahora no era el mismo de antes. Le mintió de niño? El también forma parte de ese “encubrimiento” de la verdad? Y, sobre todo: porqué ocultar la verdad a tanta gente durante tanto tiempo? Cuál era la verdad? Qué ocultaban sus antepasados en realidad?

La curiosidad pudo más que su desconfianza y se encaminó a la casa paterna.

A la entrada del edificio se encontró a un diputado, muy amigo de su padre, al que había cobrado buen afecto aunque se lo cotorreaba de lo lindo con relación a su liderazgo entre los trabajadores oficialistas.

-Hola Carlangas... qué andas haciendo?

-Aquí nomás mi líder... qué dicen esos borreguitos?

-Ahí andan... y tú?

-Defendiéndome mi lic... defendiéndome.

-Cuándo pasas a visitarme...?

-Un día de estos jefe...

-Bueno, nos vemos... tu padre te está esperando. Dice que andas medio sacado de onda. Protégete bajo el sagrado manto del presupuesto y verás que la onda se compone...

-Dios me libre, mi líder, yo soy gente decente...

-Ja ja ja ja... rió el diputado al tiempo que se despedía con un ademán amistoso.

-Este sí es más fregón que bonito -pensó para sus adentros Carlos- treinta años al frente de su sindicato, con el poder en las manos, creando y destruyendo líderes a su antojo... este cabezón si que sabe lo que es el poder... y para qué se hizo.

 

Entró al departamento y besó a su padre en la frente, como acostumbraba desde pequeño, saludando con un ademán a la esposa de su padre, fiel compañera de sus últimos quince años.

-Qué pasó? Cómo estás?

-Bien descontrolado jefe... me dejaste pe..rplejo. No pude dormir bien de tanto piense y piense...

-Que bueno. Al menos la mente ya te está trabajando. Eso es signo de adelanto. Cuando algo nos interesa pensamos mucho en ello.

-Pues sí, pero...

-No te enredes. Las cosas se analizan por partes. Una a una.

-Por cierto, me encontré a la entrada a Don Celerino. Sigue en las mismas, verdad?

-Así es.

-Venía pensando que ese sí que sabe lo que es el poder. El mismo me ha dicho que el poder o se ejerce... o se sufre!

-Humm... desgraciadamente, así es.

-Oye... hablando de líderes y de lo que venimos platicando, por qué Cristo no tuvo lana o fue poderoso? Si era el líder de los judíos bien podría haber echado mano de sus influencias para enfrentarse a los méndigos romanos y hasta evitar que lo condenaran a la crucifixión, no crees? Es más, algunos cuates dicen que en realidad Cristo fue un líder guerrillero que encabezaba la rebelión de los judíos ante los romanos...

-Como que eso está medio enredado, no?, dijo Ricardo

-Por qué?, refutó Carlos.

-Pues porque tienes una idea aproximada de lo que en realidad era Cristo, pero no era precisamente así, como lo pintas.

-Entonces? Se supone que hoy me ibas a platicar sobre él, no?

-Así es. Pero, vamos por partes. Para conocer un poco mejor a Cristo es necesario remontarnos no sólo a su nacimiento, sino al momento mismo de la concepción del hombre, una historia que ya de por sí estremece al más pintado y abre un mar de preguntas, sobre todo por que se refiere a la virgen-mujer, que no pierde esa virginidad a pesar del embarazo mismo, tema favorito de los detractores de la religión que pretenden, vituperando la virginidad de María, madre de Cristo, demostrar que tienen la razón y que la historia sagrada está plagada de mentiras, siendo, por ende, una gigantesca mentira en sí.

En otras palabras, -y válganme las autoridades eclesiásticas el antagonismo a sus preceptos, que no los de la religión, con todo y ser un católico, apostólico y romano fiel y leal- fueron esas mismas cabezas de la religión, allá en sus tiempos y en su momento, los que a base de sus enredijos y secretos convertidos en “misterios de la fe” liaron las cosas, a tal grado que cayeron en su propia trampa, trampa de la que poco a poco la religión sale al declarar verdades que brotan populares a raíz del Concilio Vaticano II.

Debemos también conocer su mundo, ese mundo en que nació y vivió, con todos sus antecedentes históricos, religiosos y no, que conformaron el medio en el que se desenvolvería.

Cristo es pues concebido en gracia y nace, por su propio designio de pobreza, en un pesebre de Belén durante el peregrinaje que sus padres hacen para cumplir con el ordenamiento de empadronamiento girado por las autoridades romanas, ávidas de tener un censo confiable para poder medir el riesgo que el crecimiento de las tribus locales tenían, pero más el de la inconformidad social que se generaba en el momento. Debemos recordar que, treinta años después, cuando Cristo pregona la palabra y recorre la región palestina, la efervescencia política estaba en su punto. Incluso, una de las acusaciones que le hacían falsamente, pero basados en la autodesignación de Rey de los Judíos, era, como lo señalaste hace un momento, la de guerrillero y sedicioso, pero ya llegaremos a eso.

Cuando digo que nace en la pobreza por decisión propia, cabe hacer notar que José, su padre terrenal, era carpintero, una profesión considerada como de niveles medios; en otras palabras, la familia conformada por María y José era de las que ahora conocemos como de clase media alta y, por lo tanto, en realidad no vivían en la pobreza. Sin embargo, nadie ha dicho que Cristo viviese en la pobreza, tan sólo han hecho énfasis en que “nació en la pobreza”. Es decir, como un acto significativo, nace un pesebre.

-Pues no que estaban bien jodidos por los romanos y que había mucha hambre e inconformidad?, reclamó Carlos.

-Al paso. Vamos al paso. El pueblo judío, al que llamaremos igualmente hebreo, e israelita, según el caso y su momento, para que me entiendas un poco mejor, había sido un pueblo aparentemente abandonado de la mano de Dios.

Y demos un vistazo rápido a la historia sagrada. Conforme a la teoría religiosa, la humanidad proviene de Adán y Eva que, habiendo cometido el abuso de comer del fruto del árbol del bien y del mal, fueron expulsados del Paraíso. Como sabes, tuvieron primeramente dos hijos, Caín y Abel. El primero, envidioso de los favores que recibía su hermano, le asesina. Poco después nació Set, el tercer hijo de Adán y Eva...

-Oye...espérate....-interrumpió Carlos- no vayas a empezar con la retahíla de nombres que nos muestra la Biblia. Por eso no la leo. Me parece sumamente aburrida, sobre todo en ese famoso principio de la humanidad...

-El Génesis... se llama El Génesis, pero no, no te desesperes que no nos vamos a ir de nombre en nombre, será sólo un vistazo rápido para comprender la base de ese pueblo, y por ende, conforme a la religión, de la humanidad.

Caín fue padre de Henóc, que por cierto es el hombre que reivindica la falta de su padre y, se dice que: “Henóc anduvo con Dios y desapareció porque Dios de lo llevó”. Henóc fue, a su vez, padre de Matusalén...

-El que dicen que vivió trescientos años!

-Pues fíjate que no. Según las sagradas escrituras, Matusalén murió a los ¡novecientos sesenta y nueve años!

-Bruto¡... de verdad?

-Se supone que no sólo él fue tan longevo. En esa época la mayoría vivía entre los quinientos y los ochocientos años. A Matusalén se le considera el más viejo de la historia porque fue, efectivamente, el que vivió más años, pero ese era el promedio de vida, hasta que Yavé, o sea Dios, se cansó de las maldades del hombre y le condenó a no vivir más de ciento veinte años.

-Que tampoco los vivimos ahora!

-Por algo será, pero eso es harina de otro costal y que podrás leer en mi próximo libro. Bien. Matusalén fue padre de Noé, aquel a quien Dios, enojado como decía por los desmanes de los hombres, sobre todo en materia de sexo, pues ya tomaban a cualquier mujer que les gustara, considerándolo el único hombre justo de la tierra, le encargó construir una tremenda Arca, en la que salvaría a una pareja de todas y cada una de las especies que existían sobre el planeta.

Ese fue el segundo castigo que Dios aplicara a la humanidad: el diluvio universal. Una inmensidad de agua que inundó toda la tierra, acabando con la humanidad para empezar desde el principio.

-Como quien dice, borrón y cuenta nueva!

-Algo por el estilo. Y recordando un poco lo que decíamos hace un momento, te quiero decir que “el día veintisiete del segundo mes del año seiscientos uno de la vida de Noé quedó seca la tierra”.

-Como quien dice, Noé fue también bien longevo.

-Nada más murió a los novecientos cincuenta años!

-Bueno... y qué tiene todo esto que ver con la vida de Cristo?

-Mucho. Qué sería de ti si yo no hubiese existido?

-No, pues simplemente no viviera.

-¡Ahh! Noé tuvo tres hijos: Sem, Cam y Jafet. Cam es el padre de Canaán. De estos tres hombres se propagó todo el género humano sobre la tierra.

Pero el haber dado una nueva oportunidad a la humanidad no fue suficiente. El hombre es débil por naturaleza y herencia.

Noé era labrador. Trabajaba la viña. Un día se embriagó y se quedó dormido desnudo dentro de su tienda. Cam vio a su padre desnudo y le avisó a sus hermanos que, respetuosos, entraron de espaldas a cubrirle con una manta. Al saber lo sucedido, Noé enfureció y dijo encolerizado: “Maldito sea Canaán. Que sea esclavo de los esclavos de sus hermanos. Bendito sea Yavé, Dios de Sem, y sea Canaán esclavo suyo. Que Dios agrande a Jafet y habite en las tiendas de Sem y sea Canaán esclavo de ellos”. Obviamente que la Biblia echa un manto sobre la irresponsabilidad de Noé al haberse embriagado pero, más que nada, dos factores se desprenden de este suceso: el respeto que deben tener los hijos para con los padres y la existencia del pudor en sus vidas, y, principalmente, el futuro de la humanidad misma que, a partir de ese momento, queda marcada con una división perfectamente definida.

Debo dejar asentado que la zona en que ocurría todo esto era lo que hoy conocemos como Medio Oriente, esa zona limítrofe entre Asia y Africa que tanta lata ha dado a la humanidad.

-Y que bien podría ser motivo de su fin, dijo Carlos dándose aires de conocedor.

-Podría ser. Se considera que es la zona de mayor explosividad socio-política del mundo, aunque no precisamente nada más por los israelitas y los árabes.

-Pero síguele, que así sí entiendo la historia sagrada...

-Bien. Los hijos de Jafet se desparramaron y sus descendientes poblaron las islas; los de Cam todo lo que primero fue Caldea y más tarde el reino de Babilonia, Arac y Asur, en donde fundaron Nínive y, convertidos ya en cancaneos tienen bajo su poder desde Sidón hasta Gaza, incluyendo... adivina qué? Recuerda que son los malos, los maldecidos por Noé.

-Sepa el diablo!

-Nada más ni nada menos que Sodoma y Gomorra. Las dos ciudades que Dios mandara destruir por su promiscuidad y bajezas mucho después.

-En donde alguien se convierte en estatua de sal por voltear a ver?

Así es... pero siguiendo con el tema, los hijos de los hijos de los hijos de Sem poblaron la zona que va desde Mesa hasta el Monte Sefar, al oriente.

Quizás no te ubiques perfectamente, sobre todo con los nombres que, por lógica, ya han sido olvidados por el paso del tiempo, pero no te apures, ya llegará el momento en que tengas una idea más clara de qué lugar es cada uno.

En pocas palabras, el mundo ya está habitado. Al menos, en lo que a esa zona se refiere, pues bien se sabe también por el lado científico que fue precisamente en esa región en la que aparecen los primeros indicios de una sociedad más o menos organizada, en donde se crean las primeras naciones realmente constituidas. Podríamos decir que, al final de cuentas, si consideramos el principio del universo en una antigüedad de cinco mil millones de años; el primer hombre aparece al rededor de hace un millón de años; las primeras naciones, Egipto y Caldea, se forman 3 mil quinientos años antes de Cristo, y el hombre empezó a escribir su historia hace tres mil años, es pues entonces que, de forma más o menos cierta, es precisamente en ese lugar, el medio oriente, y en esa época, en que principian los conocimientos sobre la humanidad misma. Ya te ubicas un poco mejor, no?

-Bueno... hablar de Egipto y Caldea ya me suena más conocido.

-Naturalmente que la historia sagrada narra detalladamente, aunque quizás no con toda precisión, la descendencia de estos y cada uno de los pueblos y reinos que se derivan de cada uno como es el caso de Abraham quien, por su alianza con Dios y la promesa tácita, es considerado el padre de todas las naciones. Pero es largo y tedioso tal y como lo decías hace rato. Sobre todo por la serie de nombres que, ahora para nosotros sumamente raros, se nos enredan en la mente. Pero la idea es centrarnos en lo que se puede considerar la base de el pueblo judío, los cambios que sufren sus ascendientes y las influencias de otros pueblos, para llegar a conformarse como tal.

Por lo pronto, te me vas a descansar y me dejas hacerlo a mí también, que ya mañana será otro día...

-Ni modo, me vas a dejar picado, pero sea pues la noche para dormir.

Carlos se levantó, dio un beso en la mejilla a su padre y salió mucho más tranquilo que la noche anterior. La verdad es que nada de lo que habían hablado hasta ese momento tenía que ver con sus broncas, pero experimentaba una calma sorprendente. Le gustó. Le gustó sentirse libre, sin nada que le preocupara. Estiró los brazos a las puertas del edificio, suspiró, y tomó rumbo a su casa. La noche era tranquila, silenciosa. Si acaso, allá a lo lejos, se escuchaba de fondo el apagado sonido de una televisión o el estruendo esporádico de un claxon en la gran avenida. El cielo estaba despejado. Venus brillaba reluciente.

 

 

La mujer de Carlos le observó de reojo cuando éste apareció en la cocina. Le vio sonriente, recién bañado; hasta se había puesto un pantalón de vestir en lugar de sus clásicos vaqueros de mezclilla.

-Y ahora... qué te pasa?

-Nada, qué quieres que me pase?

-No sé, te veo muy raro...

-Carajo, dijo en broma, nada más se baña uno y se viste como la gente decente y ya lo ven a uno raro...

-Pues sí, como te habías abandonado tanto a últimas fechas...

-Ay mujer, tú ve lo bueno y déjate de cosas raras...

-Raras?... el raro eras tú, pero... sabes? me gusta el cambio, y le atrajo hacia sí para darle un amoroso beso en la boca.

-Hummm... vale la pena! dijo Carlos al tiempo que le abrazaba con fuerza y correspondía con otro beso más prolongado aún.

Cuando se disponía a servir el desayuno, la joven y guapa mujer le dijo:

-Prende la tele, quiero ver las noticias...

-No mi amor... hoy no quiero saber de guerras o de asesinatos... mejor voy a poner un poco de música...

Ella quedó con la boca abierta. Meditó un poco y le preguntó:

-Oye... qué siempre sí fuiste a ver a tu papá?

-Hum..jú... contestó Carlos mientras engullía un trozo de jamón con huevo.

-Y qué te dijo?

-En realidad nada. Comenzamos a hablar y la plática se fue desviando hacia la historia sagrada. Todo porque le pregunté Quién demonios es Cristo?

-Y...?

-No te imaginas lo lelo que me tiene! me la está contando de tal forma que parece novela... hasta en capítulos!

Ella también era católica, pero poco sabía de la historia sagrada. Varias veces intentó leer la Biblia pero no le entendía. Una vez se le ocurrió hablar con el sacerdote de su parroquia, pero le dijo que estaba muy ocupado, que volviera otro día, o que fuera a las pláticas que dan tres veces por semana las catequistas. No le gustó, ya lo había intentado y se desilusionó porque no sabían mucho más que ella, o al menos no tenían facilidad para explicarse. La mención de su marido le llamó poderosamente la atención.

-Flaco... me choca quedarme encerrada en la tarde. Te puedo acompañar con tu padre?

-Si quieres...

 

La llegada de Carlos con su mujer alegró mucho a Ricardo. Tenía tiempo de no saludarla y mucho menos de verla por su casa. No era muy afecta a frecuentar a la familia de su marido. De hecho, ni a la suya. Como que era muy aislada. Quizás por los problemas por los que cruzaba el matrimonio, pensó para sí Ricardo.

-Hola... que bueno que vienes! No sabes el gusto que me da saludarte. Bienvenida. Pasa, toma asiento. Gustas tomar algo?

-Buenas Don Ricardo, el gusto es mío, deveras. Pero ya ve, el trabajo de la casa, las traducciones que hago... bueno, como que no da tiempo para visitas...

-Pero ya estas aquí... gracias por venir...

-Ya... ya párenle a sus arrumacos, dijo Carlos festivo, mejor acomódense mientras yo traigo los refrescos... o quieres mejor café vieja?

-Sí por favor, ya sabes que yo soy cafetera...

-Hola... que milagro! Saludó afectuosa Norma, la esposa de Ricardo, al entrar a la pequeña salita del departamento.

-Milagro suegra, dijo Sonia, cómo ha estado?

-Bien hija, y tú?

-Pues aquí... francamente me interesó mucho lo que Carlos me contó sobre lo que su papá le está platicando... y quise ver que tan bueno es el viejito para eso de la Biblia...

-Quieres saber una cosa? Hoy yo también me agrego a la tertulia porque lo he escuchado desde la recámara y también me ha gustado...

-Bueno, pues a acomodarse todo el mundo, dijo Carlos al tiempo que servía refrescos y café. Había pasado a comprar unas galletas que puso en un plato en la mesa de centro.

-Me apenan, dijo Ricardo.

-Ni te infles viejito que no eres tú, sino el tema... señaló burlón pero comedido su hijo.

-La verdad es que Carlos me dijo que se encontraba muy sacado de onda, según sus propias palabras, y comenzamos a platicar. En un momento dado me preguntó “Quién demonios es Cristo?” y empecé a explicarle algunas cosas relacionadas con su vida.

-Bueno, dijo Carlos, si mal no recuerdo, Adán y Eva tuvieron tres hijos, Caín, Abel y Set; de ahí siguió la descendencia y llegamos hasta Noé que, a su vez, tuvo a Sem -que por cierto ahora entiendo porque se les llama pueblos semitas y a sus enemigos, como los nazis, antisemitas- Cam, padre de Canaán y Jafet, los tres hombres de quienes se desprende toda la humanidad. Surgen pues, Egipto y Caldea, las dos primeras naciones propiamente dichas. O no?

-Así es, pero habíamos dicho que tendríamos que ver un poco más sobre la historia para entender sufrimientos e influencias que vivieron para poder llegar a conformarse como naciones.

Las variaciones del clima alrededor de los 6 mil años A.C., que fueron desde fuertes nevadas hasta prolongadas sequías, impulsaron a los habitantes de lo que científicamente llamamos las aldeas neolíticas, o sea al final de la era de piedra, a emigrar hacia lugares en donde existieran zonas fértiles, regadas por abundante agua, que les permitieran practicar sus cultivos. La actividad agrícola se intensificó en las fértiles llanuras de China, India y, esto es lo que nos importa, en la Mesopotamia y la parte oriental del Mediterráneo.

Fueron precisamente estas cuencas fluviales las que convirtieron al hombre en sedentario.

-Un momento, interrumpió Carlos, ¿de donde salieron los hombres que habitaron China, India y otros lugares del mundo si, según la Biblia, todo sucedió en medio oriente?

-No, vamos con calma. Recuerda que si bien es cierto en parte lo que dices, los descendientes de Sem, Cam y Jafet se desperdigaron por todo el mundo.

Aquí, en esta parte de mi relato, quisiera echar mano de una leyenda que, si bien está contemplada en la Biblia, no hay nada que la confirme.

Una vez establecidos los hombres en la zona del medio oriente, todos de la misma familia y con la misma lengua, quisieron alcanzar el cielo mismo y comenzaron la construcción de un edificio enorme, casi como ahora con los famosos rascacielos; todos trabajaron en esa torre: la Torre de Babel. Cuando ya iban muy alto, llamaron a Dios para que se diera cuenta de su grandeza y Yavé, molesto por el orgullo insano del hombre, le condenó a dividirse en muchas razas, de diversos colores y costumbres y, sobre todo, que hablaran muy diferentes lenguas. De ahí se dice que se pobló el resto del mundo.

-En donde estaba la Torre de Babel? preguntó Sonia.

-Dedúcelo tú... recuerda que ahí, en el medio oriente, hubo alguna vez un reino llamado Babilonia..

-Que tuvo también una época de oro, dijo Norma.

-Así es, pero esa es otra historia, como dicen en la televisión. La Mesopotamia, que es la zona que nos interesa como dije anteriormente, se encuentra en la parte occidental de Asia, justo a un lado del medio oriente, pero formó parte importante de la tierra de Jesús. Toda esta zona, Siria, Sumeria, Mesopotamia, Canaán y aún parte de Egipto, estuvieron asentados en lo que hasta la fecha se conoce como la Media Luna de las Tierras Fértiles. Por eso a algunos países modernos, sobre todo árabes, se les conoce como “de la Media Luna” e incluso llevan una media luna en sus banderas.

La Media Luna, pues, se iniciaba en la Mesopotamia, continuaba en Siria, llegaba hasta la Palestina y abarcaba gran parte de Egipto.

Aproximadamente 4 mil años A.C., los sumerios se establecieron en el sur de Mesopotamia, edificando grandes centros urbanos amurallados como Uruk, Lagash  y Ur, la que fuera más tarde patria de Abraham. Estas ciudades no tardaron en luchar entre sí con el fin de imponer su hegemonía, situación que aprovecharon Acadios y Elamitas para invadirlos repetidamente. Si se fijan bien, muchos de los nombres de los primeros pueblos llevan el derivado del nombre de su patriarca. Ya hemos hablado de Acad, nieto de Noé, de donde surgen los Acadios; o Elam, otro de sus nietos, padre de los Elamitas; o Canaán, hijo de Cam y nieto de Noé también, patriarca de los Cancaneos y su hermano Asur, cuyo nombre llevó una de las principales ciudades de la época y sede de los Sumerios.

Puede verse entonces que los pueblos primarios, aunque eran hermanos de sangre -todos descendientes de los tres hijos de Noé- eran presas de las envidias, el orgullo, y sus luchas, como vemos ahora y veremos más adelante, constantes. Pero, sigamos. Hacia 2750 A.C. el monarca de Uruk, por cierto de un nombre impresionante: Lugalzuggisi, logró unificar a los pueblos de la Mesopotamia y así se funda, por fin, el primer imperio del mundo: el Reino Caldeo.

Veinticinco años después, Sargón, monarca de la región de Agadi, consolida el reino y los caldeos extienden sus dominios desde el Golfo Pérsico hasta las costas del Mar Mediterráneo, logrando el predominio por más de dos siglos, durante los cuales fundan Babilonia que, por encontrarse en el cruce de los caminos que comunican otros reinos que se consolidan durante ese tiempo, como Persia, Arabia, Asiria y Palestina, pronto adquiere gran importancia comercial y política, logrando centrar todas las ciudades de Mesopotamia y establecerse como capital del gran imperio durante el mandato de Hammurabi, autor del famoso Código de Hammurabi, considerado como el primer compendio de preceptos legales que normaron la vida de la sociedad de ese entonces y muchos de los cuales aún siguen vigentes en las sociedades actuales .

En el año de 1420 A.C., los habitantes de Asur, a quienes ya dijimos se les llega a conocer como Asirios, ciudad ubicada al norte de la Mesopotamia, inician una guerra contra los principales centros urbanos de la región. Dos grandes ventajas llevan sobre sus enemigos: el uso de armas de hierro y de la caballería, ventajas que les hace llegar a la brutalidad extrema, desollando, empalando y asesinando en masa a sus enemigos, a pesar de que los asirios era un pueblo de pastores obligados a vivir en condiciones realmente adversas.

Pronto conquistan toda Mesopotamia, pero logran un imperio estable que perdura varios siglos y en el que la introducción de la moneda de hierro propicia un intenso intercambio comercial con las regiones aledañas y, por ende, un impresionante desarrollo cultural.

Aquí cabe hacer un breve paréntesis para comentar que los hebreos vivieron primero en Caldea; en una de sus principales ciudades, Ur, nació Abrahám, descendiente directo de Sem, quien ya dijimos fue el padre de las naciones, éste engendró a Isaac, quien a su vez fue padre de Jacob.

Un buen día, Dios habla con Abrahám y le dice: “Deja tu país, a los de tu raza y a la familia de tu padre, y anda a la tierra que yo te mostraré. Haré de ti una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre, y tú serás una bendición. Bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te maldigan. En ti serán benditas todas las razas del mundo”.

Abrahám era nómada, es decir, no tenía tierra propia y, en un mundo dividido, Dios ha escogido a un hombre que no tiene tierra propia para empezar el reino en que reunirá a todos. Y Abrahám parte con su mujer y sus hijos hacia la tierra prometida...

-Eso es algo que no entiendo, dice Sonia, cómo Abrahám, y muchos otros ejemplos en la historia sagrada, deja con tanta facilidad una vida hecha, como quiera que fuera, y se lanzan a una aventura desconocida, como si fuera tan fácil volver a empezar...

-Mira hija... cuando una mujer se casa, de algún modo se aventura a lo desconocido, siguiendo a un hombre que aún no conoce bien. En la vida de fe sucede algo semejante, pero cuando se sigue a Dios es más seguro, aunque debemos reconocer que más desconcertante también.

-El caso es que botó todo al diablo y se largó, dijo Carlos con su habitual forma de ver las cosas.

-Sí, continuó Ricardo, partieron hacia Canaán, a Palestina. En un extremo de la parte occidental de la famosa media luna estaba Palestina, comunicación obligada entre Mesopotamia y Egipto, ruta de invasores, comerciantes y de la difusión de ideas, pero una región seca en la que sólo había una franja que hacía fértil el Río Jordán, regado por las lluvias del verano; el resto de la región era árido y pedregoso. El país ya estaba habitado por diversas tribus semíticas.

-O sea sus parientes, no? preguntó Carlos.

-Bueno... no. Si bien eran tribus descendientes de Sem, al paso del tiempo y la proliferación de la especie, prácticamente ya no había un parentesco directo, a pesar de que, efectivamente, pero como toda la humanidad, descendían todos de un tronco común.

-Y cómo les fue?, preguntó Sonia, No creo que los que ya habitaban ese lugar aceptaran así, de muy buena gana, que llegara Abrahám con su gente y les dijera Oigan, Dios me dio esta tierra y se me van largando todos...

-Claro que no. Aunque propiamente sí desplazaron a la población semita y a los filisteos que la ocupaban; las constantes guerras, la inestabilidad política y quizás hasta por la falta de costumbre de habitar un lugar específico, recuerden que eran nómadas, acosados por el hambre, los hebreos se vieron obligados a dirigirse a Egipto, entonces dominado por los Hicsos, quienes los autorizaron a vivir en la región de Goshén, a orillas del Delta del Nilo, y zona muy cercana, limítrofe podríamos decir, a la propia Palestina.

Al principio, gozaron del rico cultivo del suelo y vivieron en paz favorecidos por innumerables prerrogativas.

Sin embargo, los hicsos fueron expulsados y los nuevos faraones Tebanos, considerando a los hebreos una amenaza tanto por su crecimiento como por su organización y creencias religiosas, les esclavizaron.

-Para que vean su tierra prometida!, dijo Carlos.

-Ya tú... respondió Sonia. Déjate de tarugadas y escucha.

-No... no dice mi papá que Dios les había ofrecido la tierra prometida? Primero llegan a Palestina, que se supone es la tierra prometida, y se tienen que largar porque el hambre les acosa, luego llegan a Egipto y los esclavizan. Para eso salieron de su tierra? en dónde está el cumplimiento de la promesa de Dios?

-No te aloques, dijo Ricardo. No es que Dios no haya cumplido su promesa. Es simple y sencillamente que alcanzar algo siempre significa esfuerzo, sacrificio, entrega, y no se crea una nación en meses. Mira, México fue sojuzgado por los españoles por tres siglos antes de alcanzar su conformación como país. No? Pues bien. Si me permites continuar, te podrás dar cuenta de que si bien es cierto que hasta ese momento, supuestamente, Dios no había cumplido, también es cierto que Dios había dicho mucho, pero mucho antes “ganaras el pan con el sudor de tu frente” y esto no significa precisamente el pan, ese bolillo que venden a peso en la tienda, sino todo aquello a lo que aspiras, sea la conformación de una nación lo mismo que una familia. Todo tiene un proceso. Pero también todo tiende a asentarse.

Tú, por ejemplo, me prometiste que esta semana me tendrías listos los originales de uno de mis libros y, sin embargo, no los has traído. Esto quiere decir que has dejado de cumplir tu promesa?

-No, lo que pasa es que se le metió un virus a la computadora y tengo que reformatear el disco duro...

-La verdad es que no te estoy pidiendo cuentas de mis originales, sino poniendo el caso como ejemplo. Tú mismo diste, sin embargo, una respuesta. Hay un motivo, una causa.

-Pero no es lo mismo, insistió Carlos, dónde comparas unos originales de un libro con la conformación de una nación, o como dices, ya de perdida de una familia...

-Valga... mira, nuevamente tú, tienes seis meses de casado y, según me he enterado, hay problemas en casa...

-Es que... ya sabes.. la lana no alcanza y luego ésta -dijo señalando a Sonia- que se la pasa metida en sus pinches libracos franceses...

-Ese es el proceso! Ese es el acomodo por el que tienen que pasar todos los matrimonios para consolidarse. Por principio de cuentas, como dijimos en alguna parte anterior, la mujer, y no sólo la mujer, entrega su vida a una aventura desconocida, ninguno de los dos se conoce efectivamente. Saben de sus virtudes, reales o fingidas, porque cuando somos novios magnificamos nuestras cosas bonitas, pero bien que nos encargamos de ocultar nuestros defectos. Al comenzar a vivir juntos se empiezan a conocer realmente, a saber cómo son cada uno en verdad, sin tapujos, ya no hay porqué disimular que somos flojos, o descuidados, o sucios, o desvelados. Ese proceso tiene influencia también en la inseguridad que proviene del “qué dirán”, pero aquí aplicado sólo al “qué dirá mi pareja”, y esa inseguridad, inconsciente si quieres, influye también en la seguridad económica, independientemente de que, aún suponiendo que hubieses contado con un trabajo seguro, no es lo mismo el gasto individual que mantener una casa, un hogar, una esposa, sin hablar aún de los hijos.

Todo esto no significa que “nos equivocamos” al escoger pareja, o “me salió vana la nuez”. No, es un simple proceso de acomodo. Exactamente igual que cuando entras a un trabajo nuevo y te sientes inseguro porque no conoces a tus compañeros, o no sabes en donde guardas los archivos o los disquetes. El hombre, el ser humano pues, vive en un eterno proceso de acomodo. Ahora por su matrimonio, mañana por su trabajo, pasado porque hay nuevas reglas fiscales, y hasta porque aumentaron los precios. Ahora que tienes tu carrito, no te descontrola que de pronto el precio de la gasolina aumente?

-Claro, no me alcanza...! dijo Carlos que había estado hundido en el sillón y con mala cara por el tema que se tocaba. Pensaba que venía una serie de reproches sobre su vida personal.

-Claro que te alcanza. Lo único que tienes que hacer es usar menos el coche, adecuar tus finanzas, aumentar tus ingresos y una serie de cosas que no son más que acomodo y, a la larga, retorna la calma y todo funciona nuevamente de maravilla.

-Espérame un momento... cuando vino la devaluación dijiste casi lo mismo minutos después de haber explotado y echado pestes en contra del sistema...

-Claro, es la reacción momentánea que tiene todo hombre, pero, como ves, tenía razón. Todo volvió a la calma, o no?

-Aunque no alcanza para nada el dinero de todos modos, dijo Norma por decir algo.

-Pero ya nos adecuamos todos a esta nueva forma de vida, reiteró Ricardo. Así que no te espante ni que los hebreos estén esclavizados, ni que tu matrimonio ande de cabeza... ya pasará todo y la vida retornará a su cauce.

-Fijate que viéndolo bien es cierto, señaló Carlos enderezándose. Bien que me acuerdo de las tormentas que hemos pasado juntos, y siempre hemos salido adelante, siempre todo ha vuelto a su cauce, como dices...

-Claro, lo único que necesita el ser humano para enfrentar sus problemas, chicos o grandes, es paciencia. Decía mi tío Salvador: Un minuto de calma, y la patria se salva!

-Pues mientras se salva, nosotros nos retiramos Don Ricardo, hay que trabajar mañana y ya es noche...

-Si hija, ándale, cuídame a este flaco...

-Y a ella quién la cuida?, dijo Carlos de nuevo bromista.

-Tú, hijo... tú... dijo Ricardo amoroso.

Al salir de casa de su padre, Carlos abrazó espontáneamente a Sonia que se acurrucó recargando la cabeza sobre su hombro.

 

 

Sonia no pudo concentrarse en la traducción del libro que le habían encargado. Todo el día se lo pasó recordando la maravillosa noche de amor que habían tenido. Durante las últimas semanas Carlos no la había tocado. Siempre decía llegar cansado, cuando no peleaba o discutía por cualquier nimiedad. Pero anoche... carajo! Si hasta parecía haber sido una nueva noche de bodas. Se portó cariñoso, amable, y muy, pero muy apasionado.

Cuando se dio cuenta, ya eran las siete. No tardaba en llegar Carlos. Sonia rogaba porque no se hubiese ido directamente a casa de su padre. Quería ir con él de nueva cuenta.

El ruido de la puerta le hizo enderezarse. Carlos entró malencarado. Botó la chamarra sobre el sofá y le dijo a Sonia:

-Qué hay de cenar?

-Salúdame primero, no?

-Humm... hola...

-Qué tienes?

-Nada, fregaderas del trabajo.

-Te sigue dando lata la computadora?

-No, hasta eso, ya pude reconfigurarla, pero el jefe ya me agarró de su puerquito...

-Y ahora por qué?

-Me carga la mano. Quiere que cumpla con las reglas al pie de la letra y eso me saca de quicio...

-Bueno, si son las normas creo que deben acatarse, no? Tú ya conocías el reglamento de trabajo...

-Al carajo con el reglamento de trabajo... qué acaso a él le importa el reglamento cuando me pide que me quede hasta tarde, o me entrega un bonche de trabajo “para mañana, manito, para mañana”

-Y por qué no hablas con él y le explicas lo que te molesta? Quizá puedan llegar a un entendimiento...

-Es un desgraciado. Dime... qué tiene de malo que tenga puesto el radio cuando estoy trabajando? Me gusta la música... me calma... pero no, al señor le molesta, dice que me distraigo, que no trabajo...

-Usa audífonos...

-Dice que no porque no le oigo cuando me llama...

-Bueno, pero que eso no te haga enojar... toma las cosas con calma... oye, no vamos a ir con tu padre?

-Francamente no tengo humor...

-Ayy... no seas malo... vamos...

-No tengo ganas. Ya ves que anoche comenzó con sus cosas. No encuentra también la forma de echarme de habladas...

-Oye, eso no es cierto! El no te agredió para nada...

-Si tú lo dices...

-Mira, vamos, y si por casualidad empieza a decirte algo, yo le interrumpo y con cualquier pretexto nos retiramos... sí?

-Anda pues, pero dame de cenar primero.

 

Al poco rato todos estaban sentados alrededor de la mesa, tomando un café recién preparado por Norma.

-Anoche me quedé intrigado, dijo Carlos. Por qué te referiste al tiempo que nos mantuvo sojuzgados España?

-Pues nada más como punto de comparación, aunque existe una similitud enorme. Los hebreos también duraron más de tres siglos esclavizados, como nosotros.

-Más de trescientos años?

-Sí.

-Eso no lo dice la Biblia...

-Bueno, si te fijas bien, la Biblia generaliza en la mayor parte de sus narraciones. Sólo en muy contados casos señala temporalidad.

-Pero qué pasó por fin, terció Norma dejando entrever su interés por un tema que, supuestamente, no le llamaba mucho la atención.

-Empecemos pues, no sin antes recordar que nos quedamos en que los hebreos, por hambre más que ninguna otra cosa, emigran a los linderos egipcios, y piden a éstos les permitan vivir en la región. Los egipcios aceptan y les instalan cerca del delta del Río Nilo en una zona fértil por excelencia. Los hebreos prosperan rápidamente, lo que causa el celo y el temor de los nuevos gobernantes egipcios que les esclavizan. Por los años 1250-1230 A.C., se estaba debilitando el famoso reino del faraón Ramses II; en su largo reinado ha exigido demasiados sacrificios a sus esclavos. En éstos, cansados de la opresión de una sociedad a la que han ayudado enormemente a florecer, pero que no les reconoce derechos, surge el deseo de liberarse.

El afán del faraón por tener un control sobre el crecimiento de la población hebrea, ordena que sean matados todos los hijos varones que nazcan, usando una estratagema que me parece muy similar a las de ahora. Las parteras que debieran atender a las mujeres hebreas procurarán llegar tarde a sus deberes, o buscar la manera de que el niño por nacer “nazca muerto”. Sin embargo, dos de estas parteras, Sifra y Puá, no lo hacen y así salvan la vida de muchos niños hebreos, entre los que hay uno que la madre, temerosa de que sea sabido, coloca en una cesta de mimbre sobre las aguas del Nilo y en un lugar cercano a donde se bañaba la hija del faraón. Esta, al verlo flotando sobre en las aguas, ordena a sus sirvientes que le rescaten y le adopta como hijo suyo. Una hermana del niño, agazapada, cuando observa que la hija del faraón decide quedárselo, sale de su escondite y le propone buscar a una nodriza. La princesa egipcia acepta y la jovencita lleva a la mismísima madre del niño para criarlo. Así crece Moisés -que quiere decir rescatado de las aguas- entre sábanas de seda, pero adquiriendo una serie de conocimientos que jamás habría tenido en el seno de su propia familia. Dios le había escogido para liberar a su pueblo. Ya adulto, Moisés, enterado de su cuna verdadera, conoce la sufrida vida de su pueblo, se identifica con él, y abandona la corte faraónica. Casado ya con la hija de un sacerdote de Madián, lugar adonde se va a vivir, y dedicado a cuidar las ovejas de su suegro, una día, en Horeb -cerro de Dios- ve una zarza que está encendida pero el fuego no le consume. Picado por la curiosidad, Moisés se acerca a ella, cuando del centro mismo de la zarza sale una voz que le dice: “Moisés, sácate las sandalias y no te acerques más porque ésta es tierra sagrada. Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abrahám, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. He visto la humillación de mi pueblo en Egipto y he escuchado sus gritos cuando los maltratan sus mayordomos. He bajado para liberar a mi pueblo de la opresión de los egipcios. El clamor de los hijos de Israel ha llegado hasta mí. Ve, pues, yo te envío a Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel”

Moisés, asombrado, puso mil pretextos para encarar tan grave encargo, y hasta llegó a cuestionar la identidad de Dios, preguntándole “Si voy a los hijos de Israel y les digo que el Dios de sus padres me envía a ellos y me preguntan cuál es su nombre, qué he de responder?”

Y he aquí que Dios le da su nombre. El nombre del que hemos hecho cita, pero no sabíamos de qué o por qué se daba.

“Yo Soy el que Soy” Yo-Soy que quiere decir en hebreo Yavé.

Dotado del don de hacer milagros, y con su hermano Aarón como respaldo, ya que éste tenía facilidad de palabra, Moisés se encamina a cumplir con el cometido y se enfrenta, primero a un pueblo incrédulo y, después, a un faraón que no les dejaría salir de Egipto tan fácilmente.

-No, claro. Si estaban perdiendo a sus sirvientes, a sus gatos... dijo Carlos.

-Y mira que quedarse sin sirvienta es un caos, dijo Norma parangonando la situación en broma.

-Pues ustedes lo dirán en broma, pero la verdad es que así era. Tanto como si una fábrica de repente se quedara sin obreros. No, no era cosa de dejarlos ir así como así. Y el faraón se negó. Pero Moisés lanzó siete plagas sobre Egipto: Primero, las aguas del Nilo se convirtieron en sangre; después, la población entera se vio azotada por ranas, luego por mosquitos y tábanos, más tarde la peste, las úlceras, el granizo y la langosta, para culminar con las tinieblas. Finalmente, y ante la terquedad del faraón, Yavé ordenó a los hebreos sacrificar un cordero y con su sangre marcar sus puertas. Por la noche habría de recorrer casa por casa de todo el reino sacrificando al primogénito de cada familia egipcia, entre ellos al del propio faraón que, desesperado, molesto y sufriendo un gran dolor, dijo a Moisés que se fuera con todo su pueblo.

-Pero el faraón se arrepiente y les comienza a perseguir, dice Sonia, y así llegamos al famoso milagro de cuando Moisés abre las aguas del mar Rojo, según la película...

-Y conforme a la Biblia, agrega Norma.

-Así es. Poco después, dos sucesos marcarían una nueva etapa en la vida de los israelitas. Se cuenta que Moisés, debido a su poco conocimiento sobre la zona, se perdió en el Desierto del Sinaí y los hebreos vagaron durante 40 años antes de llegar a la tierra prometida. En ese lapso, Dios llamó a Moisés y le entregó el Decálogo. Eso que nosotros conocemos ahora como los Diez Mandamientos y que a partir de entonces normarían la vida humana. Creo que no necesito hablar de ellos pues al menos ustedes los recuerdan y conocen, o no?

-Chispas, dijo Carlos. La verdad es que los conozco, pero si me pides que te los diga, francamente no los recuerdo al pie de la letra.

-Ni yo, dijo Sonia.

-A mí no me veas, dijo Norma cuando Ricardo volteó hacia ella, yo ya no me acuerdo.

-Entonces... cómo rigen sus vidas? Cómo pueden saber si hacen bien o hacen mal si no conocen los preceptos que se supone norman esa vida?

-Pues te parecerá raro, pero así es... dijo Carlos entre risueño y avergonzado.

-Miren, creo que el ser humano fue dotado de eso que llamamos discernimiento. Es decir, la facultad de poder entender, comparar y diferenciar lo bueno de lo malo, lo agradable de lo desagradable, lo útil de lo inútil, pero acompañado del poder de decisión, que le lleva a definir qué hacer y cuándo hacer. Algo que podríamos decir es casi intuitivo...

-Algo así como el instinto? preguntó Sonia.

-No precisamente. No es lo mismo instinto que intuición. La intuición te indica, en base a una serie de datos con los que retroalimentamos nuestro subconsciente, lo que debes hacer. Sin embargo, no es lo mismo intuir que estar seguro.

-A ver... a ver... yo no te entendí, señaló Carlos.

-Mira. Has sentido alguna vez que algo que hiciste te incomoda, sin saber porqué?

-Sí...

-Bueno, pues es porque aquello que hiciste no va muy de la mano con tus principios. En otras palabras, no habrá sido algo bueno del todo, dado que te sientes mal, aunque de momento no sepas porqué. Algunos le llaman conciencia. “Me remuerde la conciencia” es un dicho muy usado, no es cierto?

-Si...

-Pues eso mismo les sucede con los Diez Mandamientos. Los aprendieron, los conocen. Los tienen grabados en su subconsciente. Aunque no los recuerden en orden, o todos, para recitarlos, los tienen presentes siempre. Aunque debemos reconocer que el hombre también se deja llevar muchas veces más por su instinto que por su intuición. Eso fue lo que les pasó a los israelitas. Mientras Moisés estaba con Yavé, con Dios, muchos convencieron a Aarón de que Moisés ya no volvería y fabricaron un becerro de oro al que comenzaron a adorar, siguiendo quizás las viejas costumbres egipcias, lo que motivó la indignación no sólo del propio Moisés, sino de Dios que, tras largos ruegos de Moisés, accedió a perdonar a su pueblo mediante una “alianza”. Ese fue el segundo suceso de importancia que cambió la vida de los israelitas. De ahí en adelante normarían su vida por los Diez Mandamientos, bajo el signo de la alianza y alcanzarían por fin la tierra prometida. Habían pasado 470 años de su salida de Palestina.

Poco antes de llegar a la tierra prometida, Moisés murió. Cuando los hebreos-israelitas llegaron, ya Palestina estaba poblada de nueva cuenta por cananeos en el interior y filisteos en la costa. La lucha, como es obvio, sobrevino. Para dirigir a sus hombres en el combate, los hebreos designaron a personajes dotados de excepcional valor y fuerza física. Les llamaron Jueces. Destacaron entre ellos Gedeón, Jefté, Sansón y Samuel...

-Sansón?... el de Dalila?

-Sí... aunque las películas han idealizado al personaje más como una víctima de la maldad femenina que como el dirigente de un pueblo en lucha. Bien, los hebreos lograron el triunfo, no sin antes pasar por muchas peripecias nuevamente, y se establecieron en el país dividiéndose en doce tribus que, al poco tiempo, fueron organizadas bajo una nueva forma de gobierno: la monarquía. Alrededor del año 1025 A.C. su primer rey fue Saúl, a quien sucedió David, verdadero creador del reino hebreo que venciera finalmente no sólo a los filisteos, sino a todos sus vecinos, extendiendo sus dominios por toda Palestina, estableciendo en Jerusalén su capital. A David le sucede su hijo Salomón, bajo cuyo reinado -975-935 A.C.- se alcanza el auge del reino hebreo, gracias a los tributos que los mercaderes fenicios le pagaban para poder transitar libremente con sus caravanas por el territorio, en sus viajes entre Mesopotamia y Egipto. Salomón incrementó el comercio marítimo entre el Mar Rojo y el Océano Indico, para lo que construyó el puerto de Eziongaber en el Mar Rojo, usando mano de obra y el apoyo de navegantes fenicios. Fue, además, un sabio notable y exquisito poeta, cuya fama alcanzó los más lejanos rincones del cercano oriente. Fue el constructor del monumental Templo de Jerusalén y el fastuoso palacio en que residía. Su mayor obra es el “Cantar de los Cantares”, contenida actualmente en la Biblia y considerada una de las obras maestras de la literatura mundial.

-Es del que se dice que era tan sabio que estuvo a punto de partir a un niño en dos para saber quién era la verdadera madre?, interrumpió Sonia.

-Así es. Pero el lujo de su corte genera contrastes con la forma de vida del pueblo y, a la muerte de Salomón el reino hebreo se divide en dos: el Reino de Israel al norte, con capital en Samaria; y el de Judá al sur, con capital en Jerusalén.

Debilitados así, pronto fueron nuevamente conquistados en el año de 722 A.C.

En el año 612 A.C. los caldeos recuperan el poder invadiendo Nínive, capital asiria, dando principio al Nuevo Imperio en el que destacan Nabopolasar y su hijo Nabucodonosor, durante cuyo mandato el reino babilonio (o caldeo) alcanzó su máximo esplendor.

Durante el reino de Nabucodonosor las fronteras mesopotámicas se establecen colindantes con Palestina, Egipto y Siria. Se llevan a cabo también una serie de transformaciones arquitectónicas importantes -de esa época son los famosos Jardines Colgantes de Babilonia- una muralla alrededor de la ciudad y especialmente la construcción de templos.

Cuando el rey persa Ciro conquista a los babilonios, permite a los israelitas regresar a Jerusalén, pero aún sojuzgados. Más tarde, a la caída del imperio persa, quedan bajo el dominio macedonio implantado por Alejandro el Magno. A su muerte, Palestina quedó incluida en el reino egipcio gobernado por Ptolomeo -el padre de la famosa Cleopatra-, mientras que Siria quedó en el reino de Seléuco. Es hasta el año 196 A.C. que Palestina fue incorporada por los seléucitas, y la penetración cultural griega se hace más fuerte. Debemos anotar que la influencia de los griegos -llamada helenística- sería de suma importancia en la vida de Jesús y sus tiempos.

Así pues, fueron otros cuatrocientos años de sojuzgamiento. Pero aún faltaba. Los romanos ya estaban a la vista.

-Entonces, como quien dice, han vivido prácticamente sojuzgados todo el tiempo, no?, reiteró Carlos.

-Prácticamente...

-Entonces... les han servido sus diez mandamientos para lo mismo que nos han servido a nosotros... de nada! De qué sirve ser un fiel observador de lo correcto si lo correcto no se hizo para todos?, reclamó Carlos reviviendo su molestia.

-No entiendo, dijo Ricardo, a qué viene esa expresión?

-No le haga caso Don Ricardo, dijo Sonia, es que ha tenido problemas en su trabajo, con su jefe...

-Por qué Carlos?

-Está loco el buey... quiere que todo se haga conforme al reglamento...

-Y eso está mal...?

-Mira, depende de dónde lo veas... yo creo que hay que ver dos puntos de vista para saber, más que cuál es el bueno, la forma de que ambos puedan aplicarse...

-No entiendo... y mucho menos si no me explicas...

-Por ejemplo, a mí me gusta escuchar música mientras trabajo, me relaja, me apacigua pues; a él le molesta que la oiga. Dice Sonia que use audífonos, pero eso también le molesta al buey... dice que no debo usarlos porque no lo escucho cuando me habla, y yo creo que el reglamento debe contemplar no nada más lo que al patrón le interesa o conviene, sino a quien trabaja... no?

-Bueno... tienes razón en parte. Recuerda lo que decíamos de los diez mandamientos. En realidad, yo pienso que lo que te incomoda no es el que no te permitan escuchar música o no. Es que sabes, intuyes, sientes en tu interior, que no está bien porque así lo marca un reglamento que tú bien conoces. Incluso, de ese malestar, que no de la inconformidad, es de donde viene tu rebeldía.

Escucha. Si tú consideras que las normas impuestas por tu jefe, o por la empresa misma, no son correctas, o no te convienen, simplemente, renuncia!

-Ahh sí, que chistoso! y me quedo sin chamba, no?

-Espera. Si tu trabajo es bueno, si es importante para la empresa, bien puedes llegar a un arreglo con ellos. Trabajar en tu casa, por ejemplo. Llevar el trabajo que te encomienden a tu casa, para poder desempeñarlo en el ambiente que creas más cómodo, siempre y cuando, claro, la calidad de éste no merme. Ahora bien, si esa empresa no acepta, pues habrá otras que acepten si tu trabajo es lo suficientemente profesional y bueno como para que pongas tú las condiciones. Si no lo es, mi querido hijo, deberás aceptar ese y cualquier otro reglamento que una empresa te imponga.

-Oye, mi trabajo es bueno. Tú ya lo conoces...

-Por eso te lo digo... cuando tienes la calidad, sea profesional o moral, eres tú el que bien puede poner las reglas. Sin embargo, debes tener muy pendiente que no son las únicas reglas que existen. Las hay en la vida diaria y en todas partes. Vives en una sociedad que se rige por reglas. Si aceptas vivir en esta sociedad, debes aceptar y cuidar las reglas. Una cosa es ser lo suficientemente capaz como para imponer nuestras condiciones y otra el querer imponerlas a todo el mundo. Eso no debes perderlo de vista nunca.

-Reglas... reglas... dime tú si acaso las cumple el funcionario, el político corrupto, el vendedor ambulante, el microbusero... carajo, la lista de quienes no respetan las reglas es interminable. Me atrevo a decir que ya nadie respeta las reglas...

-Desgraciadamente tienes razón. La sociedad ha permitido que se relaje la disciplina social y moral. Esto nos está llevando a un caos. Pero, acaso porque ves que el vecino se suicida, tú también vas a hacerlo? No, de ninguna manera. Si vemos, por el contrario, que muchos rompen las reglas, con mayor fuerza debemos luchar porque se respeten, y sobre todo, respetarlas nosotros mismos. Recuerda que, como dicen por ahí, mal de muchos, consuelo de pendejos, y me van a perdonar la mala palabra, pero es la verdad. No porque los demás lo hacen, nosotros debemos hacerlo...

-Y si te la volteo? Y si te digo que no porque todos respetan las reglas debemos también hacerlo nosotros?

-Allá tú. Tú sabrás si lo que quieres es la tranquilidad o la zozobra. Recuerda que ese gusanito que te corroe cuando haces algo malo no se deja engañar, ni por ti, ni por nadie.

-Bueno... eso es cierto... no sé porque, pero es cierto! Y la verdad es que yo no estoy en contra de las reglas de la sociedad, sino de las de... y no de todas... las de la empresa y, principalmente, las del jefe...

-Pues el que decide eres tú. Si algo no te parece en tu casa, puedes corregirlo, pero en la casa ajena... no! Y una empresa es como una casa ajena en la que las reglas las pone el dueño, y algunas más las leyes.

-Bueno, ya veremos. Por lo pronto ya me voy porque ésta ya está bostezando, dijo Carlos señalando a Sonia, nos vemos mañana jefe...

-Adiós, que pasen buenas noches... dijo Ricardo.

-Nos vemos suegro, murmuró Sonia.

-Hasta mañana, agregó Norma.

 

 

Norma había recibido una llamada temprano. Era Sonia que le pedía avisar a Ricardo que llegarían un poco más tarde porque Carlos se había empecinado en ir al centro, tras llegar de trabajar, para comprar una Biblia. Norma le dijo que no se preocupara, que ella les regalaría una viejita pero en buenas condiciones que había sido de una de sus hermanas. Sin embargo, se habían demorado de todas maneras.

Cuando llegó Ricardo preguntó si ya habían llegado Carlos y Sonia. Norma le contó lo sucedido.

 

A eso de las ocho de la noche, la pareja irrumpió en la casa.

-Hola familia... dijo Carlos festivo.

-Y ahora? Qué te traes? dijo Ricardo sonriendo ante el entusiasmo de su hijo.

-Pregúntame... pregúntame... dijo parodiando al cómico que salía en la televisión.

-Pues eso hago, te estoy preguntando...

-Este loco, dijo Sonia, quería comprar una Biblia. Me dijo que les avisara. Como Norma me dijo que ella le regalaba una, le dije a Carlos que nos viniéramos directo a su casa, pero no, quiso ir al centro de todas formas...

-Y que crees viejito...? dijo Carlos, que pasamos a ver unas computadoras bien padres que estaban exhibiendo en una tienda departamental y, platicando, platicando, resulta que ya tengo nueva chamba... con mejor sueldo... y con mis condiciones... dijo recalcando el final.

-Felicidades, dijo su padre, te lo dije...

-Cierto pinche viejito.... tienes boca de profeta...

-Humm... profeta... dirás que más sabe el diablo por viejo que por diablo, dijo Norma embromando a su marido.

-Será la luna, pero estoy contento, recalcó Carlos, y quiero que me invites una copita de esa botellita que siempre guardas para los viernes...

-Sea por Dios, exclamó Ricardo, tú lo ganas... y yo lo pierdo!

-Chillón, dijo Carlos, eres bien agarrado!

-Siéntense todos, indicó Norma que había ido a la cocina por refrescos y regresaba cargada de botanitas y dos cocas familiares.

-Esa es mi suegra, dijo Sonia.

-Barbera, acusó Carlos.

-Pues salud, invitó Ricardo, porque te vaya bien en tu nuevo trabajo.

-Oiga suegro, interrumpió Sonia, eso no quiere decir que esta noche nos va a dejar picados, verdad?

-De ustedes depende... si quieren...

-No jefe... terció Carlos, ahora más que nunca nos sigues contando. Si hasta parece milagro. Desde que comenzamos esta platiquita las cosas han cambiado para mí...

-Y hasta para mi, dijo Sonia con un suspiro recordando para sí la noche pasada.

-Bueno, pues entonces... creo que podemos empezar diciendo que nos cuesta imaginar Palestina en tiempos de Jesús, lo que era el país en que vivió. Para que comprendamos mejor las acciones de Cristo en la relación distancia-tiempo-ubicación, intentemos visualizarlo, apoyados por este mapita que les pude conseguir, dijo Ricardo mostrando un mapa de Palestina en tiempos de Cristo.

-Chale jefe, dijo Carlos, le hubieras sacado una copia en grande, no que así apenas y se notan algunos nombres...

-Cristo se crió en Galilea, en el pueblo de Nazaret. Nazaret está ubicado en una pequeña depresión, en la parte alta de los cerros del mismo nombre. El pueblo está como encerrado en sí mismo, sin ningún horizonte, y también la gente de Nazaret debía formar una población bastante particular. Sin embargo, en cuanto subía las lomas que bordean el pueblo, se le abrían perspectivas muy amplias: al sur, la llanura de Jezrael, muy poblada, por la cual transitaba todo el comercio de Palestina; al norte se extendía otro valle que llevaba al Lago de Tiberiades.

Seis kilómetros de camino bastaban para bajar a la llanura de Israel. De ahí se veía el monte Tabor, solitario enmedio del llano, como un sombrero puesto en una mesa. A algunos kilómetros estaba el pueblito de Naim, rodeado de trigales.

Al norte, apenas salido de Nazaret, se divisaba Seforis, capital de la provincia y desde donde los romanos imponían su autoridad; Jesús pudo ver, a lo largo de la carretera de Nazaret a Seforis a numerosos rebeldes crucificados, patriotas o ladrones. Frente a Nazaret, al otro lado del valle, se divisaban las casas de Canaán y la carretera que conducía a Magdala, Tiberiades, y Cafarnaúm,  ciudades situadas a orillas del lago, a un día de camino de Nazaret.

El evangelio habla muy de paso de Belén, en los cerros de Judá, el límite del desierto de Judá. Hay que decir que en idioma judío, la palabra “desierto” se aplica a cualquier lugar que no sirva para pastar. Durante la primavera se cubre de pasto y de flores, pero luego la hierba se quema y la tierra parece pura roca. Esta zona que parece pobre y desfavorecida era, en realidad, el corazón de la Tierra Santa.

Belén está solamente a unos diez kilómetros al sur de Jerusalén; y aquí me gustaría hacerles notar que las distancias son muy reducidas entre las localidades de las que habla el evangelio. Un día de camino de Jerusalén a Emaús. Un día también para bajar de Jericó, ciudad de las palmeras y de las flores, en el valle tórrido del Jordán. Ya de salida, de Jerusalén se divisa el Mar Muerto, hundido entre sus orillas abruptas.

Jerusalén, toda construida de piedra blanca, estaba sentada en un promontorio, protegida por los valles del Cedrón y de la Gehena. Su joya era el Templo, construido nuevo por Herodes y considerado como una de las maravillas del mundo. El sol hacía relucir los ornamentos de oro que cubrían sus piedras y sus puertas. En Jerusalén estaba el Palacio de Herodes y una fortaleza en la que residía el Procurador Romano, Pilato. Ahí tenían sus palacios los grandes de la administración y del comercio. En tiempos de Jesús, Palestina era una tierra sumamente rica, debido al trabajo de generaciones y generaciones de cultivadores empeñosos, debido también el nivel cultural muy elevado del pueblo judío, educado en la Biblia. La gente, sin embargo, vivía pobre, pues los romanos sacaban impuestos enormes por medio de los publicanos, y también los reyes descendientes de Herodes, junto con sus nobles, vivían suntuosamente, agobiando al país, a los campesinos y a los artesanos.

Como puede verse, las cosas no han cambiado gran cosa. Es decir, que si ustedes observan atentamente esta forma de vida es exactamente igual a la que actualmente vivimos. El rico es rico, y no sufre gran cosa por más impuestos que le carguen, pues siempre hay relaciones e influencias que le permiten “arreglar” cualquier problema; la clase media alta, formada por comerciantes, empresarios y grandes artesanos, es la que carga con el pago de impuestos en realidad, pero al menos tiene forma de defenderse, explotando a las clases bajas en sus líneas de producción y, finalmente, esas clases bajas que van desde el simple obrero o artesano de segunda hasta el depauperado que vive de la limosna de los demás. La hambruna, queridos hijos, ha formado parte de la mayoría de los pueblos a lo largo y ancho de la historia. Pero ya nos adentraremos en esto en otro momento.

Cuando iba Jesús de Nazaret a Jerusalén, podía pasar por los cerros de Samaria, en los que se sucedían los pueblos y aldeas rodeados de sus cultivos. Allí se sentó cerca del pozo de Jacob, en Sicar. Pero los samaritanos eran un pueblo al que los judíos tenían por hereje, pues compartían solamente en parte su fe y no se sentían unidos por ningún lazo de amistad. Así que los peregrinos judíos que de Galilea subían a Jerusalén para las fiestas, preferían seguir el valle del Jordán, o bien salían de la llanura de Jezrael por el Paso de Meguido, célebre en la historia judía, y seguían el camino del mar, atravesando de norte a sur la llanura calurosa y fértil en que los paganos fueron siempre tan numerosos como los judíos.

Nótese la ciudad de Cesárea en la costa, puerto que los romanos habían desarrollado tanto que estaba más poblado que la misma Jerusalén. Esta ciudad nueva pasó a ser, algunos años después de Pentecostés, el centro cristiano más importante de Palestina.

Pero el lugar más agraciado era, sin duda, la parte del Lago Tiberiades. Esta era una zona residencial, buscada por sus aguas termales. Había pesca abundante y en torno al lago alternaban cerros, desiertos y tierras de cultivo.

 

Como puede verse, también en esa época las formas eran similares a las actuales: tenían su centro religioso, su centro político-administrativo, y hasta sus centros residenciales y turísticos.

-Ha de haber sido hermoso... señaló Sonia.

-Ciertamente, contestó Ricardo. Otro mundo, otra época, otras costumbres, pero al final de cuentas, las mismas debilidades humanas...

-Así que, como quien dice, el mundo de Jesús no era más grande que Tlaxcala... exclamó Carlos.

-Bueno, no tanto, pero sí era un área limitada relativamente pequeña. Es, mejor dicho, porque la zona sigue existiendo. En otras condiciones políticas y sociales, pero el medio oriente sigue estando en su lugar.

-Y en ese pinche pedacito de tierra han sucedido tantas y tantas cosas que han cambiado a la humanidad...? agregó Carlos asombrado. No cabe duda que algo debe tener... primero, una tierra media luna fértil en el medio de los desiertos; luego, el lugar en donde se asienta el primer reino del mundo; más adelante, escenario de siglos de luchas y luchas; más tarde, la tierra prometida por Dios a Abrahám; espacio minúsculo del mundo que, por lo pronto, fue sede de dos de las siete maravillas del mundo: los Jardines Colgantes de Babilonia y el Templo de Jerusalén; en su momento la tierra en que Jesús, Cristo pues, cambia al mundo en menos de mil días y, finalmente, en los tiempos modernos, asiento de la primera nación judía propiamente establecida: Israel, pero también sede de luchas fraticidas que bien podrían llevar al fin del mundo... carajo... algo debe tener...!

-Claro, simplemente, es Tierra Santa... dijo Norma.

-Así era su tierra, intervino Sonia, pero cómo era su vida social y política?

-El mundo de Jesús era, en ese entonces, un mundo que podríamos calificar de normal, aunque con las agravantes de que su pueblo era un pueblo sojuzgado por decenas de generaciones atrás. Ahora lo era por el Imperio Romano que, aunque si bien es cierto que no les tenía propiamente de esclavos, sí mantenía un dominio social, político y, sobre todo, económico sobre la comunidad judía. Para que entendamos un poco mejor esto podríamos comparar con la época del virreinato en nuestro continente. España no nos tenía de esclavos pero las canongías las tenían los españoles, el dinero lo tenían los españoles, las tierras, incluso, eran “propiedad” de los españoles. Eramos semi-libres, pero tratados como seres de calidad inferior, tan inferior que se suponía que el indio no tenía alma y por ende era un vil animal al que podía tratarse como tal.

Pues bien, algo parecido sucedía en el mundo de Jesús. Y, al igual que aquí, se buscaba la libertad. Y digo que se buscaba la libertad porque un pueblo que vive sojuzgado por otro, por muy bien tratado que sea, siempre ansía la libertad absoluta. Los romanos habían entendido, a lo largo de sus múltiples conquistas, que si bien siempre pugnaban porque el Cesar era el Emperador Divino, el mandamás, el “hijo de los dioses”, y exigían que se le diera precisamente ese lugar, debían ser tolerantes con las creencias de los pueblos conquistados para poder tener un mayor control sobre estos. Así las cosas, el pueblo hebreo vivía normalmente, conservaba sus creencias, adoraba a su Dios, con todo y que sufría el peso del pago de los tributos que por cierto eran dobles, es decir, por un lado pagaban el tributo al conquistador, y por el otro el famoso diezmo a los sumos sacerdotes judíos. Más que nada, por esta última razón era un mundo más bien pobre, -guardadas las proporciones, era más o menos como ahora- pero dentro de esa pobreza había también sus clases sociales. Toda la vida, en todas partes, el que trabaja se gana un lugar en su comunidad. Por ende había clase media, a la que pertenecía la familia de Jesús, como también había privilegiados como los sumos sacerdotes y pobres como los aguadores o cargadores.

La religión judía marcaba, como una promesa eterna a lo largo de siglos de sojuzgamiento, la llegada de profetas y, principalmente de El Mesías, es decir, el salvador, el hombre que les daría lo que tanto anhelaban: su libertad, su verdad.

No nos vamos a meter mucho en enredos como el analizar las generaciones de judíos que detentaron el poder y de cuya descendencia se supone habría de venir ese Mesías. Porque en la promesa misma se decía que El Mesías habría de ser descendiente de la Casa de David, quizás para darle un toque prematuro de calidad social y religiosa. Tanto como decir que nacería de la “nobleza” judía, para comparar con algo.

El caso es que el pueblo judío había esperado por años, por muchos muchos años, a ese Mesías. Cada profeta, en su tiempo y en su momento, hablaba de su futura llegada. Incluso a algunos de ellos les llegaron a confundir con el Mesías, como es el caso de Juan el Bautista, pero ellos mismos se encargaban de declarar que no lo eran, que llegaría en su momento. Juan el Bautista, sin embargo, fue el primero en darle un toque de temporalidad actuante cuando señaló: “atrás de mí viene uno al que no soy digno de atarle las sandalias”. En otras palabras, El Mesías llegaría cuando Juan el Bautista aún viviera. Ya pronto! El sabía que ya había nacido y que pronto se daría a conocer públicamente.

Mientras tanto, las costumbres y diferencias en materia de religión -aunque de hecho profesaban la misma- marcadas a lo largo del tiempo por las doce casas o tribus de Israel en su largo peregrinar, hacía que unos y otros no se vieran con muy buena cara. Incluso, la relación misma que habían llevado algunos de ellos con los conquistadores romanos les daba un lugar aparte en la comunidad judía. Para no meternos tampoco en muchos enredos y, sobre todo, enredarlos a ustedes, como mera comparación los Esenios, por ejemplo, eran los ascetas, los estudiosos, los tradicionalistas, los que respetaban la norma y forma de los libros sagrados -en este caso el viejo testamento- y por otro lado estaban los publicanos, que no eran otros que judíos puestos al servicio de los romanos en materia de cobro, eran los cobradores de los impuestos a quienes los patriotas consideraban traidores y el pueblo corruptos, pues bien se daba cuenta de cómo se llenaban los bolsillos de dinero de esos impuestos; tal era el repudio que hasta mendigos se negaban a recibir sus limosnas. Los Maestros de la Ley eran algo así como catequistas y profesores de religión, entendidos en cosas religiosas, admiradores de Jesús pero que no se atrevían a considerar como hermanos suyos a los publicanos y otros pecadores, que se habían “contaminado” de costumbres no sólo romanas, sino egipcias, babilonias y de otros pueblos que les habían sojuzgado por siglos. Estaban también los Fariseos, hombres muy preocupados de la Ley de Dios, pero del tipo de hombres que, fuera de sus ideas y sus libros, no ven nada de lo que habrían de ver. Constituían una asociación respetada y pudiente y su grupo era el que más aparentaba en la religión judía. Eran hombres muy bien adoctrinados en la fe, aunque bien cabe aclarar que había entre ellos muchas personas sinceras. El fariseo se considera  a sí mismo como una persona respetable a quien Dios, más respetable aún, debía premiar y reconocer sus méritos. Se cuida de no pecar para no ofender a Dios, pero exagera en su cometido y esto hace que se vaya perdiendo en lo exterior de la existencia y entienda poco de nobleza interior. Fueron estos, los fariseos, los que se enfrentaron duramente a Cristo, oponiéndose a él en una forma tan reñida que su influencia fue determinante en su pasión y muerte y, finalmente, los sacerdotes, guías espirituales del pueblo pero que se habían convertido en una casta divina y poderosa tanto social como económicamente, que vieron en Cristo y sus enseñanzas a un enemigo de peligro no tanto para su bases religiosas, sino para el sostenimiento del poder.

-O sea, lo mismo de siempre... dijo Carlos.

-Ayyy mira tú, intervino Sonia, yo creo que eso ha sido de siempre y nunca se va a acabar...

-Pues yo pienso que la maldad existe, más que nada, para que exista el bien, agregó Norma.

-...por eso es de siempre? Preguntó Ricardo.

-Podría ser, dijo ella.

-Mira jefe, lo que pasa es que siempre hay quien se aprovecha de los demás; que se siente más listo que los demás y... cuerda!... le rompe la maceta a los otros... pero como alguien decía por ahí: no se puede engañar a toda la gente todo el tiempo...

-Así es, pero bien que se puede engañar a una porción de gente una porción de tiempo, agregó Ricardo.

-En fin.... ahí se queda usted con sus fariseos y sacerdotes suegro, que nosotros nos vamos a dormir para que mañana vengamos de nuevo a torturarlo... dijo Sonia a manera de despedida.

-No es tortura, vieja; al viejito bien que le gusta estar de güiri-güiri... afirmó Carlos.

-Irrespetuoso... regañó ella.

-Adiós hijos... pásenla bien y descansen.

 

 

Oye vieja -dijo Carlos un poco alarmado- ya te diste cuenta que el viejo del departamento de enfrente que vive solo mete a muchos chamacos a todas horas?

-Y...?

-Se me hace que vende droga, o es mariconcito... o degenerado!

-Ya tú... a todo le ves movida chueca!.

-No, en serio, y mete de todo... chamacas y chamacos... es más, parece tener preferencia por los de 13 a 15 años. Puros chamacos de esa edad mete en su casa y mira que tardan más de una hora allá adentro...

-Bárbaro... ahora sí que hasta la cuenta del tiempo le llevas. Eres tú el que está de mirón...

-Y si mis sospechas son ciertas?

-Pero si ya está viejito...

-Pues por eso... por carcamán. Dicen que a esa edad es cuando le llega a uno la degeneración...

-Ya párale... Oye, que no vamos a ir con tu papá?

-Sí, ya vámonos!

 

Norma abrió la puerta y les invitó a pasar con un reclamo cariñoso.

-Hola, pensé que ya no venían.

-Este -dijo Sonia- que se la pasa pegado a la ventana espiando al viejito de enfrente...

-Cuál?

-El viejo que vive mero enfrente de nosotros, dijo Carlos.

-Y qué le espías?

-Es que me he dado cuenta de que durante el día mete a chamacos, chavos y chavas pues, que yo creo que se van de pinta porque llegan cargando sus libros y mochilas, y se me hace que o vende droga o le hace agua la canoa...

-El que vive frente a ustedes? intervino Ricardo que salía de su recámara.

-Si, el viejito de lentes que se viste a la moda de los cuarentas...

-Que barbaridad! -exclamó Ricardo con una sonrisa de asombro- pero que pensamientos los tuyos! Ese buen hombre, porque es un buen hombre, es un maestro retirado que da cursos de regularización a jóvenes atrasados. Fue mi maestro. Dime si no lo he de conocer!

-Deveras...? espetó Sonia lanzando una carcajada estruendosa.

-Sí... deveras! Supe que vivía ahí porque lo saludé hace unos meses cuando salía de casa de ustedes.

-Ahora si te quemaste mi vida... advirtió Sonia a Carlos.

-Pero no me van a negar que, a simple vista, su conducta es sumamente sospechosa... si hasta otros vecinos lo dicen!

-Eso te pasa por dar a las cosas una interpretación a priori, es decir, de primera mano, sin analizarla, dejándote llevar sólo por lo que dicen otros, o por lo que escuchas. A ver, dime, qué fue lo que oíste que decían de él?

-Bueno... que Don Matías la estaba haciendo con los chamacos que le llegaban...

-Y naturalmente tú creíste que ese “la estaba haciendo” eran las atrocidades que pensaste?

-Claro...

-Y no pensaste que quien lo dijo se refería a que el pobre maestro “la estaba haciendo” porque ahora si podría comer tres veces al día, con las clases que imparte, ya que su exigua pensión no le alcanza?

-La verdad.... no...

-Pues que coincidencia porque precisamente de una situación similar les voy a platicar el día de hoy...

-Espérate... espérate... faltan las cocas y las galletas -dijo Carlos- o qué? es que no habrán?

-Naturalmente, dijo Norma al tiempo que le hacía una seña a Sonia y se enfilaba hacia la cocina seguida de su nuera.

-Oye -reclamó Carlos a Ricardo- como que ya le has dado muchas vueltas y no llegas al tema, no?

-Quedamos en que para comprender mejor la vida de Cristo era necesario que conociéramos sus antecedentes y su entorno. No es así?

-Y ya recorrimos la Biblia entera y no llegamos...

-De verdad que eres desesperado. Para empezar no hemos recorrido la Biblia entera. Tan sólo le hemos echado un vistazo a lo que se llama Viejo Testamento, la mitad de ésta.

-Qué pasó -exclamó Norma entrando con la charola en las manos- ya empezaron sin nosotras?

-No, de ninguna manera -contestó Ricardo- nada más estaba recordando a Carlos que antes de hablar de lleno de Cristo debemos conocer todo su entorno.

-Pues ya estamos listos, señaló Sonia arellanándose en el sofá.

-Bueno. Ya hicimos un recorrido por los antecedentes de Cristo. Ya vimos la forma de vida de su pueblo. Su ambiente social, económico y político. En fin, que ya llegamos a su época. Sólo nos falta hablar de quienes fueron sus padres terrenales.

-Ahhh, pues José y María, afirmó Carlos con aires de conocedor.

-Sí, claro, pero... Quiénes eran esos personajes? De dónde venían?. Cómo se conocieron? Cuándo se casaron?

-Qué no lo dice la Biblia?

-Pues verán. La Biblia contiene los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. En ellos se narra prácticamente la vida pública de Cristo. También en el libro de los Hechos, en donde, como su nombre lo indica, se registran los hechos de los apóstoles y reiteran algunos puntos sobre su vida pública. Pero en ninguno de ellos se habla de la vida de José y María. Cabe recordar aquí que la Iglesia dice que cuando los apóstoles empezaron a presentar al mundo el mensaje de Cristo, solamente usaron la palabra, proclamando lo que habían visto u oído de él. Ninguno de ellos pensó en escribir una “Vida de Jesús” y, a lo mejor, no sabían escribir.

-Entonces cómo vamos a hablar de José y María? dijo Sonia medio asombrada.

-Vamos por partes. Los evangelios que conocemos, los que forman parte de la Biblia, fueron escritos por los evangelistas ya mencionados....

-Escritos...? Pues no que no sabían escribir? reclamó Carlos.

-Dije que a lo mejor no sabían. Pero se supone que, de no saber, después aprendieron. De los cuatro, sólo Mateo y Juan conocieron personalmente a Cristo. Es de conocimiento general que el evangelio de Marcos apareció en Roma alrededor del año 64 de nuestra era. El de Mateo se considera del año 75. El de Lucas del 85 y, finalmente el de Juan del año 100 o quizás posterior.

Así las cosas, algunos autores y teólogos afirman que si se toma en cuenta que lo que escribieron -los evangelistas, sus traductores, o quienes lo hayan hecho- lo hicieron muchos años después de desaparecido el Señor, bien es posible que sus escritos hayan sido susceptibles de incorrecciones, omisiones, olvidos y quizás hasta de recibir algunas cosas de su propia cosecha. Es decir, que aparentemente no son confiables del todo.

-Entonces en qué quedamos -volvió a reclamar Carlos- son o no son reales?

-Reales sí son. Sólo les hago ver que, en primera, hablan de la vida pública de Jesús y, en segunda, por haber sido escritos tantos años después pudieran no decir todo lo que Cristo dijo. Según la Iglesia, estos son los evangelios reconocidos, escritos con el auxilio del Espíritu Santo, y por ende los únicos.

-Qué quiere decir con los únicos? Porque por ahí he oído que hay otros que la iglesia no reconoce, apuntó Sonia, les llaman falsos, apócrifos, protoevangelios y no sé cuantas lindezas más...

-Huyy cuánto sabes, dijo Carlos en son de broma.

-Así es, afirmó Ricardo, pero.... eso es precisamente a lo que me refería cuando hablábamos de mi querido maestro y amigo. Las cosas no deben interpretarse a priori. La Iglesia, para empezar, mañosamente nunca ha dicho que sean falsos.

-Cómo no!!! exclamó Sonia.

-No. Les ha calificado de “apócrifos” que suena feo y da a la inmensa mayoría de la gente la idea de que quiere decir falsos. Según el diccionario, así es, pero también según el mismo diccionario, en otra acepción apuntada en la misma palabra, quiere decir “secretos”, “ocultos”. Es más, protoevangelio, que también “suena” a contrario, a falso, quiere decir “primer evangelio”.

Ahora bien. Las investigaciones hechas por infinidad de teólogos e historiadores -católicos, religiosos o no- han demostrado que los evangelios contenidos en la Biblia son extractos o partes de los protoevangelios, es decir, de los primeros -o reales- documentos, sacados de los evangelios apócrifos -es decir, de los libros secretos u ocultos-, y a los que fueran “quitadas” todas aquellas partes que a los representantes de la religión, en aquellas épocas, no convenían.

Los documentos encontrados en la biblioteca de Nag Hamadi, no son sino las versiones originales que, por ende, traían mucho más narración que los que ahora conocemos, y vienen a confirmar la veracidad de los protoevangelios, lo que a su vez ratifican las pocas partes descifradas de los Documentos del Mar Muerto, hallados en 1947 en una cueva del Cumrán, a orillas del Mar Muerto.

-A ver... a ver... ya me enredaste -dijo Carlos- cómo está eso?

-Fácil. A los evangelios originales se les llama apócrifos porque son “secretos” ya que muchas cosas narradas en ellos no convenía a la iglesia darlas a conocer por diversas razones que ya hemos analizado.

Como ejemplo de esto puedo comentarles que, en una fecha no determinada, los Obispos Cromacio y Heliodoro enviaron a San Jerónimo un documento escrito en hebreo por Mateo para su traducción al latín. En la parte inicial de su carta señalan: ”Encontramos en libros apócrifos -recuerden que no quiere decir falsos sino secretos- relatos del nacimiento de la Virgen María, la natividad y la infancia de Nuestro Señor Jesucristo. -Y aquí viene lo bueno- Como consideramos que contienen muchas cosas contrarias a nuestra fe, pensamos que debe rechazarlo completamente, a fin de que, en ocasión del Cristo, no diésemos motivo de júbilo al anticristo...”

-A ca....nijo... entonces, como quien dice, acusaban a Mateo de escribir cosas contrarias a la religión.

-Prácticamente. La verdad es que a quienes no convenían era a los hombres que en esa época conformaban la curia.

-Y que hizo San Jerónimo?

-Con una diplomacia sin igual, en su respuesta les da la razón aparentemente, pero recuerda que precisamente algunas personas interesadas se habían dedicado a publicar falsedades, como Lucio, un maniquéo que publicara falsas historias de apóstoles y, finalmente afirma: “Cesen ahora los ultrajes de los que se han lanzado en contra de nosotros: no por esta razón lo añadiremos a los libros canónicos, -pero advierte- traduciremos este escrito del apóstol y evangelista para desenmascarar la falsedad de la herejía. Y aportamos a esta empresa igual cuidado en cumplir la voluntad de los piadosos obispos que en oponernos a estas herejías impías. Es, pues, por amor al Cristo, que obedecemos, llenos de confianza, -ojo- los ruegos de aquellos que, por nuestra obediencia, podrán conocer la santa infancia de nuestro Salvador”

-Cuerda... que forma de decirles les hago caso pero haré lo que sea correcto...

-En esos evangelios apócrifos se narra no sólo la infancia de Jesús, sino la vida, procedencia y forma en que se conocieron José y María, que es a lo que vamos.

Los documentos encontrados en 1947 no son otra cosa que las versiones originales de los textos, escondidas por los judíos allá por el año 70 ante la cruenta persecución romana que culmina con la expulsión de los esenios del Cumrán, la destrucción del Templo y la caída de Jerusalén. Estos documentos confirman la veracidad de los evangelio primarios, conocidos pero no reconocidos por la iglesia, y que “desaparecieran misteriosamente” desde hace muchos años.

-Cuenta pues... urgió Carlos.

-Será mañana porque ya les veo a estas mujeres caras de cansadas y, francamente, yo también lo estoy.

-Tienes razón viejo. Mañana hay que madrugar para irse a la escuela y, aunque esto está muy interesante, yo ya me voy a dormir, comentó Norma.

-Andale, vámonos, que luego tú tampoco te quieres parar, apuró Sonia a Carlos que se levantó para inmediatamente después estirarse a todo lo que daba su cuerpo.

-Sin embargo, me dejan picado... dijo dándole un beso en la mejilla a Norma y otro en la frente a su padre.

-Hasta mañana hijos, despidió Ricardo.

-Hasta mañana suegros, que sueñen con los angelitos... deseó Sonia.

-Adiós, que descansen. Dijo Norma.

 

Cuando llegaron a casa, Carlos se asomó a la ventana en dirección a la casa del maestro.

-Será...? dijo.

-Qué? -contestó Sonia sin haberse dado cuenta de que su marido atisbaba por la ventana.

-Lo del maestro...

-Ayyy contigo... mira, ya deja de hacerte el detective y vente a tomar algo de cenar.

-Oye. Tú ya sabías de verdad lo de los evangelios apócrifos?

-Sí, algo había oído en casa de mi mamá.

-Y eso que no eres mocha...!

-Mocha tu abuela.

-Orale, con mi abuelita no te metas...

-Pos pa’que ofendes...

-Sabes?... nunca se me había ocurrido preguntarte qué tanto crees en Dios.

-Y por qué crees que nos casamos por la iglesia?

-Bueno... eso no quiere decir que por eso ya creamos. Es más bien un convencionalismo social, no?

-Estas loco tú. Qué los ateos se casan por la iglesia?

-No sé, sería bueno preguntarles a los compadres. Ya sabes que siempre están comiendo cura y sin embargo se casaron por la iglesia...

-Sí... verdad?

 

 

Hola suegro, dijo Sonia alegre cuando llegaron a casa de Ricardo y Norma.

-Bienvenidos, como siempre, afirmó esta última.

-Le traigo un problemita suegro, a ver que tan bueno es para darle respuesta... agregó la nuera.

-Ah caramba... ya veremos, ya veremos...

-Hola familia... casi gritó Carlos abrazando a su padre.

-Qué pasó hijo, cómo estás?

-Bien, bien... cada día mejor gracias a ti y a tus sesiones telenoveleras sobre Cristo.

-A ver suegro... contésteme una cosa -dijo Sonia que ya estaba sentada en un banco alto de la pequeña barra que había en la sala- La gente se casa “por la iglesia” por convicción, por tradición, o por meros convencionalismos sociales?

-Ay Dios! Que pregunta tan rara! A qué viene?

-A qué cree usted? A un comentario de su hijo que me dejó pensando. Estábamos hablando de si creía o no en Dios y le dije que porqué creía él que nos habíamos casado por la iglesia... y me contestó que eso no quería decir que alguien creyera, y me puso como ejemplo a los compadres, eternos come-curas pero que se casaron por la iglesia...

-Mira... la verdad es que quien se casa “por la iglesia” DEBE, en primer lugar ser católico, en segundo creer, y en tercero estar seguro de lo que está haciendo, aunque no precisamente en ese orden. Ahora bien, el tiempo, las costumbres, los principios, las modas de los pueblos son lo que influyen en tales o cuales desviaciones o modificaciones en reglas, normas, leyes y costumbres mismas. Por ejemplo, en muchos países del mundo, es verdad, la boda religiosa se ha convertido más en un convencionalismo social que en la celebración de un sacramento. Por eso vemos que come-curas, como tú les llamas a tus compadres, y aún algunos judíos, ortodoxos, libaneses, y hasta ateos, cuando de novia católica se trata, se casan “por la iglesia” sin importar si creen o no creen y, lo más importante de todo, sin que al sacerdote le importe si está casando a un ateo con una creyente.

-Entonces es como las fiestas -dijo Carlos- si tengo para hacerla la hago, si no, pues no!

-Socialmente hablando, desgraciada y prácticamente sí. Sin embargo, quienes somos creyentes debemos estar conscientes de que más que una fiesta es el cumplimiento de un sacramento.

Naturalmente que, como decía, las costumbres cambian a lo largo de los tiempos y según los ritos y normas de la misma religión incluso.

-Bueno, nos vas a contar de María y de José o nos vamos a seguir con lo de las bodas pachangueras?

-No... a eso iba. A cómo se casa José con María. Pero, como en todo, vamos primero a los antecedentes.

La vida de José y María se halla en dos, e incluso tres redacciones diferentes. Desgraciadamente está incompleta, pues los fragmentos provienen de manuscritos diferentes, aunque el manuscrito a partir del cual se publicó la Historia de José es de origen egipcio. La recesión copta es sin lugar a dudas una traducción del griego y es a la que me voy a referir, aunque tomando partes de la traducción árabe del mismo documento por ser más “acordes” a nuestra forma de hablar actual.

Al principio de esa historia hay una anotación que señala “Este es el relato del fallecimiento de nuestro santo padre José, el carpintero, padre del Cristo según la carne, el cual vivió ciento once años. Nuestro Salvador contó a sus apóstoles toda su vida, en el Monte de los Olivos. Los apóstoles escribieron estas palabras y las depositaron en la biblioteca de Jerusalén. El día en que el santo anciano abandonó su cuerpo, fue el 26 del mes epép (junio-julio). Descanse en paz. Amén.

-Ciento once años.... para lo que vivían murió muy joven, no? -comentó Sonia.

-No. Recuerden que Jehová ya había castigado dos veces a los hombres y les había acortado el tiempo de vida. Ciento once años, para entonces, era el equivalente a la edad de un viejo. Fíjense que se refieren a él como “el santo anciano”.

-Oye, dijo Norma, pero en el Monte de los Olivos lo que la historia sagrada registra referente a lo que dijo Jesús es otra cosa...

-No... sólo que la historia sagrada y los evangelios registran únicamente el capítulo I -de 32 originales- que es precisamente en el que Jesús anuncia su crucifixión y muerte, da la misión de evangelizar a los apóstoles, a quienes manda a predicar a todas las naciones, y advierte que el fuerte no podrá salvarse por su fuerza ni el rico por sus riquezas. Es más, no incluye las dos últimas líneas de ese primer capítulo que dicen: “Ahora, escuchad, os contaré la historia de mi padre José, el viejo carpintero, bendecido por Dios”.

-Otro de los recortes de la iglesia? preguntó Carlos.

-Así parece. Excluyen precisamente la historia de José, de María y la infancia de Jesús. No entiendo yo tampoco el porqué. Pero no sabemos, conforme a aquellos tiempos de construcción de la iglesia y las costumbres de la época, qué motivó a los santos varones a ocultar cosas tan simples como esas. Si bien es cierto que algunas narraciones, sobre todo de la infancia de Jesús, podrían parecer incluso ahora aberrantes, no todo y muchos menos los datos que nos ubican en la vida de los tres son censurables.

-A ver.... cuáles narraciones de la infancia de Jesús son aberrantes? -reclamó Norma.

-A su tiempo. A su tiempo!

-Siga suegro, siga...

-Bueno, el documento señala  -y recuerden que es una narración del propio Jesús respecto a sus padres- que José era de la ciudad de Belén, pertenecientes a Judea y que “estaba bien instruido en la sabiduría y el arte de la carpintería”. Esto le da ya una posición muy diferente a la que hemos tenido siempre del carpintero pobre. Pero aún hay más. En la traducción árabe, esas mismas líneas dicen que José: “estaba excelentemente bien instruido en las ciencias, y fue sacerdote en el templo del Señor”. Aquí, lo que no podría estar muy acorde a los evangelios aceptados es que José no era “el pobre” que nos quieren hacer conocer.

Naturalmente que una de las ciencias a las que José se dedicaba era la carpintería. Como hombre, era justo y temeroso de Dios. Cumplía fielmente con los designios del Señor y llevaba una vida honorable. Este hombre se casó -en santo matrimonio- con una mujer que le dio cuatro hijos y dos hijas. Las hijas se llamaron Lisia y Lidia; los hijos Judá, Josetos, Simón y Santiago. La mujer de José murió y dejó a Santiago aún muy pequeño...

-Santiago el menor!... exclamó Carlos en son triunfalista.

-Exactamente...

-Un momento... terció Norma, entonces, como quien dice, la afirmación de que Cristo tuvo otros hermanos es cierta!

-Sí, pero no como nos la quieren manejar los integrantes de sectas o detractores de la religión y de la virginidad de María, aclaró Ricardo. María fue Madre de Jesús, y sólo de Jesús. Este sí tuvo hermanos, pero eran hijos de José y de la que fue su esposa.

-Bueno... y si es así, por qué ocultar algo tan importante, y al mismo tiempo nada denigrante para la religión? dijo Sonia

-Debemos recordar que hubo algunas épocas en que la virginidad de María era tan cuestionada, quizá más que hoy, que a lo mejor la curia no quiso dar pie a maledicencias. Ustedes saben, guardarlo como secreto para evitar, más que nada, entrar en aclaraciones...

-Pero... qué necesidad había...?

-La verdad, y desde nuestro punto de vista actual, ninguna!

-Y entonces... cómo llega María a la vida de José?

-Bueno, ya vimos que José era un hombre justo, que se casó y enviudó y que tuvo cinco hijos. La verdad es que no sabemos más de él, de su infancia o juventud; sabemos sí, de su muerte, pero ya lo hablaremos más adelante, en su momento, y que se casó más tarde con María, conforme al relato de Cristo en el Monte de los Olivos. Ahora bien, de María es otra cosa.

En el evangelio del pseudo-Mateo, ese que enviaron los obispos a San Jerónimo para su traducción, viene un relato adjudicado a Santiago, el hijo de José que narra la concepción, nacimiento e infancia de María.

-Por qué dijiste pseudo-Mateo? preguntó Norma.

-Es otra forma que tienen de llamar a los protoevangelios. Bien. En Jerusalén vivía Joaquín, de la tribu de Judá. Era un pastor que amaba a Dios con toda la simpleza de su corazón. De sus corderos, sus ovejas, de la lana y de todo lo que poseía, hacía tres partes: daba una a las viudas, huérfanos, forasteros y pobres; otra más a los sacerdotes y hombres consagrados a Dios, y la tercera la reservaba para él y para su casa. Esto, bien visto a ojos de Dios, hacía que multiplicara sus rebaños. Señala que empezó a los quince años, y a los veinte tomó por esposa a Ana, hija de Isachar, de su propia tribu, de la raza de David.

Sin embargo, pasaron veinte años y no llegó a tener descendencia.

En una ocasión, estando en el templo cumpliendo con sus deberes y presentando sus ofrendas, un escriba del templo se acercó a él y le dijo: “Tú no puedes estar entre los que hacen sacrificios a Dios, porque Dios no te ha bendecido dándote descendencia en Israel”.

-Lo de siempre... comentó Carlos.

-Oh, cállate... exigió Sonia.

-Joaquín se marchó llorando del templo, tomó sus rebaños, a sus pastores y se fue a un país lejano. Ana no supo nada de él en cinco meses. Ella lloraba amargamente.

Un día, Ana levantó los ojos al cielo y dijo: “Señor, Tú, que has dado descendencia a todas las criaturas... y que has hecho que se regocijen de su progenitura, ¿me niegas a mí los favores de tu bondad? Tú sabes, Señor, que desde el comienzo de mi matrimonio hice voto de que, si me dabas un hijo o una hija, te lo ofrecería a tu templo santo”.

De pronto apareció ante ella un ángel que le dijo que dejara de temer pues era designio de Dios que tuviera una hija y que el vástago que “de ésta nacerá será admirado por todos los siglos, hasta el fin”.

Mientras tanto, en las montañas donde pastaba Joaquín sus rebaños, apareció un joven que le dijo: “¿Por qué no vuelves con tu esposa?”, a lo que aquel respondió con desilusión haciéndole ver su desgracia de no tener hijos en veinte años. Entonces, el joven se identificó como un ángel, el mismo que se había aparecido a Ana, y le dio la noticia de que su esposa estaba encinta. Joaquín tuvo temor y se postró. Por la noche, durante el sueño, el ángel se le apareció de nuevo y le dijo que Dios les había dado, a él y a su esposa Ana, una posteridad “que ni los profetas ni los santos han tenido jamás desde el comienzo, ni nunca tendrán”. Cuando despertó, los que cuidaban sus rebaños le dijeron que no se resistiera más y partieran rumbo a su casa. Treinta días después Ana le abrazaba dándole la buena nueva.

Ana, así, trajo al mundo a una niña a la que le pusieron por nombre María. En cuanto la destetó a los tres años, ella y su esposo Joaquín fueron al templo y la presentaron para que viviera con las vírgenes que se dedicaban día y noche a alabar a Dios.

Cuando la niña estuvo delante del templo del Señor, subió corriendo los escalones sin mirar atrás y sin preguntar por sus padres, como lo hacen normalmente los niños, sorprendiendo incluso a los mismos sacerdotes.

-Oye, -interrumpió Carlos- aquí hay algo que de repente me prendió el foco...

-Sí -contestó Ricardo- y casi puedo apostar que es lo mismo que a mí me sucedió...

-Qué? -preguntaron casi al unísono Norma y Sonia.

-Miren. Hay muchas cosas que hemos visto que, al paso de los años, toman una conformación de título, más que de acepción. Por ejemplo: cuando llamas a un sacerdote “padre”. Se refieren a él como “el padre Juan”, no?

-Sí, contestaron.

-O al frayle... agregó Carlos... Fray Jerónimo...

-Así es. Ahora bien, ¿no podría ser posible que a las vírgenes dedicadas al Señor, esas pequeñas vírgenes en cuerpo y alma, se les conociera como “la virgen fulana” o la virgen mengana”?

-Es posible...

-De ahí entonces que a María, al paso del tiempo, se le siguiese conociendo como la Virgen María del templo. Sin que eso sea obligada y necesariamente en referencia a la virginidad física!

-Oye! Párale! -reclamó Norma medio molesta- ¿Estás diciendo que María no era virgen?

-Nooo... de ninguna manera!

Yo creo en la virginidad total de la Madre de Dios! pero... cabe la posibilidad que muchos, sabedores de que también era una especie de “título”, con el tiempo, hayan encontrado ahí una forma de detractarla...

-Bueno... puede ser... pero...

-Además, aceptando sin conceder que María no hubiese sido virgen físicamente, aceptando sin conceder que hubiese tenido a su hijo igual que todas las mujeres del mundo... qué hay de malo en ello? Qué acaso la maternidad es pecaminosa? Mancha a cualquier mujer ser madre?

-No... tampoco, pero...

-Entonces? Yo creo en la virginidad de María, pero me atrevo a decir a los que no creen en ella que, al final de cuentas, si tuvo a su hijo de una forma “normal” no dejó de ser la elegida de Dios para una labor tan noble y santa que le llevó a ser Madre del Salvador.

-Y que pasó después...?

-Ya mañana les contaré de la infancia en el templo y de cómo llega a casa de José. Por lo pronto, no los corro pero creo que hoy nos extendimos un poco más que de costumbre....

-Ta’bueno... dijo Carlos levantándose de la alfombra en donde había estado sentado.

-Deveras que ya es noche, dijo Sonia, y ni cuenta nos dimos de la hora...

-Así es esto de las Cristonovelas, comentó jocoso.

-Uffff... tú siempre has de salir con una de las tuyas... espetó Sonia.

-Bueno, pues hasta mañana señores míos. Que el ángel les hable en sueños... agregó Carlos como para hacer enojar á Sonia.

-Tu chamarra, Carlos, y... a propósito, cuándo nos dan ustedes la buena noticia? dijo Norma.

-Cuál...? contestó Carlos frunciendo el ceño.

-Hummm suegra... a lo mejor dentro de veinte años... dijo Sonia abriendo la puerta para salir.

-Veinte años... si eres tú la que no quiere! reclamó Carlos despidiéndose alzando la mano.

 

 

 

 

 

 

 

No me está gustando lo que dices de la virginidad de María, dijo Norma un poco molesta a Ricardo.

-Qué es lo que no te gusta? preguntó él.

-Creo que metes la duda sobre la virginidad de la Madre de Dios y eso no está bien... ya te pareces a esos ateos que niegan todo lo bueno de la religión...

-Espérate... yo no niego nada de lo bueno de la religión, por el contrario, creo que hay mucho más de bueno que nos han negado conocer! Además, tú sabes, mejor que nadie, que yo no dudo de la virginidad de nuestra Santa Madre. Sabes lo que adoro a la Lupita, que no es sino una advocación más de la Virgen María...

-Pues si, pero...

-Pero nada... si quiero que mis hijos conozcan mejor a Cristo, considero que deben saber lo que hay de bueno y de malo. Lo que se dice a favor y en contra. Deben ver y conocer las dos caras de la moneda. De no ser así, caemos en el mismo dogma de creer a pie juntillas, obligados sólo porque la Iglesia o el cura lo dice. Tú eres maestra. Le dirías a uno de tus alumnos que Hidalgo es el padre de la Patria porque así lo dicen los libros de texto, o lo ordena el presidente?, o les explicas los actos que le llevaron a enarbolar la lucha libertaria para que entiendan?

-Es otra cosa...

-No, no es otra cosa. Todo debemos aprender con una dosis de análisis. Entender para creer. Cómo recuerdo al maestro de matemáticas de secundaria; el muy irresponsable no nos explicaba el álgebra ni de chiste. Fuimos muchos los que reprobamos, hasta que su novia, nuestra maestra de literatura, nos explicó poco a poco y así pudimos pasar de año. Ya parece que una ecuación se puede aprender nada más porque te dicen que x es igual a y, y punto!

-Y no es mejor que conozcan nada más lo positivo? -agregó Norma.

-No! Yo creo que debemos conocer lo más que podamos de nuestra religión para saber entenderla y, sobre todo, defenderla. Mira... por qué crees que los Testigos de Jehová, Evangelistas y otros representantes de sectas han logrado tanto adepto? Simplemente porque ellos sí conocen a fondo la Biblia, y gracias a eso saben manipularla para convencer a otros menos duchos en historia sagrada. Te apuesto lo que quieras a que el 90 por ciento de los cristianos no conocen ni la forma en que está dividida la Biblia o qué significa la Misa!

-Por qué te acaloras? reclamó Norma.

-Porque me parece que no somos animales que se rigen por reflejos condicionados. Dios nos dio el don del raciocinio y por ende del análisis. Podemos entender, no somos brutos. Por eso admiro a nuestro Papa; poco a poco lleva a la Iglesia a la verdad concreta.

-Esta bien... ya... cálmate que no tardan en llegar los muchachos y no quiero que piensen que peleamos...

-Aún es temprano... voy a dar una vuelta, paso por pan y galletas al super y regreso. Si llegan antes diles que perdonen mi tardanza y me esperen, por favor.

 

Ricardo había llegado a un punto en que él mismo se sentía confundido. Estaría haciendo bien en hablarles a sus hijos sobre el tema? O podría enredarlos y motivar que se fueran por otro camino? Qué pensaría Dios mismo de sus opiniones?

Al pasar por la iglesia sintió el impulso de entrar. Se sentó al final de las bancas. Miró al Cristo que pendía de la cruz y luego buscó con la mirada alguna imagen de María. Se encontró con la Guadalupana. Se le quedó viendo y un tropel de pensamientos llegaron a su mente.

-Señora mía... no es mi intención ofenderte. Tu virginidad física, aún científicamente, sé que puede darse. Pero no es ese el punto. No quiero que los demás duden de ti por mis palabras. Creo en ti, porque el hecho de ser la Madre de Cristo te hace sublime y divina. ¿Cómo puedo hacer que se entienda el término “virginidad” sin ofenderte o sembrar la duda? Ayúdame! dijo Ricardo mentalmente viendo de frente a la Lupita.

A Ricardo se le había dado la facilidad de palabra y un poderoso don de entendimiento y raciocinio. Sabía que debía hacer algo en retribución y ofreció, a su manera, difundir la palabra de Dios dentro de sus limitaciones. Era la promesa de un ser humano agradecido con Dios por los dones otorgados, así de simple.

Sin embargo, ahora sentía que se enredaba un poco. Que también a él le surgían dudas no fáciles de despejar.

 

-Qué pasó Jefe? Ya te iba a buscar!

-Gracias, me entretuve un poco, pero ya estoy aquí, contestó Ricardo queriendo mostrarse amable al llegar a su casa.

-Hola suegro, saludó Sonia.

-Hola muchacha, cómo te va?

-Bien... qué tiene? lo veo medio raro...

-No... nada...

-Oye, intervino Norma que salía de la cocina, yo también te veo raro. Ven aquí, siéntate, qué sientes?

-Nada, deveras, estoy bien...

-Quiere algo suegro? Un café, su coca, o agua?

-Bueno, ya que lo ofreces, una coca-cola me caería bien.

-Yo la traigo, dijo Sonia.

-Sí, ve, yo voy a llamar al doctor... agregó Norma preocupada.

-Ohh, que lata contigo! No te digo que no tengo nada?

-Pues por las dudas papacito...

La velada no pintaba como siempre. Ricardo decía sentirse bien y decía verdad, estaba bien del cuerpo, pero en el alma se desataba una feroz lucha interna. Una parte de sí le urgía continuar con el relato, la otra exigía suspenderlo. Era casi casi como una lucha entre el bien y el mal. Qué podía hacer? Necesitaba calma, tiempo para pensar con calma. Faltaban unos cuantos días para las vacaciones de fin de año... eso! Aprovecharía esos días para reflexionar.

-Qué pasó licenciado? Qué le aqueja? dijo a guisa de saludo el médico amigo de Norma que acababa de llegar, llamado urgentemente por ella.

-A mí?... Nada...! contestó Ricardo entre bromista y molesto, y menos algo que pueda curar un matasanos como usted...

-A ver, abra la boca...

-Mhummm....ugted no tiegne gazón paga estad aguí...

-Eso lo decido yo mi querido periodista. Pero no se preocupe, ahí traigo certificados de defunción así es que no hay de que apurarse.

-Ja... eso quisiera médico! Pero mire, estoy más fuerte y sano que nunca.

-Pues parece que así es Don Ricardo.

-Ve? Se lo dije. La verdad, agregó Ricardo con un toque de intimidad, la verdad es que no es el cuerpo el que me duele, sino el alma...

-Huyy, pues eso si no se lo puedo curar, señaló el galeno.

-No doctor, deveras, dijo Ricardo ya con seriedad y el gesto adusto, tengo un conflicto de intereses espirituales muy grande y me tiene preocupado y ocupado a tal grado que, contra mi costumbre, no lo pude disimular y pensaron que estaba enfermo.

-Mire licenciado, comentó el doctor al comprender la seriedad con que hablaba ahora su amigo, si puede, váyase de vacaciones. Use ese tiempo para descansar y meditar...

-En eso estaba pensando precisamente...

-Pues adelante! No lo piense dos veces, haga maletas y largo!!!

-Tiene razón médico. Lo tomaré como una receta suya.... ahhh... y gracias!

-De qué, mi querido amigo. Fue un gusto verle sano.

Al salir el médico, Norma se prestó a acompañarle a la puerta, por su proverbial cortesía y para interrogarle.

-Cómo está? Qué tiene?

-Nada!

-Qué?

-Nada Normita, nada. Está más sano que nunca.

-Entonces?

-Alguna preocupación, quizá, dijo discreto el médico, le receté salir de vacaciones y olvidarse de problemas.

-Vaya...! Pues que oportuno, porque el próximo viernes termina el curso escolar y podemos ir a algún lado...

-Vayan... vayan... será de mucho provecho para ambos.

Sonia y Carlos estaban a la expectativa. No habían querido entrar a la habitación de Ricardo hasta no saber qué le pasaba.

Enterados por Norma, asomaron la cabeza por el filo de la puerta y Carlos dijo:

-Ah pinche viejito... conque tienes mal de perrera... y todo por no ir a la escuela!

-Qué?

-Ya nos dijo el médico que tu receta es irte de vacaciones...

-Ahhh, sí, eso dice.

-Pues ni modo, la Cristonovela tendrá que esperar un poco...

-Ay Carlos, qué no te puedes portar serio nunca? gruñó Sonia, y sonriendo al dirigirse a su suegro agregó: Usted no se preocupe, yo le hago sus maletas y le pongo su itacate!

-Gracias hija, dijo Ricardo sonriendo paternal.

 

 

El viaje le estaba sentando a Ricardo de maravilla. Habían visitado muchos pequeños poblados y, naturalmente, sus respectivas iglesias. Le fascinaba entrar a un templo y sentir esa paz y sosiego que se experimenta. Norma, a quien también le encantaba conocer nuevos lugares, lo observaba con discreción, aunque esto no pasó desapercibido por Ricardo.

-Oye viejo, dijo Norma con dulzura, qué te parece si vamos a platicar un poco con el padre. Allá está sentado y sería bueno que nos contara un poco sobre la historia de su templo...

-Noo... dijo abruptamente Ricardo.

-Por qué?

-No, por nada, lo que pasa es que ya tengo hambre; ven, vamos a comer algo por ahí...

La verdad es que Ricardo no quería tener una discusión con sacerdote alguno. Sabía que las intenciones de Norma eran sanas, que deseaba ayudarle a encontrar la paz espiritual, pero también daba por descontado que su mujer no perdería oportunidad de comentar las reuniones con sus hijos y entonces... vendría la discusión.

Norma no insistió. Salieron de la iglesia y se dirigieron a un restaurante que estaba en el portal de enfrente. Ordenaron y comentaron algunas cosas sobre la población.

-Ricardo, puedo preguntarte algo?

-Claro...

-Qué te pasa?

-Qué me pasa de qué?

-Hay algo que esta sucediendo y no me gusta; no sé que es, pero no me gusta verte así.

-Mira, lo que pasa es que desde nuestra pequeña discusión sobre la virginidad de María algo se despertó dentro de mi.

De pronto no encontraba las palabras para seguir con el relato. Me entró un miedo espantoso de que estuviese equivocado, no tanto en mis apreciaciones, sino en el dárselas a conocer a los muchachos, de que ellos pudieran entenderlas o las tergiversaran, de estar ofendiendo a la Madre del Creador con mis conceptos...

-Pero... si eso es lo que has investigado, si eso es la verdad, si así son las cosas y, como muchas veces lo has dicho, sientes que Dios mismo te lleva de la mano para encontrar datos e información, a qué le temes? No es, en todo caso y como tú mismo te comprometiste, tu responsabilidad dar a conocer a unos y otros lo aprendido? Vamos, por favor, me extraña que surjan dudas en ti sobre todo esto. Yo también pienso que no es una casualidad el que hayan llegado a tus manos los libros necesarios, incluso regalados algunos, para hacer una investigación que también de repente te surge de la mente. Hay algo, algo intangible, pero notorio. No quiero decir con esto que seas un profeta, o que te hable Dios, o que tú mismo te sientas así, pero de que hay algo fuera de lo normal en todo esto, lo hay. Debes tener confianza en ti mismo, en lo que haces, en tus conceptos que, por otra parte, has comprobado hasta la saciedad que no están errados. Creo que debes dejar de dudar... y cumplir con tu promesa.

Ricardo nunca la había escuchado hablar así. Cada palabra suya penetró hasta lo más hondo de su alma. Sabía que tenía razón. Sabía que había dado en el clavo. Sus palabras fueron tan arrebatadoras y precisas que, en ese momento, Ricardo suspiró y sintió que, al exhalar, arrojaba toda la pesadumbre que le había inquietado esos días.

-Sabes?... Tú eres mi ángel de la guarda!

-Humm...

-Deveras! No tienes idea de lo que acabas de hacer! Come, regresamos a casa.

-Ah no... ahora me cumples o me dejas como estaba... mis vacaciones son mis vacaciones!

-Está bien, sólo que ahora sí voy a disfrutar del descanso en realidad...

-Bendito sea Dios, dijo Norma sintiendo el cambio en Ricardo.

 

Al terminar, Norma insistió en regresar al templo. Quería dar gracias por lo sucedido. Ricardo no se opuso.

Cuando entraron, Ricardo se arrodilló en el reclinatorio, entrelazó las manos y recargó la cabeza sobre ellas. Así estuvo por varios minutos. Ella terminó su rezo y se alejó para dejarlo en paz.

-Hola hija, dijo el sacerdote acercándose a ella.

-Hola padre, buenas tardes...

-De dónde vienen?

-De Acapulco padre, andamos de vacaciones.

-Bendito sea Dios que pueden disfrutar de ellas y que vinieron a la casa del Señor, eso habla bien de Ustedes.

-Gracias padre, no sabe cuanto necesitaba en este momento entrar aquí.

-Lo sé...

-Lo sabe?!!

-Sí, ustedes vinieron hace un rato, los noté. Se fueron y ahora regresan. Eso quiere decir que algo sucedió en ese rato, no es así?

-Sí padre, así es, dijo Norma suspirando profundo.

-Todos los designios del Señor son para bien hija, para bien, ten confianza en Dios y verás que todo se soluciona.

-Gracias padre, tiene usted toda la razón del mundo.

-Es tu marido?

-Cuál? Aquél que está en el reclinatorio? Sí, es mi esposo.

-Podría saludarle?

-Claro padre, faltaba más.

Ricardo se levantaba en ese preciso momento. Al persignarse notó que Norma estaba con el sacerdote y que se acercaban a él. Sin embargo, contra lo sucedido en la anterior visita, no se sintió molesto.

-Hola hijo...

-Buenos días padre, que gusto conocerlo.

-No, el gusto es mío. Si me llegaras a conocer mejor no te daría tanto gusto porque soy un viejo cascarrabias, radical y conservador, pero con un gusto muy especial por conocer a nuestros visitantes.

-No diga eso padre. Hay tanto de lo conservador que quisiésemos alejar como retener. Soy de la gente que piensa que, en realidad, hay que aprovechar lo bueno, sacar experiencia de lo malo, y fincar en la verdad un futuro más promisorio para la humanidad.

-Vaya! Me salió erudito el amigo, dijo en tono de burla amistosa el padre.

-Gracias...

-Y qué opinas de la renovación de la Iglesia entonces?

Norma vio venir el agarrón.

-Huyy padre, si usted supiera! Pero, la verdad, es que debemos partir porque ya no manejo de noche y queremos llegar hoy mismo a Guanajuato, así es que será en otra ocasión cuando pueda yo externarle mi opinión sobre la renovación de la iglesia.

-Ahora me salió coyón, dijo el cura tomándole del hombro, mira, aquí hay un hotelito que, aunque pequeño, es cómodo. Debieran quedarse. Ya es tarde y no llegas con luz a Guanajuato. Si se quedan, yo les invito a cenar... y platicamos. En estos pequeños pueblos no siempre se tiene la oportunidad de platicar con alguien culto...

-Padre, favor que me hace...

-No... ningún favor! Se les nota en la forma de hablar...

Norma vio la oportunidad de reforzar lo que había sucedido. Si Ricardo pudiera platicar con el padre quizá muchas de esas dudas se acabarían de despejar.

-Oye, creo que el padre tiene razón, además, realmente habíamos planeado quedarnos en el pueblo, no?

-Pues... sí...

-Entonces no se diga más... vamos a la casa parroquial para ordenar que preparen la cena, desde ahí llamo al hotel para que les reserven su habitación y, mientras, me deja presumirle un poco de algunos libritos antiguos que tengo...

-Dios, pensó Norma, ya le dio la puntilla!

Y efectivamente, en cuanto Ricardo escuchó “libros antiguos” contestó en son de broma de inmediato:

-Sea pues la voluntad de Dios, vamos y que sea lo que Dios quiera!

 

La casa parroquial era, como en todo pueblo, más bien humilde; sin embargo, el despacho del párroco ostentaba una biblioteca bastante bien surtida y abundante.

Ricardo, al entrar, quedó extasiado. Los libros eran su pasión y se sentía como chiquillo en dulcería.

-Qué le parece mi amigo?

-Colosal! dijo Ricardo sin ocultar su admiración.

-Y ya le mostraré algunos de mis tesoros, dijo orgulloso el sacerdote.

-Caray padre, intervino Norma, tengo la sospecha de que vamos a pasar no una noche, sino varios días aquí..

-Qué bueno! Por algo les mandó Dios a mí...

-Por favor, padre, creo que los favorecidos fuimos nosotros, aseguró Ricardo.

-Sea como sea, vayamos a disfrutar de la cena.

 

Al entrar al comedor, ataviado con una mesa campirana de madera cubierta por un mantel típico de la región, el párroco presentó a su cocinera.

-Don Ricardo, esta señora que tan dedicadamente me sirve es mi hermana Lucía; desde que salí del seminario se ha dedicado a cuidarme con bastante celo y, gracias a ella, llevo una vida llena de comodidades. No sólo es mi cuidadora, sino mi cocinera, lavandera, secretaria y hasta vigilante.

-Mucho gusto señores, pasen a la mesa por favor, dijo con timidez Lucía.

-Gracias, y mucho gusto, saludó Norma.

-Felicidades Doña Lucía, es usted el ángel de la guarda del señor cura por lo que veo...

-Favor que usted me hace señor.

-Tomen asiento, tomen asiento, insistió el sacerdote.

 

Durante la cena hablaron trivialidades. Se dieron a conocer, comentaron sobre sus respectivos gustos y manías. Norma casi no intervenía, les escuchaba con interés y sólo lanzó algún comentario de vez en cuando. Notó la afinidad que brotaba entre los dos hombres. Estaba a gusto con la visita.

Casi a las ocho de la noche pasaron a la biblioteca, para tomar el cafecito según dijo el cura.

-Que le parece Don Ricardo si, mientras arreglo algunos papeles, le da una hojeadita a mis libros.

-Nada me gustaría más, afirmó entusiasmado Ricardo.

-Doña Norma, le gustaría conocer el resto de la casa parroquial? invitó Lucía.

-Claro que sí, gracias, contestó Norma saliendo del brazo de la hermana del párroco.

Ricardo se olvidó de pronto en dónde estaba y sacó del estante un libro que depositó en una mesa adjunta. Después otro, y otro, y otro más. El párroco le observaba de reojo, fingiendo revisar unos papeles. De pronto, dejó todo y se dirigió a Ricardo:

-Vaya, vaya, parece que hay un tema que es de sumo interés para usted, amigo mío.

Ricardo, que tomó conciencia del lugar en que se encontraba, se ruborizó y contestó turbado.

-Perdón padre, creo que me dejé llevar por una obsesión que traigo muy dentro...

-No necesita decirme nada... por el tipo de lectura, y de libros, que ha escogido creo adivinar de qué se trata.

-De qué?

-Buscas algo más que la información canónica, verdad?

-Sí padre...

-Y crees tener la capacidad para interpretar lo aprendido?

-No quiero ser presuntuoso, pero sí...

-Bien, y no te gustaría una ayudadita?

-Claro que sí! exclamó Ricardo.

-Entonces, qué te parece que se vengan a desayunar mañana y luego nos demos una encerrona literaria?

-Naturalmente, dijo sin timidez el invitado, la verdad es que ya es tarde y creo que les he desvelado a usted, a Lucía su hermana y a mi querida esposa...

-No te preocupes por eso, como ya dije hay pocas oportunidades de charlar con alguien culto por aquí.

-Aunque en realidad hoy no charlamos gran cosa...

-Pues prepárate para mañana, procura traer la espada desenvainada porque te voy a dar una revolcada de Padre y Señor mío...

-Gracias padre...

-Julián para ti... mi querido Ricardo.

-Gracias nuevamente.

 

Ricardo parecía un chiquillo haciendo sus comentarios con Norma. Ella estaba feliz de verlo así. De algo había servido regresar a la iglesia. Cuando llegaron al hotel ya les esperaban.

-Buenas noches. Don Ricardo?

-Así es, dijo sorprendido.

-El Señor Cura nos llamó. Ya tenemos lista su habitación.

-Gracias.

Ya instalados, Ricardo no paraba de hablar. Norma le tuvo que cortar las alas.

-Mira mi amor, ya es tarde y hay que descansar. Lucía me invitó para que le acompañara mañana al mercado y a visitar a algunas personas. Yo iré con ella en tanto tú estás con el padre. Te parece bien?

-De verdad no te importa si te echo a perder un poquito tus vacaciones?

-No, de ninguna manera. Además, eso no es echármelas a perder. Por el contrario, veo que te sirve la relación con el Señor Cura.

-Gracias Normita, de verdad gracias.

-Vamos a dormir.

 

 

El opíparo desayuno que les habían servido desapareció como por encanto. Ricardo, más que comer, devoró todo lo que había a su alcance. Norma y el cura cruzaron miradas de complicidad. Ella, en un momento dado, inclinó la cabeza como dándole las gracias. El sacerdote sólo sonrió levemente.

 

Al entrar a la biblioteca, Ricardo observó sorprendido que los libros que había utilizado la noche anterior se encontraban en la misma posición en que les dejara sobre la mesa. Se avergonzó pensando qué habría pensado el cura de su falta de cortesía al haberles dejado así.

-Caray... perdón padre... dejé un tiradero aquí...

-De ninguna manera hijo. No les coloqué en su lugar porque pensé que hoy les utilizaríamos.

-De todas formas...

-Nada, nada... acomódate y dime, desde cuándo surge tu interés por la teología?

-Bueno... lo que pasa es que de pronto me creció un profundo interés por saber más respecto a mi religión...

-Desde cuándo?

-Verá... no quisiera sonar como un predestinado o un escogido. La verdad es que, desde mi juventud, me alejé mucho de la iglesia, que no de Dios, conste! Durante mi trabajo como periodista me tocó cubrir la llegada del Papa a Puebla en 1979. Si bien es cierto que al principio sin mucho interés, también lo es que todo cambió cuando estuve, no una, sino tres veces, a menos de un metro de Su Santidad.

Esa cercanía me hizo experimentar una paz, una tranquilidad, una sensación extraordinaria. Y algo se cimbró dentro de mí. De pronto, y achacándoselo primero a la necesidad de transmitir mis comunicados varias veces al día, me encontré no sólo dictando las palabras vertidas en los boletines de prensa que el episcopado entregaba, sino rascando en los discursos y propuestas de los obispos, enterándome de cosas que jamás soñé tocara o manejara el clero.

-Como qué? interrumpió el padre.

-Como los documentos del Concilio Vaticano Segundo, la corriente de la Teología de la Liberación... y muchas otras cosas! Me dediqué con una fruición desconocida en mí a reunir cuanto papel, panfleto, boletín o declaración cayera en mis manos. Eramos casi cuatrocientos periodistas de todo el mundo y yo, lo digo con extrañeza, era el primero en lanzarme sobre los obispos para entrevistarles. Muchos pensaron, incluso, que sabía mucho más de lo que reconocía por mis preguntas, pero la verdad es que no eran las clásicas preguntas de rutina, sino preguntas reales, hechas con ansias de saber más y más cada vez.

Pasó el tiempo y, cada vez que visitaba el Papa algún lugar, al verle en la televisión, rebuscaba mis viejos datos y... al rebuscar, encontraba algo nuevo.

Yo mismo me hice el compromiso de, en agradecimiento por haberme salvado la vida lo menos unas cuatro veces, difundir su palabra... a mi modo, a mi estilo, dentro de mis posibilidades...

-Y lo has hecho?

-Sí padre, aunque en forma harto ortodoxa para quien, como usted, lleva una regla canónica.

-Cómo?

-Pues... primero, escribiendo comentarios aislados incluidos en mis notas o columnas; más tarde, escribiendo de lleno sobre ello. Ahora precisamente tengo una serie de charlas con mis hijos sobre Jesús. Es que, un día, Carlos me preguntó quién demonios es Cristo?

-Quién es Carlos?

-Uno de mis hijos...

-Y así te preguntó?

-Já... sí... así: quién demonios es Cristo?

-Pues vaya con el muchachito! Bueno, y por qué dijiste que se ha convertido en una obsesión?

-No, no se ha convertido en una obsesión el estudiar. La obsesión se vino a raíz de que llegamos a un tema bastante escabroso...

-Cuál?

-No quisiera discutirlo con usted padre; estoy seguro de que no lo aprobaría.

-Eso lo decido yo, no crees? Es más, anoche estuve “rascando”, como tú dices, en los libros que bajaste... y casi puedo apostarte que el tema del que hablas es la virginidad de nuestra Santísima Madre.

-Hummm... así es padre.

-Y puedes decirme cómo demonios le hiciste para encontrar así, de buenas a primeras, los libros y las páginas que hablan de ello?

-La verdad es que no lo sé. Desde el principio me ha sucedido lo mismo. Busco un tema, un nombre, una aclaración, y de pronto estoy frente al libro correcto, le abro y encuentro de inmediato la respuesta. Es más, cuando no tengo el libro, alguien llega y me lo regala o lo encuentro expuesto de golpe en el aparador de una librería.

-Pues quiero decirte una cosa, hijo mío, hay algo que te guía! Por ningún motivo dejes de hacer lo que estas haciendo! Por algo lo haces...! Recuerda que “los caminos del Señor son sorprendentes”.

-Está seguro? A veces pienso si no estaré difundiendo algo que, en lugar de afirmar la fe de los demás, les embrolle o siembre dudas en su conciencia.

-Dime algo. Conoces la verdad del viento? Cómo existe al aire?

-No...

-Pero sabes que existe!

-Claro!

-Entonces por qué dudas sobre lo otro? No creas que porque soy un curita de pueblo no tengo mis propios medios de estudio y de investigación. Yo también me vi impelido a estudiar ante los documentos del Vaticano Segundo y, sobre todo, cuando surge la famosa teología de la liberación. Me pregunté mil veces qué estaba pasando. Y ahora lo entiendo. Su Santidad le ha dado esa apertura a la Iglesia que tanta falta hacía.

-Ahí está! exclamó Ricardo. No estoy errado entonces!

-Claro que no! Una cosa es respetar el canon, y otra muy distinta negar aquello que por sí mismo existe. Aunque no puedo reconocerlo abiertamente hasta en tanto no lo haga la Santa Sede, los documentos del Mar Muerto y los apócrifos y los pseudoepígrafes algo tienen que sumar a una religión que tenía muchos espacios en vacío.

-Entonces...

-Entonces te puedo decir, sin faltar a mi condición de sacerdote, que nadie tiene la verdad absoluta, sólo Dios. La Iglesia, como institución, fue y es formada por hombres y, por tanto, perfectible.

-Me asombra padre!

-Más me asombro yo!

-En verdad...

-Creo que ya hablé de más, dijo el cura con una sonrisa picaresca en el rostro.

-Gracias padre...

-Dale gracias a Dios, que es quien nos dicta lo que debemos hacer. Vamos a comer; ya llegaron desde hace buen rato las señoras.

 

Las pláticas se alargaron casi una semana. Sólo eran interrumpidas por las comidas o las obligaciones ministeriales del cura. Ricardo no desperdiciaba el tiempo, mientras el cura cumplía, él estudiaba. Norma encontró una buena compañía en Lucía, que le llevó a conocer todos los sitios de interés del poblado.

Ricardo estaba irreconocible. Se le veía alegre, seguro de sí mismo de nuevo. Norma no dejaba de darle gracias a Dios por esa recuperación tan sorprendente.

Pero el tiempo pasa y llegó el momento de partir.

Al despedirse, el cura le pidió a Ricardo que aceptara un pequeño obsequio y le entregó un paquete.

-Espero que no sea la última vez que nos vemos, dijo melancólico.

-Yo también lo espero, padre; fue un verdadero placer estar con usted.

Norma abrazó cariñosamente al sacerdote y a Lucía.

-Gracias, han hecho un verdadero milagro, gracias.

-Gracias a ustedes, replicó Lucía, yo también tenía tiempo que no veía a Julián tan contento.

-Bahh... dijo el cura, con un amigo así cualquiera estaría contento.

 

Viajaban ya en la carretera cuando Ricardo le dijo a Norma:

-Por qué no abres el paquete que me dio el padre Julián?

Norma lo abrió. Eran varios libros. Aquellos libros que Ricardo había bajado de sus estantes el primer día, y algunos otros.

-Mira... son libros antiguos!

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