Fco. Xavier Ramírez y sus obras

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La labor de Julián era de gran influencia en los estudios que afinaba Ricardo. Si bien es cierto que se había adentrado en ellos muchos años atrás, era ahora el momento de encontrar ligas, comparaciones, derivados y puntualizar conceptos.

Cotidianamente, escritor y sacerdote dedicaban toda la mañana a la discusión y el análisis usando los sitios más insólitos: el despacho-estudio del escritor, la mesa del café, el rincón aquel bajo la gigantesca ceiba, e incluso los camastros colocados a la orilla de la playa en los que se tendían muy formalmente vestidos, pero descalzos y con los pantalones arremangados.

Algunas personas, que alcanzaban a escuchar el tema de sus discusiones, se apostaban disimuladamente en las cercanías con el fin de seguir la charla. Hubo momentos en que, al darse cuenta, una pequeña muchedumbre les escuchaba atenta. Sí había interés por la religión. La gente seguía creyendo en un Dios... pero....

 

Esa mañana Ricardo había suspendido la reunión con Julián para ir al centro a realizar algunas compras, lo que aprovechó el sacerdote para visitar al Arzobispo y ponerlo al tanto de sus gestiones.

-Buen día Su Eminencia.

-Buen día padre Julián; qué me cuenta de nuestro amigo Ricardo?

-Entusiasmadísimo! Profundizar en el análisis ha ejercido en él una atracción incomparable.

-Ahhhh mi querido hermano... es que no es lo mismo tener sobre la mesa los huevos, la harina, el azúcar glass, y el saborizante... que tener la receta que le permitirá mezclarlos y sacar de ellos un suculento pastel...

-Así es Su Eminencia... por cierto que ya tiene preparado casi en su totalidad el resumen que debe entregar al editor...

-Y?

-Hubo una cosa que me llamó mucho la atención...

-Qué, padre?

-La forma en que divide la vida de Jesús... mire, en su planteamiento, para él la vida pública de Cristo se divide en dos etapas: antes y después de la muerte de Juan el Bautista.

-Es decir... considera que la vida pública de Jesús tiene dos etapas definidas...

-Así es...

-Y... usted? cómo lo ve?

-Después de escuchar su análisis... estoy plenamente de acuerdo Su Eminencia....

-Bueno... en realidad rompe con la tradición de darle una continuidad evangélica...

-Pero agrupa las acciones en una forma que cualquiera entiende...

-En sus pláticas caseras... ya llegó a eso?

-No señor... creo que será precisamente la de hoy en la que hablará al respecto.

-Pues no se diga más... tengo ganas de probar ese cafecito que tan bien prepara Doña Norma....

-Está seguro Su Eminencia? No lo espantará su sorpresiva presencia?

-Al contrario! Creo que ese hombre tiene más temple religioso que muchos que yo conozco... vayamos mi querido Julián...

 

Efectivamente, la llegada del prelado causó el asombro de Norma que, de inmediato, llamó a Ricardo. Jazmín, al escuchar la urgencia de la voz de su madre, salió en seguida de su recámara.

-Buenos días Su Eminencia... que gusto verlo de nuevo por esta su casa... dijo el escritor sin salir de su asombro.

-Buenas les dé Dios, replicó el prelado, me he dado la tarde libre para disfrutar otro rato de sus interesantes charlas, agregó como justificación a su presencia.

-Es un honor... creo que ya conoce a mi esposa e hija...

-Así es... Señora... mis respetos... jovencita...

Ambas saludaron atentamente al Arzobispo que, sin esperar invitación, se acomodó en el sillón que le habían asignado la vez anterior.

-Ah caramba... si tenemos de nueva cuenta al Jefe de Jefes, exclamó Carlos al entrar con su natural desfachatez.

-Carlos! reclamó Norma apenada.

-Déjelo... déjelo... que ya conozco a este jovencito... aclaró el prelado. Pues sí, tienes el honor de recibir mi visita... no creo que cualquier muchachito descarriado como tú pueda presumir de estar sentado junto al Arzobispo... agregó con cierta jocosa sorna palpando el asiento que se encontraba a un lado, cosa que Carlos aprovechó de inmediato para acomodarse en él.

Conforme fueron llegando los demás, tras mostrar su cara de extrañeza, saludaban cortésmente al tiempo que se hacían señas con los ojos.

Gustavo y Alfonso tomaron del brazo a Ricardo y le llevaron a la cocina.

-Oye! Qué demonios hace ese señor aquí? cuestionó Alfonso.

-Nada... asistir a nuestra charla... dijo con un dejo de presunción Ricardo.

-Vaya pues...! dijo Gustavo. Luego entonces aquel comentario del otro día era verdad... tienes vara alta con la Mitra!

El escritor rió sinceramente y aclaró:

-Calma señores... calma. La verdad es que viene de espía...

-Cómo que de espía...!?

-La vez pasada vino en plan de supervisor... ahora creo que sólo viene a ratificar que no nos hemos salido del tema...

-Entonces.... él te supervisa?

-Nooo... rió nuevamente Ricardo, es una broma señores, pero... ustedes se sienten incómodos con su presencia?

-Bueno... no en verdad... señaló Alfonso un poco turbado.

-No, de ninguna manera, terció Gustavo engallado, pero no esperábamos encontrarlo aquí...

Julián entró a la cocina y les pidió salir para poder empezar la plática del día. Al salir los amigos, el sacerdote murmuró a Ricardo:

-Habla sobre la división que has hecho de la vida pública de Cristo...

El anfitrión sólo volteó a verlo con cierto asombro. Norma ya le había servido al prelado una humeante taza de café y Carlos le extendió la charola de las galletas.

-Bueno, empezó Ricardo, dado que ya vimos la naturaleza de Jesús desde el punto de vista histórico como hombre, y nos adentramos un poco en la personalidad de sus doce seguidores principales, antes de continuar quisiera dejar en claro algunas cosas.

Primero conocimos a Jesús, el hijo del hombre, el ser humano, desde su nacimiento hasta los trece años; luego, los siguientes 18 años sufre el cambio, durante la etapa de preparación, de hijo del hombre al hombre-divino: Jesús-Cristo. Finalmente, al iniciar su vida pública, los tres años de prédica, llegaremos a conocerlo como el Ser Divino, como el Cristo propiamente dicho.

Son esos tres años, los últimos de su vida, los que ejercen una influencia indiscutible en toda la humanidad y, por ende, es necesario estudiarlos bien, a fondo, para conocerle y entenderle.

Dado que hablaremos sobre algunos aspectos igualmente poco conocidos -pero ciertos- de la vida pública de Cristo, considero imperante dividirla en dos grandes etapas: antes y después de la muerte de Juan el Bautista.

-Sería posible saber por qué hace usted esa división, mi querido amigo? preguntó el Arzobispo.

-Naturalmente, contestó Ricardo no sin cierto temor de incomodar al prelado. Miren, uno de los aspectos poco conocidos, y que explicaremos ampliamente en su momento, es que el anuncio de la muerte de Juan causó una inmensa inquietud entre los judíos. Jesús, temeroso también de que la saña de Herodes se dirigiera en su contra, prácticamente huyó fuera de su alcance. Esa huida causó inicialmente una profunda desilusión no sólo en el propio Jesús sino entre sus seguidores que le abandonaron casi en su totalidad, con excepción de los doce apóstoles. Así pues, la intensa actividad que Jesús había desplegado antes de conocer la muerte de su primo, se vio frenada y cayó en una casi inactividad durante cerca de cinco meses. Sin embargo, es precisamente después de esto que, al diluirse el temor, Jesús es llamado a ser el Rey de los Judíos. El llamado proviene de su pueblo y Jesús no le desoye; reinicia su actividad con más fuerza que nunca, aunque sin la pretensión de ser un rey en la acepción propia de la palabra.

Si esto lo señalo ahora, aunque someramente, es a fin de contestar la pregunta del Señor Arzobispo. Sin embargo, no quisiera adentrarme más en ello hasta su momento para no enredar a mis oyentes. Está Usted de acuerdo Su Eminencia?

-Sea como Usted diga, mi querido amigo, que la observación me agrada.

-Bien. Después del incidente en la sinagoga de Nazaret, recuerden aquello de que nadie es profeta en su tierra, Jesús partió a Cafarnaúm en donde hace contacto con sus primeros apóstoles. Pues bien, es ahora cuando entraremos al análisis del aspecto más importante de Jesús: cuando se convierte en Cristo, cuando despliega su aspecto divino pero... sin abandonar esa gama de sentimientos que le hacen hombre.

A partir de ahora encontraremos a un Jesús que sufre, se acongoja, teme, pero por igual lucha despiadadamente por dar ese ejemplo del que hemos hablado.

Si bien muchos autores utilizan la palabra taumaturgo para describirle en esta etapa, debo recordarles que un taumaturgo es aquel que realiza acciones prodigiosas, milagros pues. De tal suerte que, para un mejor entendimiento, usaremos el calificativo que conocemos mejor: milagroso.

Pero... qué son los milagros? Vale la pena entender primero este concepto. San Agustín define como un milagro a todo aquello que se sale de las leyes normales de la naturaleza; son acordes con su definición Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino. Según Benedetto Croce, es el producto de la ignorancia que se proyecta en una realidad metafísica, inconcebible y absurda. Dos puntos de vista opuestos, claro. Debemos aceptar que todas las religiones antiguas, incluyendo las paganas, daban fe de eventos extraordinarios atribuidos a sus distintas divinidades. Muchos santuarios de la Grecia antigua se encontraban cerca de fuentes sagradas a las que les atribuían propiedades milagrosas como a las de Lourdes.

Hasta ahora, la crítica liberal y la racionalista, cuenta Craveri, se han esforzado por explicar los milagros tildándoles de invenciones de los cuatro evangelistas. El sabio alemán A. Von Hernak ha hecho de los milagros una minuciosa clasificación. Pero han llegado a resultados mas bien ridículos.

Cómo es posible suponer -y sigo refiriendo a Craveri- que el descendimiento del Espíritu Santo fuera en realidad un relámpago o un rayo de sol que apareciera entre dos nubes?  El mismo Harnak, al final de su investigación, se ve obligado a dejar cierto número de hechos prodigiosos que no entran en las categorías establecidas por él y que simplemente califica como “imposibles de explicar”.

Al respecto, otra de las grandes sorpresas brindadas por los documentos recién encontrados, tanto en Nag Hammadi como en Qumram, es que también los otros evangelios hablan de las curaciones y los portentos milagrosos de Jesús.

Es en este punto en el que choca el racionalismo propio del hombre con la realidad divina. Pero, como paradoja, déjenme decirles que hacemos lo mismo con muchas situaciones de la vida cotidiana. Llegamos a ser a tal grado incrédulos que hasta una gracejada al respecto manejan los médicos: si sanó... fue Dios; si murió... fue el doctor! ustedes deben haberla oído alguna vez en su vida y, si bien en este caso es el honor y el esfuerzo del médico el que se defiende, ejemplifica igualmente la fe en Dios. Si nos da... existe! Si no...

Ahora bien, vamos a dejar de lado si un milagro es cuestión divina o simple manifestación antinatural. Vamos a aceptar que la historia nos cuenta que en otras épocas y en otras religiones otros dioses también obraron milagros. Pero... y aquí recurro a esa expresión que tanto hemos repetido... quién de ellos logró hacer cambiar a la humanidad en menos de mil días? Esa conjunción que se da entre el hombre maravilloso y sus manifestaciones milagrosas es la que importa, la que nos debe importar al entrar a la siguiente fase de la vida de Cristo.  Hemos visto a David Copperfield, el mago, realizar prodigios en la televisión... vamos... hasta desaparecer a un elefante! pero eso no significa ni que es un milagro, ni que es Dios. Sin embargo, y aún aceptando el argumento de los racionalistas de que es la fe, cuántos millones de seres humanos han sido beneficiados por un milagro de Dios en su vida? Incluso aquí, en esta sala, alguno de ustedes podría negar algún hecho prodigioso recibido? Creo que ninguno...

Decimos entre nosotros, cuando alguien hace algo especial: hummm yo lo hubiera hecho si... cierto, quizá... pero no lo hicimos! Así fue Cristo! Un hombre -de procedencia divina o no- que hizo lo que otros no hicieron! Quien quiera cuestionar esa divinidad... que lo haga bajo su propio riesgo... no importa. Pero millones de ellos, a las puertas de la muerte... siempre invocan a Dios!

Un amigo, que siempre está renegando, me decía algún día: mira, no te hagas bolas... quítale a Jesús lo divino, quítale sus milagros, y qué te queda? un simple hombre...! Es verdad! Pero cómo se le pueden quitar a Cristo estos atributos?

Si un milagro es algo excepcional, sea! Pero si un hombre excepcional realiza obras excepcionales que trascienden más allá de los siglos... qué nos permite dudar de esa excepcionalidad?

El primer período de actividad de Jesús en Cafarnaúm y sus alrededores está, precisamente, plagada de curaciones y otras intervenciones similares. A medida que crece la fe en El, demuestra mayores poderes. Quizá exista un grado de mitificación en algunos de los relatos evangélicos -debemos recordar la forma de pensar de aquella época- pero la coincidencia que se da en los diversos documentos aparecidos, incluyendo algunos de grandes personajes históricos e historiadores que no eran sus seguidores, como Flavio Josefo o Tácito, nos da una verdad histórica irrefutable.

Una parte importante en la aceptación que Jesús encontró fue por la abundancia de milagros que hacía. Rodea su predicación del reino de muchas curaciones y expulsiones de demonios. Los milagros son el lenguaje de Dios. La naturaleza misma habla de la gloria de Dios. Para los ojos despiertos, que no están nublados por la rutina, toda la creación es un canto de alabanza al Creador que pregona: Él nos ha hecho. La belleza del mundo es palabra hermosa que habla de Dios. Todo habla de Dios y de su esplendor. Pero el milagro tiene un lenguaje especial. Es el lenguaje privado de Dios. Sólo El puede emitir una palabra que vaya más allá de los límites que ha querido establecer en la naturaleza. Los milagros hablan del amor omnipotente del eterno. Y Dios habla en Jesús con tantos milagros que, al cabo de los tres años, casi se acostumbran a esa grandeza.

-Y entonces... preguntó Alfonso, cómo podemos distinguir los hechos extraordinarios atribuidos a otros dioses de los milagros de Jesús? No son acaso iguales?

Ricardo miró franca y abiertamente al arzobispo. Sabía que era una pregunta difícil de contestar. El prelado simplemente le sostuvo la mirada y esbozó una ligera sonrisa apenas perceptible. Su semblante no era de burla o de reto, sino de aprobación. Silente, le decía con la mirada que contestara sin temor.

-Hay millones de sucesos en la vida que no podríamos distinguir a priori. Es decir, cosas que hacemos, decimos o suceden que son muy similares, pero difieren entre sí de algo que es difícil explicar. Así es con esos hechos prodigiosos. Las concepciones encontradas de los diversos autores también las han analizado y entran en controversia.

Sin embargo, analizar la certeza de un hecho como milagroso, atribuido a alguien en la historia, sería materia de otro estudio muy profundo que, sin embargo, podríamos hacer en otro momento y bajo ese rubro. Pero... y esto es lo importante dado que estamos en el tema de Jesús, sí podemos analizar algunos de los suyos.

Por ejemplo, algunos autores de la época moderna, ahora que se conoce mucho sobre la psiquiatría, afirman que algunos casos de endemoniados liberados por Cristo no pasaban de ser problemas psicológicos que tienen cura a través de una bien aplicada terapia. Claro que a quien maneja este argumento se le olvida decir que una terapia lleva meses, en tanto que Jesús sanaba al enfermo de este supuesto mal con sólo ordenárselo, tocarle o, incluso, sin saberlo. Es el caso de aquella mujer que no pudiendo pasar por la multitud para pedir su gracia, sólo alcanzó a tocar el manto de Jesús que “al sentir como si una descarga de energía abandonara su cuerpo, preguntó de inmediato quién le había tocado”. Sus discípulos, asombrados por la pregunta se decían que entre una muchedumbre tal cualquiera habría podido tocarle. Pero la mujer aquella, apenada, reconoció haber sido ella. Jesús le dijo entonces: Ve con Dios... tu fe te ha salvado!

Y ya que tocamos esa respuesta, “tu fe te ha salvado”, debemos mencionar que otro de los argumentos manejados por algunos autores es que la realidad de los milagros de Cristo estaban basados en la fe, y que la curación vino por la misma fe, es decir, por el intenso deseo del enfermo por curarse. Mas, contra esto, está el ejemplo del sirviente del capitán.

-Nos podrías contar con mayor precisión esos casos? Recuerda que si bien muchos somos católicos, algunos lo somos sólo de dicho y ni siquiera conocemos esos pasajes... dijo medio apenado Rafael.

-Claro. Lucas, Juan y Mateo cuentan que Jesús entró en Cafarnaúm y se le presentó un capitán -no aclaran si romano o judío y Juan dice que era un funcionario- para suplicarle que sanara a su hijo que estaba en cama totalmente paralizado y sufría terriblemente. Cuando Jesús le contestó que iría, el militar le dijo: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Di una palabra solamente y mi hijo sanará”. Jesús se maravilló al oírlo y dijo a los que le seguían: “En verdad no he encontrado fe tan grande en el pueblo de Israel...”. En seguida dijo al capitán: “Puedes irte, y que te suceda lo que creíste”. Y en aquella hora el muchacho quedó sano. Que una persona sane por su propia fe, quizá lo podamos aceptar, pero que sane por sí misma mediante la fe de otra... como que es de dudarse, no creen? Así es que aquí la intervención de la bondad divina de Jesús estuvo definitivamente de manifiesto.

Me pide Rafael, y considero que es un muy interno deseo de muchos de ustedes que me refiera a los hechos narrándolos; pues bien, entonces alargaremos la charla contando los milagros más relevantes realizados por Cristo y analizando los argumentos que sobre estos existan. Creo que hoy nos saltamos un poco debido a la solicitud de Su Eminencia, pero mañana retornaremos al principio. Hablaremos de la primera parte de la vida pública de Jesús y seguiremos el orden evangélico, pero respetando la división que hice pues es sumamente importante para entender el gran final.

-Sí... sí... asintió Gustavo. La verdad es que tiene razón Rafael. Muchos nos decimos católicos, pero poco conocemos de la Biblia. Acaso algunos pasajes de los más importantes o repetidos, pero... no está de más que nos cuentes como dicen, con lujo de detalles, esos pasajes de que hablas o vas a hablar.

-Sobre todo para ti, viejo zorro, que como analista eres de lo mejorcito que conozco en materia de política... señaló Ricardo como queriendo identificarlo ante el prelado.

-Así es que usted es político? cuestionó el arzobispo.

-Y de la vieja guardia, afirmó Alfonso en defensa de su amigo.

-Y usted?

-Bueno... yo soy un librepensador, si a usted no le incomoda, y si asisto a estas charlas es porque me invitaron y me interesa conocer un poco más de la religión...

-Así es que un librepensador...

-Sí señor... y no me avergüenza decirlo...

-No... ni lo espero... pero no deja de llamarme la atención... y ya que estamos en esto, qué piensa usted de la iglesia?

Todos se quedaron fríos. Aunque la mayoría no conocía bien a Alfonso, ya Ricardo les había comentado más o menos su forma de pensar. Julián sintió que le sudaban las manos, y Rafael sonrió enigmáticamente. Ricardo quiso intervenir...

-Su Eminencia...

-No Ricardo... permíteme... que el señor conozca mi forma de pensar.

-Por favor... autorizó el prelado.

-Considero, desde mi muy personal forma de pensar, que la iglesia -siempre como institución- es el poder de hecho por antonomasia. Un organismo oscuro, complejo, inquietante, inexpugnable, contraventor descarado de sus propios dogmas, reaccionario de acuerdo con sus propias necesidades y que lleva cientos de años permitiéndose la libertad que le otorga su patente de corso de insultar la inteligencia humana, cuando no de manipularla con el más sublime de los cinismos.

Todos se sumieron en sus asientos. Ricardo estaba demudado, pero la curiosidad de ver la reacción del prelado le mantuvo atento.

-Sin embargo, creo también que todo ello es fruto del simple y elemental hecho de estar compuesta y dirigida por hombres en cuya intimidad se gestan idénticas debilidades y flaquezas que en los demás seres humanos. Hombres asequibles a la ambición, al protagonismo personal y político, al egocentrismo, a la erótica del poder, a la melodía financiera, a todas esas lindezas que cautivan a los hombres sean de sotana o pantalones.

-Y... si es así... porqué realmente está aquí?

-En primer lugar, porque me interesa saber más de todo aquello que tiene que ver con la humanidad; en segundo, porque me comentaron que Ricardo hablaba de una apertura de la iglesia, y quiero saber cómo es esto y en qué forma se da esa apertura; finalmente, porque reconozco que hay cosas que no tienen explicación, como la fe del hombre, su afán de buscar siempre un protector, un todopoderoso que le cuide, una religión que le ampare y frene. Ser librepensador no es ser ateo... es ser un buscador de la verdad... y si la verdad está aquí... quiero conocerla...

-Vaya! Pues sí que es usted una joyita! Espero, sinceramente, que las charlas de Ricardo le lleven ese conocimiento que tanto busca. Y... sin entrar en debate, debo reconocer yo también que lo que dice tiene mucho de verdad... pero igualmente existen otras verdades que deben ser escuchadas. Dentro de la iglesia hay de todo, como en botica, malos, buenos, y peores... pero también hay hombres santos que luchan por su fe con honestidad, con dedicación y por vocación. Si bien se puede calificar a la iglesia como una institución del tipo que usted señala, no difiere en mucho de los gobiernos, por ejemplo, en los que hay igualmente corruptos y degenerados, pero también héroes y patriotas. Es la raza humana, mi querido amigo, la que marca la bondad o degradación de una institución, pero no debemos generalizar. Eso es lo importante. Respeto su forma de pensar, pero a manera de revancha déjeme decirle que los que se dicen librepensadores en realidad son acomodaticios que sufren de indolencia, a los que les importa un bledo lo bueno y lo malo. Que tienen argumentos para todo siempre y cuando justifiquen esa indolencia. El libre pensamiento no es un justificante, sino un medio. Sí, un medio para pensar libremente sobre lo que queremos, lo que debemos, y lo que hacemos. La fe es materia aparte. Y si acaso usted, como lo afirma aquí, está interesado en saber, lo que sea, pero en saber... entonces ya no es un librepensador, sino un analista, un investigador. Respeto, repito, su forma de pensar, pero usted tiene mucho potencial como para dejarse llevar sólo por la indolencia. Le importa la humanidad, afirma, entonces... haga algo por ella. Ponga su granito de arena que de grano en grano llena la gallina el buche... y por esta noche está bueno... hay que descansar y, sinceramente, me dio mucho gusto verles, escucharles y conocer a los que no conocía... incluyéndole mi estimado Alfonso. Ya nos tomaremos una tacita de café en otra ocasión. Que pasen ustedes buenas noches y queden en Dios.

Sin decir más, el arzobispo se levantó y extendió la mano a Norma que se despidió en silencio, al igual que los demás.

-Le acompaño... dijo solícito Julián.

-Gracias padre, mejor descanse que buena falta le hace. Ya nos saludaremos otro día.

 

Al momento de cerrarse la puerta tras el prelado, Rafael levantó las manos en señal de calma. Nadie se movió de su lugar.

-Creo que nos acaban de dar una muestra de condescendencia incomparable porque... vaya que si estuviste duro! dijo dirigiéndose a Alfonso.

-Así es... creo que me excedí...

-Pero es bueno, dijo Julián. Al menos ya sabes ahora que no eres precisamente un librepensador.

-Un momento... interrumpió Jazmín que había buscado un diccionario. Librepensador, dijo leyendo, irreligioso. Irreligioso, que no tiene religión; que va contra la religión...

-Es muy importante, intervino Ricardo, que nos demos cuenta de que, en muchas ocasiones, nos identificamos con una corriente, sea cual sea, sin saber a ciencia cierta cuál es la tendencia de esa corriente. Yo puedo afirmar ahora que Alfonso en realidad no es un librepensador, aún cuando se declare como tal. Sí le interesa la religión, por lo que quizá pueda ser un descreído si acaso, pero no un enemigo o contrario a la religión. Le interesa desde el momento en que quiere saber más de ella, pero tiene sus reticencias como muchos, incluso católicos. Ya hemos hablado de ello. Es verdad, la iglesia está formada por hombres y, como institución, tiene todos y cada uno de los defectos de los hombres, pero no debe interesarnos la iglesia como institución que cada quien pagará sus culpas, sino la iglesia como ente religioso, la religión misma pues. Hay un Dios? Por qué? Para qué?

-En verdad tienen razón, dijo todavía apenado Alfonso, sí me interesa la religión... me da vergüenza decirlo, pero creo en un Dios... mas no en ese Dios vengativo, castigante, amenzante en el que creen los curas...

-Momento... reclamó Julián... Dios no es eso. Precisamente Ricardo hablaba de que por eso Jesús contravino las leyes mosaicas, porque si bien eran las leyes divinas, estaban interpretadas por hombres y habían convertido al hombre en esclavo de las leyes, pero no de la voluntad divina. Se presentó a un Dios como tú lo pintas para doblegar a los temerosos a creer, pero ya no son esos tiempos. Son tiempos de creer por convicción, no por temor. Yo te sugiero que no dejes de asistir a las platicas de Ricardo. Verás que no es como piensas.

-Claro que sí... aceptó Alfonso... ahora más que nunca seguiré asistiendo... bueno... si me lo permiten después de lo de hoy...

-Naturalmente... mi querido amigo... naturalmente... respondió Ricardo con una satisfacción muy personal.

 

 

Durante el desayuno, Ricardo le preguntó a Julián cómo había visto la reunión de la noche anterior.

-Muy buena! Yo creo que ni Alfonso ni el mismo Señor Arzobispo se esperaban una tarde tan caliente!

-Y cómo es que vino a dar aquí Su Eminencia? preguntó incisivamente el escritor.

-Pues nada, que me encontraba saludándole, me cuestionó sobre el nivel que llevaba tu plática y le comenté...

-Ahhh... viejo canijo... entonces tú fuiste el que lo trajo!

-Nooo... te lo aseguro! El se apuntó solito. De repente me dijo: vamos a probar ese rico cafecito de Doña Norma y, cuando me di cuenta, ya estábamos en camino.

-Que casualidad.... pero, volviendo a lo de Alfonso, creo que se molestó tu patrón, no?

-Yo no lo vi molesto... es más... como que se divirtió un poco con la respuesta de Alfonso...

-Tú crees?

-Y si no... te preocupa?

-No, pero recuerda que soy el anfitrión y debo velar porque no se sienta molesto ninguno de mis invitados...

-Ahora soy yo el que dice: que casualidad!

-Pues yo creo que si bien Alfonso empezó muy engallado, terció Norma, ante la respuesta del Señor Arzobispo se le doblaron las piernitas...

Las risas de los tres no se hicieron esperar.

 

Ya entrada la mañana, Ricardo se presentó en la oficina de su editor.

-Hola Ricardo... gusto en verte... ya me traes el resumen?

-Precisamente a eso vengo... ten. Espero que te guste.

Haciendo señas de que el escritor tomara asiento frente al escritorio, Francisco se adentró en la lectura del resumen. Un silencio total dominó el ambiente; el editor no quitaba la vista del texto, mientras que Ricardo se revolvía en el asiento. Media hora después, depositando el manuscrito sobre el escritorio, Francisco dijo abiertamente:

-Me gusta! me gusta la forma en que lo manejas; avientas la baraja para todas partes a fin de defender tus propios principios... es muy atrevido hacerlo pero... me gusta!

-Entonces?

-Adelante mi querido Ricardo! Yo te lo publico... a trabajar!

-Hombre.... gracias... valió la pena la espera!

-La tuya... o la mía? en qué tiempo piensas tenerlo listo?

-No podría decirte... ya sabes que soy lento...

-Pero seguro... agregó el editor.

Se despidieron con la cordialidad de siempre.

 

Al salir de la editorial, Ricardo pasó al café. Aunque era tarde, todavía estaban por ahí algunos de los asiduos asistentes.

-Hola maestro... saludaron con efusividad.

-Buenas jóvenes...

-Oye... intervino uno de ellos, parece que el arzobispo está tomando tu casa ya casi como la suya...

-Bueno... mira que si corren los chismes...

-Que piensas escribir un libro sobre religión, cuestionó otro.

-Así es...

-Como que se aleja un poco de lo tuyo, no? Eres poeta e historiador...

-Por eso mismo, afirmó Gustavo, porque la historia sagrada es eso... historia!

-Pues al que tienes perplejo... por no decir otra palabra, es a Alfonso...

-Mi querido Ricardo, yo sí te deseo la mejor de las suertes con tu libro, exclamó uno de los más viejos. Espero que de algo sirva en este maldito mundo en el que los valores morales se han perdido tan lamentablemente... sobre todo entre nuestra juventud.

-Por eso mismo lo hago, aclaró el escritor. Creo firmemente que nosotros hemos sido los culpables. Ya lo hemos comentado. Nuestra generación es la que vino a dar al traste con la humanidad entera. Fuimos los primeros en proclamar el amor libre, en usar drogas abiertamente y mostrarlo como orgullo; destrozamos descaradamente a la familia, y convertimos a las madres solteras en baluartes de la libertad... una libertad que convertimos en libertinaje. Muchas veces he afirmado que yo, en lo personal, no fui así, pero tengo igual culpa por no haber hecho algo por frenar esa degradación...

Todos se quedaron callados por un momento. El sentimiento de culpa se dejó sentir.

-Es verdad, dijo casi murmurando el viejo, pero todavía es tiempo de hacer algo...

-Sí... yo también creo que hay que hacer algo... dijo otro.

-Pero... cómo...? indagó un tercero.

-Cada quien dentro de sus propios campos de acción, en la medida de sus posibilidades, señaló Ricardo. Empezando por cambiar nosotros mismos, agregó al tiempo que pedía a señas su nota de consumo a la mesera.

Sin decir más, se levantó y haciendo un ademán de despedida se retiró dejando a los comensales viéndose unos a los otros.

 

Gerardo llegó, acompañado de Julián, más temprano que de costumbre.

-Y Ricardo? preguntó Julián tras saludar a Norma.

-Está durmiendo, ya sabes que su siesta no la perdona excepto cuando está leyendo algo...

-Pues háblale porque le traigo una noticia bomba... vale la pena despertarlo...

Norma entró a la recámara y unos segundos después salía el escritor con una sonrisa de oreja a oreja.

-El que tiene una noticia bomba soy yo, dijo de inmediato. Fíjate que mi editor está entusiasmado con publicar la obra. Ya le dio el visto bueno y me ordenó ponerme a trabajar...

-Pues felicidades! en verdad que es una muy buena noticia! Sin embargo... a ver qué opinas de la que yo traigo...

-Y...?

-Pues que aquí Gerardo me ha pedido correr los trámites para entrar a los cursos del seminario, y con gusto le extenderé una muy amplia recomendación...

-Vaya sorpresa! Y se puede saber cómo es que tomaste esa determinación?

-Y tú lo preguntas? Mira nada más que tipo tan cínico, exclamó Gerardo. Tú tienes la culpa! Tus charlas me hicieron ver el camino... pero... no te sientas ni bien, ni mal. También tuvieron que ver los cursillos esos a los que asistí en México.

-Y estás seguro de lo que quieres?

-Bueno... seguro, seguro... no todavía... pero hay un curso preparatorio que me permitirá saber si en verdad tengo vocación...

-Hummm viejo malilla, dijo Ricardo dirigiéndose a Julián, se me hace que tú tienes que ver en esto más que mis pláticas...

-Bueno... yo sólo abro los ojos... y como dijo el Señor: quien tiene ojos... que vea! contestó con su característica sorna.

 

Cuando llegaron los demás, la mesa ya estaba engalanada con un gran pastel y varias botellas de sidra y vino tinto.

-Ah carajo... espetó Carlos, y esto? a qué se debe?

-Tú pasa, que ya les diremos el motivo de la celebración, contestó Norma.

Conforme arribaron los demás, las preguntas se repetían. Ricardo, cuando lo consideró pertinente, llamó la atención y dijo:

-Esta noche es una noche muy especial. Quiero tener el honor de comunicarles a Ustedes que Gerardo, patrocinado por el padre Julián, ha decidido entrar al seminario!

Las exclamaciones no se hicieron esperar. Todos aplaudieron con sinceridad y abrazaron al futuro sacerdote.

-Oye, urgió entre broma y serio Rafael, pero cómo es posible? si este hombre, por que ya no se cuece al primer hervor, ha sido ateo, descreído, pecador y quién sabe cuantas lindezas más...

-Recuerden que San Pablo, antes de convertirse, no sólo fue un ateo, sino un furioso perseguidor de los cristianos... aclaró el escritor. Es mejor un religioso por convicción que por inducción. Dios quiera que Gerardo en realidad honre esta mesa como la han honrado Julián y Narciso. Así es que, esta noche, señores, es de festejo! Carlos... tú encárgate de la música. Los demás... a disfrutar y celebrar al festejado.

-Sea!, contestó el aludido.

-Nosotros vamos a darle algunos malos consejos a este muchachito que se nos quiere descarriar, dijo Gustavo tomando a Gerardo de un brazo mientras Alfonso le aprisionaba el otro.

-Ahhh nooo... reclamó Julián al tiempo que les seguía tomándole de la cintura.

Los mayores tomaron asiento alrededor de la mesa. Y, mientras Norma les servía una buena rebanada de pastel y sus respectivos cafés, la charla se centró sobre el tema de la noche.

-Gerardo, ya en serio, por qué esa decisión? cuestionó Gustavo.

-Bueno... la verdad es que, cuando era niño, mi abuela me hablaba mucho sobre Dios, los ángeles, los santos... pero también sobre el demonio! Y así crecí, entre lo malo y lo bueno. Pero, conforme fui creciendo, las dudas también aumentaron. Hubo una frase de Alfonso ayer que me cimbró todito: el Dios vengativo, castigante, amenazante en el que creen los curas... y mi abuela! Yo también crecí con la idea del Dios que castiga a la menor distracción, que amenaza constantemente, que nos obliga a creer en El sin más taxativa que su palabra... o la palabra del catecismo. Y me preguntaba muchas veces: Ese puede ser Dios? Poco a poco me fui alejando de la religión, sin dejar de creer en la existencia de un Dios, hasta que llegué a pensar que todo eran puros cuentos. Es cierto que, cuando estaba desesperado por alguna causa, enfermedad, crisis económica, etc., lo primero que me venía a la mente era... Dios! Mi poesía, incluso, manifiesta estos tormentosos momentos de duda.

Como ya lo saben casi todos, durante mi visita a México algo me hizo inscribirme en los cursos bíblicos que les he platicado. Pasaba entonces por una de esas crisis y, quizá por eso, la palabra de esos hombres me llegó muy hondo. De regreso, me topé con que nuestro estimado Ricardo estaba sosteniendo estas charlas y me pareció una casualidad muy especial, así es que me apunté de inmediato para asistir. Cada palabra escuchada aquí me ha abierto el alma, tanto las de Ricardo como las del Padre Julián y las de los demás. Unos cuestionando dudas que yo también tenía, otros aclarando y despejando esas dudas. No crean, si bien no he dicho nada, cada noche era de revolverme en la cama pensando en lo platicado. Pero anoche... algo sucedió anoche, reflejo de la discusión entre Alfonso y el arzobispo... que me decidió a formar parte de esa nueva iglesia, de ese esfuerzo por dilucidar para los demás la verdad divina. Quiero ser parte de ello, quiero abrirle los ojos a otros. No pienso ser santo, no, pero sí parte de esa titánica labor que puede llevarnos a vernos como hermanos. Fue un pensamiento relampagueante, pero tras el cual dormí plácidamente... como tenía mucho tiempo de no hacerlo. Por eso esta mañana esperé a que el padre Julián saliera y le abordé. Muchas también fueron sus preguntas, pero de pronto ya estábamos frente a las puertas del seminario. Dios me ilumine!.

Jazmín, sin que nadie le ordenara, sirvió sendas copas de vino y sidra; Ricardo se limitó a levantar la suya, gesto que los demás imitaron y una exclamación de Salud! rompió el tenso silencio.

La tertulia duró hasta bien entrada la noche.

 

 

Había Julián salido temprano para ayudar a Gerardo en los trámites de ingreso al seminario. Cerca de las once de la mañana regresó y encontró a Ricardo en su estudio.

-Buenos días...

-Hola... que bueno que vienes. Mira, he estado revisando mis notas y creo que si seguimos los tiempos evangélicos caeremos en lo mismo.

-Cómo en lo mismo?

-Sí... se supone que lo que debo hacer es explicarles, con palabras llanas, el paso de Cristo por la tierra, no? Bueno, agregó sin esperar respuesta, pues si sigo los tiempos evangélicos, es decir la secuencia que tiene la Biblia, no estaré sino repitiendo en gran medida la propia Biblia...

-Entonces?

-Creo que debemos analizar con ellos las cosas desde otro orden...

-No te entiendo...

-Mira... me pidieron que les narrara los hechos, milagros, curaciones, etc. pero considero que narrar cada uno en sí es repetitivo para ellos, puede enredarlos... mientras que si divido lo que es la narrativa de los milagros, agrupándolos y explicando causas, efectos y contextos, podremos avanzar mejor. Luego, entrar a lo que vendría siendo propiamente la filosofía de Jesús; todos aquellos sucesos en que habla... las parábolas, las bienaventuranzas, sus respuestas a los sacerdotes y fariseos, etc. Cómo la ves?

-No es mala idea... y creo que así les da a ellos mismos la oportunidad de hurgar un poco en la Biblia...

-Claro...!

-Pues adelante...

-Mira, aquí hice una serie de anotaciones al respecto; leelas con calma y me dices qué opinas... sí?

El sacerdote no contestó; solamente tomó las hojas que Ricardo le extendía y se sentó a un lado enfrascándose en la lectura.

 

Por la tarde, una vez reunidos todos, el escritor les explicó la forma en que analizarían la vida pública de Jesús.

-Ante la petición que me hicieron de narrar los hechos, quiero comentarles que hacerlo así podría enredar un poco su entendimiento. Así es que estuve proyectando un sistema en el que ustedes también deberán trabajar a partir de ahora.

Hasta este momento, sólo han escuchado. Han participado con una que otra pregunta, sí, pero fuera de esto no han hecho nada más. Ahora, deberán aprender a despejar alguna de esas dudas por sus propios medios...

-Oye Jefe... y cómo lo vamos a hacer si sabes que somos bien nacos en materia de religión... expresó Carlos a guisa de protesta.

-No... no me malinterpreten... no se trata de que trabajen solos. Lo que haremos es analizar la profundidad de esas acciones, y ustedes deberán investigar en las propias escrituras el suceso completo. Si yo les explico primero el porqué de algo, ustedes podrán entender mejor ese algo. Naturalmente que, cuando lo hagan y aún tengan alguna duda, podremos despejarla aquí mismo.

-Francamente no entiendo, dijo Rafael.

-No puedo explicarles el proceso porque sería tanto como hablarles de algo que todavía no saben... prefiero dejar esto como una aclaración del cómo vamos a trabajar de aquí en adelante, y ya serán ustedes mismos los que me dirán si entienden o no... pero necesitamos experimentarlo, no explicarlo. Está bien?

-Lo siento un poco enredado, comentó Silvia, pero usted sabe lo que hace...

-Lo que pretendes hacer es como un análisis político, no? terció Gustavo. No te remites a los detalles, sino a los sucesos en sí... si a alguien le interesa saber más sobre determinado hecho... deberá investigarlo por separado...

-Exactamente...

-Pero sí podremos preguntar? cuestionó Fidel.

-Naturalmente...

-Lo que sea? agregó Jazmín.

-Lo que sea...!

-Pues adelante... y que sea lo que Dios quiera, suspiró Sonia.

-Oye... dijo Alfonso, mencionaste que deberemos investigar en las propias escrituras... eso quiere decir que debemos buscar en la Biblia?

-Así es...

-Pero... si yo ni Biblia tengo... mucho menos sabré cómo buscar...

-No te preocupes, afirmó Julián, por lo pronto yo te regalo una... y te enseño a buscar...

-Y porqué nada más a él... reclamó Norma.

-Bueno... a quien quiera...

-Pues desde ahorita mismo... espetó Carlos, que con eso de que ya vamos a tener tarea... hay que saber... hay que saber...

-Bueno, intervino Ricardo, entonces el día de hoy se lo dejamos al Padre Julián para que les explique cómo usar la Biblia y consultarla... a ver mi querido curita... a la palestra...

-Bien, no hay problema. Sólo que necesitamos una Biblia para cada uno. Sé que tienes varias en el estudio... nos las puedes facilitar en préstamo?

-Claro que sí, dijo Ricardo dirigiéndose a su estudio tras hacer señas a Carlos y a Fidel para que le ayudaran.

En pocos minutos estuvieron de vuelta con los libros en las manos que repartieron a los presentes. Cuando le extendieron una a Alfonso este contestó:

-Gracias, ya el Padre Julián me proporcionó la suya...

-No, te equivocas, aclaró el sacerdote, es tuya... te la regalo.

-Hombre... gracias...

-Y está bendita...

-Para que te saque los demonios... dijo Rafael riendo.

-Bueno, pues empecemos. El libro que ustedes tienen en la mano es conocido como la Biblia. La palabra Biblia viene del griego biblos, que quiere decir libros; así pues, la Biblia contiene los Libros Sagrados de nuestra religión. La Biblia contiene dos partes principales: el Antiguo Testamento, y el Nuevo Testamento.

El Antiguo Testamento, que es la primera parte, contiene los Libros Históricos, los Libros Proféticos, y los Libros de la Sabiduría. Ya en otro momento hablaremos de ellos.

El Nuevo Testamento contiene los cuatro Evangelios, los Hechos de los Apóstoles y las Cartas.

Si ustedes tienen problema en recordar algo de lo que aquí vamos a explicar no tengan temor. En las primeras páginas de la Biblia -por lo general- viene explicado todo esto que les estoy diciendo, es decir, les dice cómo está dividida y cómo se puede consultar.

Ahora bien, cada libro de la Biblia se divide en capítulos y cada capítulo en versículos. Los capítulos son indicados con cifras muy grandes al comienzo de un párrafo, y los versículos con números pequeños al margen. Como casi todos ustedes tienen la Biblia Latinoamericana en las manos, les voy a pedir que la abran en la penúltima página. Ya? Bien, podrán ver que casi al final de la primera columna de la página de la izquierda, precisamente donde comienza el párrafo, hay un número 22... ese es el número el capítulo. Ahora, podrán observar unos números pequeños que están colocados al lado externo de cada columna. Esos son los números de los versículos. Así es que, si estamos en el capítulo 22 y queremos localizar el versículo 6... cuál sería el texto correspondiente?

Carlos de inmediato levantó la mano.

-Después me dijo el ángel...

-Exacto... alguien más quiere decirme cómo empieza el versículo 9?

-Epaleeee, exclamó Alfonso. Aquí está marciana la cosa... el número lo tengo localizado, pero viene a mitad del párrafo...

-Bueno, pues empieza en donde está punto y seguido de esa línea...

-No, ten cuidado, soy un servidor...”

-Correcto...

-A ver, intervino Norma, entonces el versículo 12 sería: Fíjense que vengo pronto...

-Muy bien... ya comprendieron ustedes la forma de localizar el capítulo y el versículo. Ahora, vamos a aprender a localizar el “libro” al que queremos llegar.

Al principio de la Biblia también vienen las abreviaturas que se usan comúnmente. En lo que sería la página 2 viene una serie de columnas bajo el título de Indice General de la Biblia. Ya lo vieron? En la primera columna está el nombre del Libro, en la segunda están las abreviaturas...

Así es que el Evangelio según Mateo, se abrevia Mt. entendido?

-Sí

-Ahora, con calma, me van a buscar la abreviatura de Eclesiastés...

-Ec, dijo de inmediato Rafael

-Y Zacarías?

-Za, Zeta y a... exclamó con cierta alegría Gloria.

-Correcto. Ahora vamos a localizar el libro de Daniel...

-Dn, señaló Jorgito.

-No... dije vamos a localizar el libro de Daniel... no su abreviatura...

-Y cómo demonios lo hacemos? exclamó Carlos.

-Pues abriendo la Biblia y viendo en el extremo superior externo de las páginas... a ver Carlos... abre tu libro en donde caiga...

-Ya...

-Qué dice en las esquinas externas?

-Jeremías...

-Bueno, ya vieron cómo se encuentran los libros... ahora busquen el de Daniel...

Tras unos segundos, Norma dijo con alborozo:

-Ya lo tengo!

-Yo también, agregó Sonia.

-Y yo, dijo Carlos ahora sí complacido.

-Alfonso?

-Ya.... ya lo encontré...

-Bueno, pues ya saben encontrar el nombre de un libro... ahora vamos a buscar una cita bíblica...

-Qué es eso? preguntó extrañada Silvia.

-Una cita bíblica es una anotación que se refiere a Un Libro, Un Capítulo, y Un Versículo determinados... han escuchado a algunos predicadores hablar de Mt 18.2? O se han encontrado en los libritos que dan en misa, en la parte correspondiente a las lecturas del día las anotaciones de Mc 14.13?

-Sí. y siempre me he preguntado qué demonios quiere decir eso... respondió Carlos con su muy característica forma de hablar.

-Bueno, pues simplemente es la referencia que remite al lugar preciso de la Biblia en que se encuentra esa frase o ejemplo. Veamos... localicen Jn 6.59

-Eso quiere decir Juan... es decir, el libro de Juan, capítulo 6 versículo 59?

-Casi... en el caso de Juan, como de los otros evangelistas, no es “el libro de Juan”, sino el Evangelio de Juan. Lo demás es correcto. A buscar...

-Ya encontré algo más, dijo Rafael orgulloso, junto al nombre del libro, en la esquina, viene el capítulo...

-Así es... verdad que es fácil?

-Sí, claro... indicó Sonia... sabiendo... todo es fácil...

-Ya lo encontraron?

Un sí casi unísono salió de las gargantas de todos.

-A ver Jorge... lee el versículo por favor...

-Así habló Jesús en la casa de oración, en Cafarnaúm.

-Perfecto... todos lo tienen en el mismo versículo?

Nuevamente el sí fue general.

-Pues mis queridos amigos... ya saben ustedes usar la Biblia. Todo es cosa de practicar para llegar a tener soltura, y recuerden... si olvidan algo, al principio viene la explicación de cómo usarla.

-Podemos hacer un par de ejercicios más, pidió Alfonso dejando a los demás con cara de asombro.

-Claro que sí.... no sólo dos más, sino todos los que quieran...

Ricardo sacó un pequeño pizarrón que entregó al sacerdote. Julián escribió una serie de citas bíblicas a buscar, y de inmediato todos se abocaron a hojear sus Biblias.

Mientras los demás estaban absortos en la búsqueda, Ricardo comentó con Julián:

-Fíjate que no se me había ocurrido enseñarles a usar la Biblia...

-Todo viene de Dios mi querido amigo... todo viene de Dios...

-Tienes razón... creo que las cosas suceden en el momento en que tienen que suceder...

-Esta es otra de las grandes desgracias de nuestra religión, nadie les enseña a usar la Biblia, a consultarla. Yo, al menos, sí lo hago en mi parroquia... pero mis compañeros no tienen el cuidado de hacerlo... es muy raro el que lo hace...

-Y eso que la Biblia es el libro base de nuestra religión...

-La base fundamental de todo conocimiento religioso...

-Amén de los descubrimientos...

-Claro....claro...

-Bueno, pues el día fue de provecho...

-De bastante provecho... dijo Norma que se había acercado a los dos amigos y dio un discreto beso en la mejilla de su marido.

 

 

La presencia de Julián en la Mitra era esperada. El secretario pasó de inmediato al sacerdote a la oficina del arzobispo.

-Le esperaba desde hace dos días, dijo muy serio el prelado que, cambiando el gesto por uno pícaro agregó: los dejé temblando verdad?

-Pues... la verdad sí. Pero se recuperaron de inmediato.

-Qué dijo el librepensador?

-Reconoció que se había mandado -como él dice- y se sentía apenado, pero más que nada con Ricardo...

-Bah...! En realidad no me asombró tanto lo que dijo al principio, sino que reconociera su deseo de saber más de la iglesia y de la historia sagrada. Eso, mi querido amigo, indica que las pláticas de Ricardo son de mucha valía... y su libro lo será más...

-Ni dudarlo, afirmó el sacerdote.

-Bueno, pues no me deje abandonada a esa parte de su grey Padre Julián...

-De ninguna manera Su Eminencia, pero... ya que hablamos de grey... cuándo podré reintegrarme a mi parroquia?

-A su tiempo, mi amigo, a su tiempo... ahora es más importante la labor que desempeña con Ricardo.

-Bueno... en realidad creo que...

-Sin dudas, mi querido amigo, sin dudas! Su parroquia no corre riesgo. Usted va a morirse en ella -tal y como lo afirmó usted mismo- pero por ahora debe permanecer junto a nuestro narrador. Recuerde su voto de obediencia...

-Claro, claro... si no pretendo desobedecer sus indicaciones, pero la añoranza me corroe el alma Su Eminencia...

-Dese sus vueltas al pueblo para que la nostalgia no le abrume. Por cierto que le tengo muy buenas noticias del Padre Narciso...

-Sí?

-Se ha ganado a pulso el cariño de sus feligreses, aunque el amor que sienten por Usted no se compara... pero vaya si Narciso ha hecho una muy buena labor pastoral...

-Pues me tranquiliza un poco más su noticia Eminencia.

-Vaya con Dios Padre Julián y no pierda tiempo en solicitar permiso para visitar su parroquia; puede hacerlo en el momento en que le venga en gana... tiene Usted toda mi confianza.

-Gracias Su Eminencia, contestó gozoso el cura.

 

Julián llamó por teléfono a Ricardo y le comentó lo sucedido anunciándole que salía de inmediato a su pueblo.

-Regresaré en un par de días, dijo a modo de consuelo para el escritor.

-Bien, que tengas buen viaje... y salúdame a Narciso.

-De tu parte, naturalmente.

-Oye... y por qué no invitas a tu hermana a pasar unos días con nosotros?

-Sería fabuloso y te agradezco la invitación, pero no sé si ella esté dispuesta a dejar sus deberes... es lo único que le mantiene con vida...

-Pero estaría más cerca de su hermano...

-Le haré la propuesta de tu parte... te llamo luego.

 

Esa tarde, cuando Ricardo comentó con los asistentes la invitación hecha a Lucía, Norma se alegró y les narró a todos cómo era esa santa mujer que había dedicado la vida entera a auxiliar a su hermano.

El resto de la noche se la pasaron haciendo algunos ejercicios de localización y manejo con la Biblia. Fue una jornada corta, pero productiva.

Ya para despedirse, Alfonso insistió en pedirles a todos una disculpa por lo sucedido con al arzobispo. Los demás reiteraron que su presencia no tenía rechazo alguno.

-Mira Alfonso, dijo Ricardo, desde que nos anunciaron que vendrías a las pláticas yo comenté con todos sobre tu forma de pensar. La verdad es que tú nos has sido de provecho a todos. He afirmado y reafirmado que los diferentes puntos de vista en un asunto, sea cual sea, deben ser no sólo aceptados, sino encausados y aún provocados. No puedes tener lucidez en un tema si no contemplas todos los puntos de vista. Si, a la larga, tu opinión, o las de los demás, cambia... algo se ha ganado.

Por otra parte, indagar, investigar, preguntar, opinar, son parte del camino de la sapiencia. Para saber se necesita cuestionar. Si no se hace así, caes precisamente en un dogma, es decir, en que debes creer por el sólo hecho de que se te dice que creas o aceptes ese algo. Y eso no te lleva a ninguna parte, mucho menos en la religión.

Abrir el corazón a nuevos conceptos, a nuevas ideas, a lo desconocido, es aprender. Es aquí en donde entra ese don tan maravilloso que Dios nos dio: la capacidad de raciocinio. Analizar las diferentes vertientes tiene como punto final llegar a la verdad. En todo camino, finalizó diciendo, se encuentran obstáculos; situaciones que no nos gustan o que son contrarias a lo que sabíamos, conocíamos o pensábamos... pero esos obstáculos son, precisamente, los que nos hacen ser más perseverantes en nuestra investigación.

-Gracias Ricardo... gracias.

Todos se despidieron poco a poco. Rafael dio una leve palmada en el hombro a Alfonso y salió de su brazo.

 

 

Ricardo usó toda la mañana para preparar la nueva estrategia de su plática. Sólo abandono la tarea cuando Norma le llamó a comer.

Por la tarde, tras la llegada de sus escuchas, el escritor dio manos a la obra.

-Bueno, he recapitulado sobre la forma en que veremos la vida pública de Cristo y creo que podemos analizarla empezando por las curaciones.

La primera que se presenta es precisamente durante su disertación en el templo de Cafarnaúm. Ahí casi sucede lo mismo que en Nazaret. Los asistentes, llenos de estupor por sus palabras, que expresaba no como los escribas, eruditos en los textos sagrados, sino como su propio corazón lo inspiraba, estaban a punto de protestar cuando un hombre le gritó: “Qué quieres nazareno? Has venido para nuestra ruina?” Jesús le miró profundamente y contestó: “Cállate!... Y tú, espíritu maligno, sal de él!” El hombre cayó al piso preso de fuertes convulsiones, emitió algunos rugidos y, poco después, se serenó ante la admiración de los presentes.

El propio Pedro llevó a Jesús a su casa para que le curara de las fuertes fiebres que sufría y, poco a poco, las peticiones de curaciones se multiplicaron, recibiendo cada una de ellas pronta respuesta que derivaba en su sanación. Hubo de todo, desde conjuntivitis hasta lepra, pasando por la malaria, disentería, erupciones en la piel, cojera, ceguera absoluta, sarna, viruela etc.

Si bien es cierto que, y debemos recordarlo, los hebreos consideraban que las enfermedades, sobre todo las nerviosas como el histerismo y la epilepsia eran causadas por influencias demoníacas, es decir, espíritus malignos que se apoderaban del los cuerpos humanos y sólo podían ser curados por intervención sobrenatural, no debemos dejar a un lado aquella opinión de muchos autores que aseguran que en realidad eran “terapias o tratamientos” dados por Cristo. Pero... recuerden que también señalamos que una terapia puede llevar semanas e incluso meses para tener resultados.

Ahora bien, este tipo de curaciones, las de resultados inmediatos como las que registra la Biblia, no sólo se encuentran en el Nuevo Testamento, no sólo son atribuibles a Cristo; también en el Viejo Testamento existen registros de curaciones hechas por profetas e incluso sacerdotes del templo.

La influencia sobrenatural, llamémosle divina llanamente, es palpable. Pero para asombro de muchos, después de Cristo, se siguen suscitando.

-Heyyyy... exclamó Carlos, entonces quieres decir que Cristo no era tan excepcional?

-No, de ninguna manera, por el contrario... el que sigan sucediéndose confirma que quienes pretenden detractar la divinidad de Jesús y su intervención en esas curaciones, están equivocados.

-Oye, interrumpió esta vez Alfonso, si se siguen dando entonces quiere decir que hay muchos otros Cristos... no?

-No... no confundan una cosa con la otra. Jesús hizo uso de la intervención divina para realizar sus curaciones... y la heredó sobre todo a sus apóstoles; esa intervención divina no cesó con ellos, a la fecha existe y está en manos de mucha gente pero... debemos recordar que la iglesia también tuvo su época de oscurantismo, como cuando la Santa Inquisición -en todo el mundo y no sólo en México- afirmaba que ese tipo de curaciones eran hechicerías y ateísmos.

-Entonces, comentó Norma, quienes las realizan son hombres santos?

-No precisamente. Hay dos vertientes que debemos analizar. Por un lado, la de las sanaciones realizadas bajo el rito católico... por el otro, las de curanderos, brujos y chamanes... incluidos los charlatanes que pretenden realizarlas.

La misma iglesia católica confiere -hasta la fecha- el poder de exorcizar a algunos de sus sacerdotes. Esta autoridad es el Tercer Grado de las Ordenes Sagradas Menores.

-A la fecha? preguntó extrañado Fidel.

-Sí, aunque ustedes no lo crean. Las llamadas “Jornadas de Sanación” se practican en templos como San Hipólito, en el Centro Histórico de la Ciudad de México,  o los de El Carmen y El Altillo en la misma capital, o los de Santa María de Guadalupe y el de El Espíritu Santo, en Valle de Aragón. El Padre José Pérez Frutz, a cargo todavía en 1993 del templo de Santa María, incluso es autor del libro Jesús El Mesías, editado por Publicaciones Kerigma y avalado por el Arzobispo de Santo Domingo, José de Jesús López, en el que se detallan y documentan 70 casos de sanación atribuidas a la gracia del Espíritu Santo, es decir, a la intervención divina.

Por el lado de los brujos, la antropóloga Barba Ahuactzin de Piña Chan afirma que los ritos de magia y religión tienen un mismo origen y por ende guardan numerosas coincidencias. “Si bien las fuerzas que ambas conjuran tienen diferente calificación moral, e incluso los oficiantes de ambas prácticas no gozan del mismo prestigio social -los sacerdotes de los diversos credos son respetados; en cambio, los magos y hechiceros son temidos- todos ellos tratan por igual de invocar la presencia de seres sobrenaturales para, con su ayuda, modificar la realidad de este mundo mediante fuerzas extrahumanas”.

-Oye, preguntó Rafael, y qué dirían los inquisidores del pasado si vieran a los sacerdotes hacer milagros como santos? No les parecería extraño que la Iglesia incurra en esas prácticas que persiguió con tanto encono durante siglos?

-Te daré la respuesta que da la propia antropóloga a Lucrecia Ferrer, periodista de la revista Contenido: “No, responde, la sociedad recurre a las fuerzas mágicas siempre que la realidad se presenta oscura e indescifrable. Para enfrentarse a tiempos cada vez más ominosos, el hombre de hoy necesita pedir milagros... y la iglesia no lo ignora”.

-Pero, entonces... intervino Norma, no es una herejía? No cae la misma iglesia en una herejía al hacer esto?

-Fue entonces Jesús un hereje? preguntó a su vez Ricardo. No, simplemente debemos ver cómo hizo uso de la intervención divina -la de su Padre y la suya propia- para ejercer ese poder de sanación. Pedir a Dios, con fervor y sinceridad, cualquier cosa, tiene una respuesta... y hay quienes tienen el poder de tener una respuesta a ese llamado, que derraman a otros en su beneficio. Es Dios, nómbrese como se le nombre, Alá, Buda, Ehecatl, Yemanya, el que responde realmente al llamado sincero, a la plegaria ferviente.

-Pero hay muchos charlatanes...

-Claro... y es precisamente el hombre mismo el que debe y puede descubrir quién es quién. Sin embargo y por desgracia, la charlatanería se ha extendido tanto que, por eso mismo, el hombre ya duda de la verdad de una sanación.

Pero... no nos meteremos en mayores detalles que son difíciles de explicar. Concretemos señalando que hay un poder divino -venga de donde quiera el hombre atribuir que viene- que puede intervenir en favor de el mismo hombre y al que sólo debe tenerse fe. Una fe inquebrantable.

Por ahora, dejemos a un lado a brujos y charlatanes, con mis respetos para los primeros y mi condena para los segundos, y veamos las acciones de Cristo en ese medio.

Decía que no todas sus curaciones fueron directas, lo que deja descontrolados a sus investigadores; algunas fueron a distancia e incluso sin saberlo, como los casos que pusimos de el hijo del funcionario y de la señora aquella que tocara su manto. Otra de las ideas que tenía el pueblo hebreo respecto a las enfermedades era que estas eran una forma de impureza contraída por transgredir alguna norma ritual, es decir, por pecar. De ahí que toda enfermedad estaba directamente vinculada al pecado y sanar significaba purificarse. La muerte misma era considerada como el castigo más grande ante el pecado. Esa curación era conseguida, según esas ideas, sólo con el perdón otorgado por Dios. Para la purificación había fórmulas como los conjuros y las plegarias, ritos particulares y ofrendas en el templo. En estos rituales era de suma importancia la intervención de elementos como el aceite, las hierbas, raíces, tierra y.... escuchen bien esto: el agua.

Recuerden que el agua es el símbolo principal -junto con el aceite- en el ritual del bautismo. Incluso, algunas religiones como la islámica, aún ve llegar a miles de peregrinos al Ganges para bañarse en sus aguas buscando la purificación.

Mención especial tiene la saliva, que es bien sabido, científicamente incluso, tiene propiedades desinfectantes. Los animales, por ejemplo, lamen instintivamente sus heridas. Quién de ustedes no tiene un perro en casa que, al notar un herida en la mano del amo, le lame cariñosamente?

-Yo, dijo festiva Jazmín.

-Y yo... dijo asombrado Alfonso. Es cierto... mi perra me lame las heridas...

-Esta actitud y procedimiento ya habían sido reconocidos por médicos griegos y latinos, según afirma el historiador Plinio. Naturalmente que cada quien le daba la aplicación que creía o convenía. Los hebreos, por ejemplo, señalaban que para las enfermedades de los ojos debía recurrirse a la saliva de un primogénito de padre. En el bautismo mismo, el sacerdote moja su dedo con su propia saliva y hace el signo de la cruz sobre las orejas y la boca del bautizado.

En una epístola, atribuida a Santiago, hermano de Jesús, este dice: “Si alguno de vosotros está enfermo, llame al anciano de la iglesia y que este ruegue sobre él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor, y la plegaria de la fe salvará al enfermo y el Señor lo restablecerá; y si ha cometido pecados, le serán perdonados”.

Todas estas prácticas, apoyadas en la fe, han caído en desuso, pero los teólogos no excluyen que también pueda obrar la curación física.

Por lo pronto, dejaremos la plática ahí y les daré algunos encargos a buscar al respecto.

-Ya viene la tarea, dijo Carlos entre mohíno y festivo.

-Venga... dijo Sonia como para contradecirlo.

-Me van a buscar, y leer naturalmente, la curación del sordomudo y el ciego; la hemorroísa...

-Qué es eso? cuestionó turbado Alfonso.

-Búscala y lo sabrás... también me buscan las curaciones de la hija de Jairo, el leproso y el paralítico.

-Oiga don Ricardo, protestó Silvia, no es eso mucho?

-No, porque van a formar dos equipos de búsqueda. A ver, quienes los forman?

-Yo formo uno con Sonia, Norma, Jazmín, Don Gustavo y Don Rafael, dijo Carlos.

-Yo el otro con Fidel, Silvia, Gloria, Jorgito y Jorge, añadió Alfonso.

-Bien, así estarán parejos...

-Oye, reclamó Rafael, y no nos vas a dar los numeritos esos para localizarlos?

-Esta vez no, sólo les puedo indicar que los encuentran en el Nuevo Testamento, en los evangelios. Así es que... buena suerte y buenas noches señores. Ahhh... y antes de despedirnos quiero decirles que no se trata nada más de encontrarlos y leerlos. Deberán analizarlos, comentarlos y luego presentar aquí sus opiniones... entendido?

-Sea pues, dijo Fidel a manera de despedida.

 

 

La ausencia de Julián descontrolaba un poco a Ricardo y le hacía extrañarle. Esa mañana, sin embargo, el telefonema del sacerdote indicándole que llegaría al día siguiente acompañado de su hermana le levantó los ánimos.

La llegada de todos y el entusiasmo que mostraban hablando de la localización de su tarea despejó aun más la preocupación del escritor.

-A ver... a ver... con calma! Nombren ustedes a un representante de su propio equipo para que haga uso de la palabra a fin de dar a conocer las localizaciones y luego hacemos una especie de mesa redonda para los comentarios. Les parece?

-Está bien Don Ricardo, dijo Silvia. Nuestro representante es Don Jorge.

-Pues que empiece Jorge...

-Mira, a nosotros nos tocaron las curaciones del paralítico, que encontramos en Mateo 9.18 y Lucas 5.17; la hemorroísa que está en Mateo 9.18, en Marcos 5.21 y en Lucas 8.40; y finalmente la del leproso que localizamos en Marcos 1.40, Lucas 5.12 y Mateo 8.2...

-Y porqué aquí señalan a Mateo al final?

-Te diste cuenta! Pues porque no lo encontramos titulado, pero se hace referencia a ello en Lucas y de ahí nos fuimos a Mateo.

-Bravo! Eso quiere decir que ya saben manejar la Biblia...

-Claro! exclamó Fidel, qué creía usted que no podríamos?

-Yo no creo que no puedan, pero me asombra el que con tan poca práctica ya puedan consultar la Biblia. Felicidades. Y ustedes?

-Nosotros nombramos representante a Doña Norma.

-Nuestro equipo, dijo la aludida, encontró la curación de la hija de Jairo en Mateo 9.18, Marcos 5.21 y Lucas 8.40; la del sordomudo en Marcos 7.31 y la del ciego en Marcos 8.22, pero no pudimos encontrar las dos últimas en los otros evangelios...

-No se preocupen, lo que pasa es que los cuatro evangelios no son precisamente iguales; no hablan de todo lo que hablan los otros, con algunas excepciones. Juan, por ejemplo, le da mucho mayor importancia al mensaje de Jesús. Toca muy de paso algunas de las curaciones, sí, pero la mayor parte de su evangelio es sobre las palabras de Cristo, sobre la buena nueva. Bueno... ahora sí. Veamos qué tanto entendieron o cómo lo analizaron. Quién quiere hacer uso de la palabra en primer lugar?

-Yo, dijo Alfonso. Tengo una duda. Navegando en internet encontré que Jesús obró 40 milagros. Sin embargo, cuando buscábamos lo del leproso, nos encontramos con una cita en Mc 1.32 que dice que le estaban trayendo a todos los enfermos y que Jesús curó a muchos de ellos, lo que supone una cantidad mayor a 40...

-Deben recordar ustedes que, como ya lo señalamos no hace mucho, el número 40 tiene una aplicación de volumen o cantidad. Recuerden que dijimos que es tanto como decir ahora “un resto” o “mucho”...

-O “un friego”.... como también dijimos, exclamó Carlos con aires de sapiente.

-Exactamente. Así es que decir que fueron cuarenta milagros bien puede aplicarse a que fueron muchos, muchos milagros. Porque, naturalmente, si nos ceñimos a las escrituras canónicas -o sea las aceptadas por la Iglesia- contenidas en la Biblia, los simples relatos nos arrojan muchas más curaciones de las 40, como ustedes bien lo notaron.

-Una de las cosas que nosotros encontramos, dijo Sonia, es que en alguna parte dice que Jesús tuvo que salir huyendo...

-Así es, y no una sino dos veces, sin embargo, eso es materia de otra plática posterior en donde analizaremos el parteaguas en su vida pública.

-Bueno, dijo Norma, para empezar descubrimos en la curación de la hija de Jairo que este era un principal, un Jefe de la Sinagoga, lo que suponemos podría ser un sacerdote; además de que no fue propiamente una curación, sino una resucitación, pues en la casa de Jairo ya estaban los tañedores de flautas que entonaban la música fúnebre propia de esos sucesos. Aquí lo curioso es que Jesús les ordenó que no lo contaran a nadie, aunque para nada le hicieron caso. Por qué no quería que lo contaran?

-Debemos recordar que habían detenido a Juan el Bautista y que la situación política no era muy estable que digamos, así es que Jesús obra sus primera curaciones con cierto temor, no de hacerlas, sino de causar alboroto y verse perseguido, tal y como sucedió después. Qué más tienen?

-En el caso del sordomudo, continuó Norma, notamos que la curación que hace Jesús se basa precisamente en la saliva. Le mete al hombre los dedos en las orejas y con saliva le desata la lengua. Aquí se repite la petición de Cristo de que nadie lo sepa, pero también se insiste en que todos lo cuentan y la admiración crecía.

-Bien, veo que han hecho su trabajo; vamos a dejar ahí la información sobre su investigación y a darle la oportunidad al grupo de Jorge.

-Nosotros encontramos, antes que nada, el significado de hemorroísa y que este calificativo se aplica a la mujer que sufre de flujo de sangre íntimo, es decir, vaginal; la mujer, que lo había padecido por doce años, es precisamente esa que, temerosa del rechazo del galileo, toca su túnica desde atrás.

-La curación “sin saber” a que nos referíamos no hace mucho.

-Sí, por otra parte, nos llamó la atención la curación del leproso porque, aunque aquí también le ordena al sanado que no lo cuente, sí le pide que vaya ante el príncipe de los sacerdotes para que haya testimonio...

-Miren, no es nada sorprendente. Jesús quería que los sacerdotes supieran de su poder divino, que tuvieran testimonio de él a fin de contar con su apoyo, apoyo que jamás fue dado más que nada por envidias y porque veían amenazados tanto su autoridad como sus intereses. Lo que El no quería era que se regara entre el pueblo mismo el conocimiento de esos milagros, para evitar las muchedumbres y que estas fuesen a causar víctimas inocentes como sucede en todo amontonamiento.

-Sin embargo, dice al final que Jesús ya no podía entrar a la ciudad, sino que andaba sólo por los alrededores y, a pesar de esto, acudían a El de todas partes.

-Lo que prueba sus temores.

-Bueno, dijo Carlos, una de las cosas que también prueba esto es que no fueron sólo cuarenta milagros... imagínense en esa muchedumbre cuántos fueron sanados.

-Así es. Bueno, se ve que también ustedes hicieron su tarea. Ahora bien, entremos a la sesión de comentarios. Aquí ya no hay equipos, las preguntas serán personales y deben ser de interés de todos. Quién empieza?

-Si me lo permiten, yo quisiera hacer el primer comentario, dijo tímidamente Fidel.

-Adelante...

-Bueno, no sé si estén todos de acuerdo pero... yo veo que Jesús tomaba una fuerza muy importante, una ascendencia entre su pueblo que, aunada a la idea de que era El Mesías, le convertía desde el mismo principio en líder... un líder peligroso tanto para los propios sacerdotes como para los romanos... o no?

-Efectivamente. Me gustaría pedirles que se imaginen las primeras curaciones y el correr del rumor. Si bien muchos, como señala la Biblia, le tachaban de farsante, creo que los más se asombraban y buscaban la forma de verlo. Vamos a trasladarnos a la época moderna. Qué pasa cuando alguien dice que se apareció una imagen en tal o cual parte? La ola de creyentes, incluyendo a muchos curiosos, crece rápidamente. Así pues piensen qué sucedió cuando el pueblo supo que Jesús tenía el poder de curar, de inmediato, e incluso a veces sin El mismo saberlo, con sólo tocar su manto!

Naturalmente que su fama debió extenderse en pocos días o semanas. Además, un rumor de estos no pasa desapercibido para las autoridades. Y si pensamos en que, al menos hasta ahora ya hemos hablado de un Oficial romano, un centurión vamos, y un Jefe de la Sinagoga que habían sido beneficiados con ese poder divino, es prácticamente seguro que la noticia llegó de inmediato tanto a los sacerdotes como a los jerarcas romanos.

De ahí el temor de Jesús de verse perseguido, temor que se agravaría unos meses después cuando se supo que Herodes había ordenado la muerte de Juan el Bautista. Pero vamos muy aprisa. Sigamos con los comentarios.

-Papá... si Jesús tenía temor de que lo persiguieran, por qué entonces hacía milagros? Por qué no nada más les hablaba? Intentaba demostrar su poder? Tenía que hacerlo así a fuerza? comentó Jazmín.

-Creo, y conste que es una opinión muy personal, que debía crear primero una confianza en El. Recuerden que al principio, cuando habla solamente, los mismos asistentes a la sinagoga, es decir, no los sacerdotes sino el pueblo mismo, le recrimina querer hacerse pasar como profeta, sobre todo aquellos que le conocían y que son los que reclaman: cómo es que este, que no es mas que el hijo del carpintero, se atreve a pretender hacernos creer que sabe mucho, que es un profeta o un doctor de la ley.

Sin embargo, cuando sana a los primeros, las dudas sobre su poder, esencia y presencia se quedan sólo en las almas de quienes veían afectados sus intereses.

Cuando la multitud se junta, cuando ya tiene muchos escuchas, es cuando empieza a hacer uso de la palabra. No quiere decir esto que no lo haga cada vez que realiza un milagro, pero cuando lo hace siempre recalca la importancia de creer, tener fe, agradecer a Dios, mientras que ante la multitud extiende su doctrina, de la que ya hablaremos largo y tendido.

-Perdón, pero yo quisiera hacer una observación, dijo Rafael.

-Sí?

-Una de las cosas que destaca la Biblia, porque entre paréntesis te diré que la he estado leyendo, es que las normas judías evitaban el roce con aquellos que llamaban infieles o impuros, sin embargo, Cristo no hace distinción. Lo mismo se acerca o cura a un judío que a un romano. No sería esto lo que le atrajo el rencor de los sacerdotes?

-Es indiscutible. Dejaré a ustedes la tarea de leer más sobre los milagros de Jesús, pero puedo adelantarles que sí, que Cristo no hizo distinciones. Algunas de las más notables son, por ejemplo, la del propio recaudador de impuestos, Leví, que muchos identifican con Mateo, más adelante su apóstol, o de la samaritana. Samaria, si bien era judía, no llevaba la ley mosaica tan rigurosamente como los demás y, por esto, era considerada infiel. El que Jesús no sólo hubiese visitado esa región, sino le hubiese hablado a una mujer samaritana y, todavía más, le pidiese agua para saciar su sed, era imperdonable. Pero ya vimos que Cristo rompió con muchas de las leyes religiosas vigentes. El argumentaba que todos somos hijos de Dios y, por ende, iguales y dignos de ser amados y de amar, de ser perdonados, de ser “llamados al redil” en vez de ser rechazados. Quizá el caso más escandaloso es precisamente el del leproso. Tocar a un leproso, y darlo por sanado, era sólo permitido a los sacerdotes.

Bueno, para terminar el día, como tarea ahora les dejo encontrar los demás milagros, analizarlos y llegar aquí con tres cosas: 1.- Dar su ubicación 2.- Valorar su importancia en la vida de Jesús y del pueblo judío y 3.- Comentarios sobre las dudas que estos les hayan ocasionado.

-Amén, dijo Carlos como siempre jocoso y burlón.

 

 

La llegada de Julián con su hermana Lucía causó alboroto en la casa del escritor. La bienvenida, dada sinceramente, estuvo a manos de Norma, Jazmín, el propio Ricardo y Rafael, que frecuentemente llegaba por las mañanas.

-Que bueno que te animaste a venir, dijo francamente contenta Norma a Lucía.

-La verdad es que sentí un poco dejar mis obligaciones en la parroquia, pero Julián me convenció con el argumento de que tardaría todavía algunos días por acá, contestó medio cortada la hermana del cura.

-Pues esta es tu casa, mi querida Lucía, exclamó Ricardo. Recibe de nosotros la misma hospitalidad con que tú nos recibiste.

-Gracias... gracias...

-Pero pasa, agregó Norma, ven... te diré cual es tu cama. Y digo tu cama porque la casa es pequeña y tendrás que dormir con Jazmín.

 

Por la tarde, el entusiasmo contagió a los asistentes que no tardaron en abrazar a la que tan dedicadamente les había atendido en el pueblo. Gustavo y Alfonso fueron presentados y todos juntos pasaron a la doble mesa que ya habían preparado las damitas, para disfrutar de las delicias de una cena típicamente guerrerense preparada por Norma.

-Oiga Doña Lucía, dijo Carlos, aquí todo el que llega se confiesa. Y el padre Julián no lo ha hecho... ni Usted! Así es que cuente... cuente...de dónde son ustedes?

-Carlos... tú siempre tienes que importunar! exclamó Sonia.

-No, no es secreto de fe de dónde venimos, contestó la aludida. Por el contrario, si ustedes supieran la historia entenderían porque sigo a Julián eternamente.

-Oye Lucía, comentó Norma, no te sientas obligada por la necedad de este muchacho...

-No, dijo Julián interviniendo, Carlitos tiene razón... si hay que confesarse... pues ni modo...

Todos rieron de buena gana.

-Nosotros nacimos en un pequeño pueblo del estado de Nuevo León, cerca de Montemorelos. Mis padres eran campesinos que, por necesidad, se trasladaron a Monterrey casi después de nacer yo. Julián ya era un pequeño jovencito y se metió de acólito en la Iglesia de El Roble. La casa, ubicada en los tiraderos de TopoChico, entonces casi un pueblo alejado del centro, era de lámina de cartón corrugado. Recuerdo que las primeras cosas de valor que tuvimos fueron una televisión y una máquina de coser Necchi, porque en ese entonces los vendedores las dejaban sin más ni más. No pedían enganche ni fiador. Confiaban en la palabra de los compradores que, como nosotros, no tenían ni en qué caerse muertos. Así es que quienes compraban luchaban por no dejar de pagar. El mismo vendedor enseñaba a las señoras a bordar con las máquinas -un lujo hasta entonces desconocido- y a coser vestidos, blusas y otras prendas. Muchas señoras encontraron en esas máquinas una verdadera forma de vida. Se volvieron costureras y, con el producto de su trabajo pagaban las letras de la máquina y de la televisión. Fue un excelente truco de la Casa Necchi, pues por no perder la televisión, se esforzaban por cumplir y, para eso, estaba la máquina de coser.

Mi madre, como muchas, aprendió a hacer mil curiosidades en la máquina y nos sacó adelante. Mi padre, quizá un poco apenado por el ejemplo de ella, se fue a los Estados Unidos en busca de fortuna. Jamás regresó. Un amigo suyo, compañero de la pizca en California, nos vino a contar que murió de tanto trabajar, pero algunos otros nos han contado que se enredó en la lucha de Cesar Chávez por los inmigrantes y lo mataron.

No hubo más hermanos. Julián, con el paso del tiempo, se consiguió trabajo y de esa forma, entre los ingresos de mi madre y los de mi hermano, pudimos cambiarnos más al centro, por Reforma, cerca de donde estaba la Central Camionera.

Mi madre no era muy religiosa. El que Julián fuera acólito le molestaba porque decía que era una forma de perder el tiempo, aunque sólo ayudaba en la misa de los domingos, pero al correr del tiempo dejó de importarle.

Cuando Julián le comunicó que quería entrar al Seminario, a mi madre le dio un ataque. Cómo, decía exaltada, cómo que te me vas de cura! Estás loco.... un hijo mío jamás se volverá mocho... muchacho loco! Sin embargo, y aún en contra de la voluntad de mi madre, Julián entró al Seminario.

Por razones que no recuerdo, Julián se fue a terminar sus estudios al Distrito Federal y se ordenó en plena Basílica de Guadalupe. Ese día, mi madre olvidó su contradicción. Estaba orgullosa de su hijo.

Mi hermano siempre ha amado a la gente de campo, así es que cuando le anunciaron que iría a la que ahora es su parroquia en calidad de auxiliar, saltó de gusto...

-Entonces siempre ha estado en esa misma iglesia? preguntó asombrada Silvia.

-Así es...

-Pero siga....siga... urgió Fidel.

-Yo me quedé en Monterrey con mi madre. Estudié la primaria y parte de la secundaria con muchas reticencias por parte de ella. Argumentaba que la mujer se había hecho para el hogar, para aprender a coser y bordar, a cocinar, a hacer feliz al hombre que le desposara.

En esa parte del país hay una costumbre casi secreta: buscar a las hijas casaderas el marido apropiado, aún usando malas mañas. Mi madre, no exenta de esa costumbre, un buen día me dijo que le acompañara a tomarse una foto.

Cuando llegamos al estudio -propiedad de un señor Marco Antonio Jasso- nos esperaba ya el fotógrafo que, de inmediato, me hizo pasar a un cuarto en donde estaba la cámara y los reflectores. A mí me extrañó porque mi madre me había dicho que era a ella a quien iban a retratar, pero no dije nada; pensé que también quería una foto mía.

Ya adentro, el fotógrafo -un joven de no malos bigotes por cierto- me comenzó dizque a poner en pose. Primero me acomodó la cara de lado, medio inclinada; pero luego empezó a tocarme los brazos y las rodillas. Me espanté, pero aún así no dije nada. Yo creo que él pensó que el camino estaba abierto y, de repente, me plantó un beso en plena boca!

-Andale...!!! gritó Carlos. Mandado el muchachito!

-Cállate por Dios... exigió Sonia.

-Y entonces... qué hizo? preguntó Jazmín.

-Pues que le suelto sonora bofetada y que me salgo corriendo. Huy...! hubiesen visto el escándalo que armó mi madre! Pero no contra el fotógrafo, no, sino en contra mía! Que cuándo me iba a casar así... que debía dejar que los hombres que tienen fincado un futuro se acercaran a mi... que si me pensaba quedar para vestir santos igual que mi hermano... bueno, hasta me preguntó que si lo que quería era irme de monja!

-Caramba...! Pues en qué pensaba su mamacita? dijo admirado Rafael.

-Realmente, ella no lo hacía de mala fe. Eran las costumbres. Si una madre veía a un joven con un buen trabajo, con seguridad, trataba de meterle a la muchacha a como diera lugar. Así es que un besito no era nada... sólo el principio de lo que después, dada su humilde procedencia y de llegar a mayores, daría pauta al reclamo y obligar al “abusador” a un conveniente matrimonio.

-Ah jijos... exclamó Carlos de nueva cuenta.

-Sin embargo, como era yo muy chamaca y no entendía de esos acuerdos, le escribí a Julián que, ni tardo ni perezoso lo hizo con mi madre reclamando muy respetuosamente su actitud. Ella, en respuesta, me dijo que desde ese momento casarme era cosa mía, que ella ya no me ayudaría y que no entendía como no se comprendía su interés por mi bien y mi futuro. Así era su inocente ignorancia pues.

Cuando ya tenía como quince años, mi madre se enfermó gravemente y duró en cama más de tres años. Yo me tuve que hacer cargo de la casa... y de sus costuras. Cuando murió, vendí todo menos la máquina de coser, tomé un autobús... y llegué a la parroquia con mi hermano. Desde entonces estoy con él, y no me arrepiento. Yo no era para casarme. Me gustan mis obligaciones. Me siento orgullosa de ser la hermana del sacerdote, y así me tratan y me respetan en el pueblo.

-Y el padre Julián? Qué pasó con él entretanto?

-Eso me toca contarlo a mi, aclaró el cura.

-Cuenta pues, viejo ladino, que hasta ahora conoceré un poco más de ti, dijo pícaro Ricardo.

-Cuando llegamos a Monterrey, y esto no lo sabía mi hermana, me junté con una pandillita de escuintles que nos dedicábamos a pedir “para las misiones” con unos botes envueltos en papel de unos volantes que habían repartido de la iglesia de El Roble, en los cuales se invitaba a unas charlas, pero que tenían en el encabezado el membrete de la Mitra y de la Iglesia; así es que, cortando la pura orilla superior y pegándola a otra hoja en blanco, quedaba una muy buena envoltura para los botes que, a cualquiera que les viera, podría darles la seguridad de que lo pedido era, efectivamente, para las misiones. Sin embargo, no faltó uno más vivo que nosotros y nos fue a acusar con el párroco que nos localizó enseguida.

Vernos y detenernos a dos de nosotros fue una. Los demás escaparon. El sacerdote nos llevó a la iglesia y nos exigió, a más de darle lo recaudado, los nombres de nuestros padres. Como nos negamos a descubrir nuestros datos, el cura nos propuso, ladinamente, dos opciones a escoger: o la cárcel, o servir de acólitos por cien domingos. Naturalmente que, con tal de que no se enteraran nuestros padres, aceptamos ser acólitos.

Poco a poco, el padre Gervasio nos fue conociendo. Supo de nuestras desventuras -en mi caso el no tener padre y ser muy pobre- y nos consiguió un trabajo en la librería parroquial. “Así los tendré más tiempo bajo vigilancia”, decía. Pero en verdad fue una forma de ayudarnos económicamente y acercarnos más a la iglesia. Todo esto, por lógica, encendió mi vocación y, con su ayuda, entré en su momento al Seminario. Un par de años después, mi amigo siguió el mismo camino.

Mi propio confesor, el padre Gervasio, nos aconsejó que siguiéramos nuestros estudios en la capital del país. Decía que así tendríamos más oportunidades. Y así lo hicimos.

Al correr de los años, y ya ordenado, yo me recluí en la que ahora es mi parroquia. Mi amigo, de quien después fui su consejero y padrino, optó por seguir la carrera eclesiástica.

-Un momento, dijo Ricardo interrumpiendo, ahora entiendo! O me vas a negar que tu ahijado en la fe es el mismísimo Arzobispo?

-Sin intención alguna de presumirlo... así es. Hace algunos años, cuando fue investido Arzobispo, le comenté algunas de las cosas que sucedían por acá y me ofreció ver qué podía hacer. Claro que jamás me imaginé que algún día llegaría como cabeza de la diócesis. Pero así fue. Espero que para bien de todos...

-Y friega de otros.... comentó mordaz Ricardo.

-Qué quieres decir, preguntó Norma.

-Pues qué no ves el complot -para usar la palabrita de moda- de este par de ensotanados? Julián y su arzobispo se han puesto de acuerdo para hacerme escribir el libro!

-Y qué?

-Mira mi querido Ricardo. He dicho que los caminos del Señor son inimaginables. Yo no te busqué. Tú fuiste, por designio del Señor, hasta mi propia parroquia. Yo no te dije que empezaras estas charlas. Yo no te dije que me trajeras a tu casa. Ha sido el destino el que nos ha unido por gracia del Señor. No puedes negarlo, ni hablar de complot. Y si lo fuera, dale gracias a Dios de ser uno de sus instrumentos, que bien ganado lo tienes.

Norma vio que el disgusto de Ricardo era real, muy real, y quiso calmar los ánimos.

-Qué les parece si despedimos a los demás y platicamos a solas. Creo que en verdad hay mucho que explicar Julián. Yo también me siento un poco traicionada.

Julián asintió con un leve movimiento de cabeza. Luego bajó la vista apenado y guardó silencio.

Los muchachos se fueron retirando poco a poco. Gustavo tomó del brazo a Rafael, que mostraba intenciones de quedarse, y le jaló suavemente.

 

-Mira Ricardo, dijo casi murmurando Julián, en verdad te digo que jamás pasó por mi mente usarte o siquiera planear algo que se dio verdaderamente casual. No te forjes ideas de espías o algo por el estilo. Reconozco que no debí haber callado que el nuevo Arzobispo es mi ahijado, pero si acaso ese es mi único pecado.

-Pero habla mal de tus intenciones, dijo Norma también notoriamente molesta.

-Pero... por qué? Yo no tuve malas intenciones al hacer amistad con quienes llegaron solos a mi parroquia, no los llevaron o condujeron; no tuve malas intenciones cuando el propio Ricardo me ofreció su casa, ni cuando me pidió consejo. Perdónenme, pero no me siento culpable; sí apenado por que haber callado lo de mi ahijado dio pauta a este malentendido.

-Y el libro? También es casualidad?

-Naturalmente que no Ricardo! Pero tampoco brota de un complot. Surge como idea cuando platicamos de tus virtudes como charlista, como escritor y, sobre todo, como investigador y analista de nuestra religión. De esa facilidad que Dios mismo te dio para explicar tan suavemente su verdad. Es más, ahora te puedo decir abiertamente que fui yo el que tuvo la expresión de “Si escribiera un libro como lo narra”, y que adoptó mi ahijado de inmediato como una idea a promover.

Vamos Ricardo, siempre estás viendo moros con tranchete! Si no es por una cosa es por la otra. Me asombra que en una persona que tiene tus conocimientos y experiencia, emanen esos sentimientos de inseguridad. Te estimo, de verdad, te estimo más de lo que te imaginas y jamás haría yo algo que te perjudicara. Y si añades a eso que mi estimación se extiende a toda tu familia y a tus amigos, que ahora son los míos, podrás calibrar si sería capaz de dañarte.

-Además, intervino tímidamente Lucía, yo puedo asegurarles que Julián nunca se ha distinguido por ser ladino o grillo, como le llaman ahora; obedece lo que le mandan, y cuando no le gusta lo dice abiertamente, pero jamás intriga...

-Bien, señaló Ricardo enderezándose, entonces me vas a explicar cual es el fin o la utilidad de el libro... para la iglesia, digo.

-Por Dios amigo mío, creo que tú mismo lo entiendes! La importancia que tiene es que se puede convertir en un vehículo más para llevar el entendimiento de la historia sagrada y sus verdades, oficiales y no, a mayor cantidad de gente. Gente que ya no escucha, oye sí, pero ya no escucha las peroratas sacerdotales del evangelio en misa y que se cansó por la repetitividad con que se usan las citas bíblicas que no explicamos, pero sí usamos para hablar de lo que conviene esa semana al clero o al gobierno...

-Al gobierno?

-Naturalmente, ahora y siempre hemos estado en concierto. No puede ser de otra manera. Pero no creas que muy de fondo. Si acaso apoyándole en épocas como las de elecciones o de crisis.... pero al final de cuentas.... en un tímido contubernio que a veces se acelera.... a veces se enfría...

Así pues, un libro de la claridad de tus pláticas sería de vital importancia para un mayor entendimiento popular. Es tu palabra llana, la explicación sana de la palabra. Tu picardía no pasa de la inocencia. Juegas con la verdad, sin aceptar la mentira y sabes distinguir una de la otra.

Esa es la importancia de tu maldito libro. Y si en verdad piensas que te he hecho víctima de un complot, finalizó engallado Julián, pues te dejo en paz con tus fantasmas psicológicos y me regreso a mi pueblo a lamentar que por un estúpido error mío dejé a mi gente sin una obra como la tuya.

Mientras decía esto último, Julián se levantó y tomó del brazo a Lucía para urgirla a levantarse también, acto que fue frenado de inmediato por Ricardo.

-No seas tonto... te creo... perdóname. Y aún creyendo que fuera un complot... ya te quiero mucho como para perder tu amistad.

-Creo que yo también siento satisfechas mis dudas, dijo Norma abrazando a Lucía.

-A ver Normita, sírvenos un cafecito de esos que sabes hacer y que las penas se olviden, dijo Julián abrazando a su vez a Ricardo.

-Perdona este nuevo arranque, dijo con sinceridad el escritor.

-No te preocupes que ya te conozco bien, y sé que con todo y tus berrinchitos eres buena persona.

Jazmín, que había quedado a la expectativa, se aprestó a ayudar a su madre.

 

 

Ricardo se reía solo en su despacho. Recordaba los sucesos de dos noches atrás y le causaba gracia su propia actitud casi infantil.

El día anterior habían llegado todos con sus trabajos realizados. Encontraron fácilmente los milagros de Cristo y, durante su análisis, se habían despejado muchas dudas. Hubo algo que quiso recalcar: que si bien Cristo hizo milagros de sanación, fue más que nada para demostrar la divinidad de su Padre, la intervención divina que aún le es otorgada a muchos más que, si no son propiamente profetas o Cristos, sí son elegidos como conducto para alcanzar esa gracia.

Por la mañana, había estado revisando algunos de los escritos que contienen las palabras, parábolas y ejemplos de Cristo. Quería empezar esa misma tarde con el análisis de su verdad, de la profundidad de su forma de pensar.

Julián había salido a la Mitra.

 

-Así es que por poco lo perdemos!

-Casi Su Eminencia, pero Ricardo es un hombre noble y pudimos limar las asperezas en ese mismo momento.

-Qué le dijo después?

-Bueno, no he tenido la oportunidad de hablar con él, pero no creo que haya cambiado nada.

-Dios quiera padre Julián... Dios quiera...

 

Lucía acompañaba a Norma para hacer algunas compras en la Comercial Mexicana de Vista Alegre. Con todo y la fricción de esa noche, el comportamiento de ambas no sufrió quebranto alguno.

-Nos tomamos un cafecito Lucía?

-Si tú gustas...

-Oye, quiero pedirte una disculpa porque, ahora que lo vemos con más calma, creo que en realidad exageramos... dijo mientras pagaban el servicio.

-Vamos... ni hablar de ello. Lo que pasa es que Julián a veces oculta algunas cosas que no tienen en realidad importancia, pero lastiman a los demás cuando se enteran. Por ejemplo, cuando era niña, Julián afirmaba que trabajaba en una lonchería y es hasta ahora que me entero de que en realidad trabajaba en la tienda parroquial. Ahora tú dime: con qué objeto nos ocultaba eso a mi madre y a mí?

-Sería que le daba pena...

-No... no lo creo... así es él... oculta cosas sin importancia te digo... vamos... otra de las cosas que ni yo misma sabía es que el Señor Arzobispo es su ahijado... entiendes?

-No lo sabías?

-No, te lo juro...

-Que curioso... y no podemos decir que son cosas de la edad, dado que me cuentas aquello de su infancia...

-Pues no... claro que con lo de antenoche recién me doy cuenta de que esos detalles pueden ofender a alguien... la reacción de Ricardo me dejó realmente sorprendida...

-Te diré que yo también sentí que estaba traicionando a mi marido... como que había algo oculto... quizá no malo... pero oculto.

-Cualquiera puede pensar así...

 

-Jesús realizó numerosos milagros y prodigios, señaló Ricardo al empezar la sesión de esa tarde. Los evangelios nos narran tres resurrecciones, múltiples curaciones, expulsiones de demonios y milagros sobre la naturaleza como la multiplicación de los panes, la tempestad calmada o la maldición de la higuera, todos y cada uno de ellos ya identificados por ustedes en la Biblia.

Hay que reiterar que los milagros de Jesús no son actos de magia para asombrar a la gente y ganar notoriedad. Jesús rechazó la tentación de llevar a cabo su misión con prodigios espectaculares. Por eso le molestaba pasar por milagrero y se quejaba de que la gente buscara solamente prodigios, pero también ya dijimos que bien los pudo realizar para poder tener una ascendencia primaria entre la gente de su pueblo.

Por otra parte, aunque los milagros descubren la extraordinaria sensibilidad y compasión de Jesús hacia la humanidad, tampoco se trata de que Jesús quisiera librarnos de todo el mal físico y de la muerte. Aunque resucitó a algunos, son muy pocos y, además, volvieron a morir; y lo mismo ocurre con los enfermos. Dios, y por tanto Jesús, no ha querido librarnos de momento de los procesos determinados por las leyes de la naturaleza que El mismo ha establecido. ¿Qué finalidad tenían pues los milagros obrados por Jesús?

Aquí quiero referirme al trabajo de Miguel Payá Andrés, del Directorio Franciscano. Si leemos con atención los evangelios, descubriremos que los milagros están íntimamente relacionados con la predicación de Jesús: “Jesús recorría todas las ciudades y pueblos… proclamando la buena nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia”. Y es que los milagros forman parte de la proclamación del Reino. Jesús anuncia este Reino no sólo con palabras, sino también con hechos. Los milagros son signo de que ese acontecimiento poderoso y transformador que es el Reino está ya realizándose entre los hombres: “Si yo expulso a los demonios por el dedo de Dios, es que el Reino de Dios ha llegado a vosotros”. Los milagros sobre la naturaleza están señalando que es el Creador y Señor del mundo el que está actuando; las curaciones nos indican que han llegado ya los tiempos mesiánicos y que la fuerza salvadora de Dios ha irrumpido en el mundo.

Pero los milagros no sólo demuestran que el Reino ha llegado, sino que ilustran algunos aspectos y características del mismo, ya que se convierten en signos que apuntan a un significado más profundo. Así, la curación de un ciego o de un sordo nos invita a abrir nuestros ojos o nuestros oídos para descubrir la salvación que nos viene en Cristo. Las curaciones realizadas en sábado nos enseñan cuál debe ser la postura del cristiano ante la ley. Los milagros realizados a personas no judías destacan el carácter universal de la salvación. Y, en definitiva, cuando Jesús libera a algunos hombres de males como el hambre, la injusticia, la enfermedad o la muerte, quiere hacernos ver que El ha venido para liberar a los hombres de la esclavitud más grave, la del pecado, que es el mayor obstáculo a su vocación de hijos de Dios y la causa de todas las servidumbres humanas.

Hay además en los milagros de Jesús otro aspecto que no podemos olvidar. El hecho de que curen el cuerpo y apunten al mismo tiempo a una restauración del espíritu humano, mediante la palabra, nos hace ver que Jesús es portador de una salvación integral que afecta a todo el hombre. Aunque de momento esta salvación no haya eliminado aún ni el sufrimiento físico ni la muerte, está actuando ya ahora sobre nuestro cuerpo y llegará un día en que lo convertirá en cuerpo glorioso e inmortal.

Otro elemento a destacar es que Jesús, antes de curar, pide al enfermo fe. Nosotros tendemos más bien a pensar que los milagros son pruebas que llevan a la fe. Pero resulta que muchos de los que vieron los milagros de Jesús no creyeron en El. Mas bien ocurre lo contrario: los milagros sólo pueden ser comprendidos por aquellos que, de antemano, tienen fe, y, entonces, la fortalecen y potencian.

¿Se han acabado los milagros? Ya vimos que no. Ciertamente la vida terrena de Jesús, como primera irrupción del Reino de Dios en la humanidad, fue una etapa única, en la que hizo falta una riqueza especial de signos para hacernos ver que Dios nos estaba visitando y salvando. Pero Jesús encargó a sus discípulos que siguieran haciendo presente el Reino con palabras y con obras, como lo hizo El. Es decir, ahora Jesús sigue proclamando y realizando el Reino a través de sus discípulos; y también ahora necesita signos. ¿Cuáles son los signos actuales del Reino? En primer lugar los milagros en sentido estricto, que Dios no deja de realizar cuando y como quiere. Pero, además, hay otros signos sensibles a través de los cuales el hombre es liberado del mal para poder servir al Señor: son los sacramentos, acciones del Señor Resucitado a través de su Iglesia. Y otro signo muy importante del Reino es la conducta personal y comunitaria de los cristianos: la fraternidad, el servicio a los demás, la alegría, la entrega de la vida por Cristo…; son prodigios que Jesús sigue realizando y que alertan a los hombres sobre la presencia de la acción salvadora de Dios.

-Entonces, dijo Carlos, a ver si entendí. Los milagros obrados por Cristo provienen de la divinidad de su Padre y, por ende, no son privativos o exclusivos del propio Cristo. Dios delega, mediante Jesús mismo, la potestad de hacer milagros a sus discípulos...

-Naturalmente, pero no sólo a los doce apóstoles, sino a sus discípulos de todo el mundo y de todo el tiempo. Es por eso que, como lo platicábamos hace poco, hay muchos sacerdotes... y aún quienes no son sacerdotes, que realizan lo que ahora, para evitar más que nada el escándalo del incrédulo, les llaman sanaciones.

-Bueno, agregó Alfonso, queda claro que entonces Cristo no se significa como divinidad únicamente por hacer milagros, sino precisamente por tener el poder de la divinidad para hacerlos. Es decir, los milagros como tales no muestran por sí solos que era hijo de Dios...

-No, su naturaleza misma, el contenido y profundidad de su palabra, la trascendencia de ella, es lo que demuestra esa divinidad. Sin embargo, mucho de esta está fincada en los milagros porque su prédica siempre es acompañada de estos.

-Pero no deja de ser humano...

-Claro! Lo muestra el que tiempo después de la detención de Juan Bautista, Herodías, malvada como toda mujer que se encuentra en pecado y quiere justificarle, sabedora de que Herodes sentía insanos deseos por su hija, la bella Salomé, instó a esta a provocarle con excitante baile y copioso vino, hasta que, con la promesa de sus favores sexuales, logró que el Rey mandase degollar a Juan el Bautista y ordenara que su cabeza le fuese entregada en charola de plata.

Muchos judíos tuvieron temor, al saber de la muerte de Juan pero no de sus motivos, de que Herodes desatara una persecución en contra de ellos. Igualmente Jesús. Teme, y ese temor le hace alejarse de la jurisdicción de Herodes. Se aparta y deja de predicar un tiempo. La desilusión hace presa de El, pero también de sus discípulos que, en un momento dado, dejan entrever la posibilidad de abandonarlo.

Primero, le exigen continuar. Pero El les dice: No ha llegado mi tiempo. Y les reclama que por su mente haya pasado la idea de irse.

Sin embargo, y creo que habrá sido una de las crisis más tremendas, el tiempo corre. Cinco meses pasan para que las cosas se calmen.

Cuando la gente ve que Herodes no les persigue ni tiene represalias en su contra, va hasta Jesús y le pide regresar, convertirse propiamente en el Rey de los Judíos.

Los apóstoles se entusiasman cuando El acepta. Cuando les dice que el momento ha llegado. Creyeron que aceptar ser el Rey de los Judíos significaba, como también el pueblo lo creía, ser el Monarca, el líder, el hombre que les gobernara, pero Cristo no pensaba así.

Aceptaba porque sabía que era el momento para regresar con mayor enjundia. De enfrentar su destino.

-Entonces... qué diferencia hay entre ser Rey y ser Rey? dijo con inocencia Silvia.

-La gente quería un Rey guerrero, administrador, gubernamental pues. El sería un Rey espiritual... y nada más. Con todo, creo que también Jesús supo aprovechar ese deseo del pueblo para tomar fuerza en su misión. Si bien antes eran muchos los que le buscaban, ahora eran multitudes las que le escuchaban.

Pero sabía que esa influencia espiritual, aunada al clamor popular de un Rey de carne y hueso, acabaría por encender la mecha que haría explotar la cólera no sólo de los sacerdotes y doctores de la ley, o el mismo Herodes, sino de los romanos. Pilatos, que había enfrentado múltiples levantamientos, como ya también dijimos, recibió un ultimátum de Roma: o apaciguaba la situación, o dejaba el puesto. De ahí aquella posición en la que se encontró cuando le fue presentado Cristo por el Sanedrín.

Es esa segunda etapa la más intensa, pero también la más productiva. Es en la que el grueso de su mensaje brota. Es cuando ya no se mide para ejercer su poder y se enfrenta abiertamente a todo. Pero es también en la que la profundidad de su mensaje se agudiza.

-Bueno, intervino Rafael, ya has dicho que su ley se resume a una sola palabra: amor. Pero también nos hablas de su mensaje, de las parábolas, de sus consejos y advertencias. Ya nos hiciste conocer sus milagros, pero, cuando los leemos y encontramos junto lo que El dice, nos enredamos un poco. Sí hay cosas muy claras, pero otras como que están medio enredadas. Eso, es lo que me gustaría que nos explicaras.

-Sí... sí... clamaron varios.

-Eso, dijo Ricardo, es lo más importante de todo: entender su palabra. Ya conocimos la vida de Jesús, ya hablamos sobre sus milagros -a los que nos hemos remitido con la Biblia misma y en una búsqueda personalizada- y les hemos analizado aunque muy someramente. Seguir la trayectoria física, es decir, dónde anduvo, por dónde se iba, de dónde a dónde caminaba, sería un viaje más narrativo que analítico. Si alguno de ustedes, por separado quiere aclarar algunas de estas situaciones, puede acercarse y pedirle consejo a Julián o a mí. Pero les aconsejo que lo hagan por sí mismos, que sea como un viaje turístico, que imaginariamente recorran la tierra de Jesús y sus andanzas siguiendo alguno de los muchos mapas que hay, ya sea en la misma Biblia o en algún otro libro histórico.

De todas formas, cuando analicemos su mensaje, hemos de remitirnos a lugares y milagros, pero será ya como mera referencia. Lo importante, entonces, es que entremos ya en el análisis de esa filosofía que tanto ha influido en el mundo los últimos dos milenios. Les parece?

-Sí, volvieron a corear.

-Pero eso será mañana, mis queridos amigos. A menos que alguien tenga algo que agregar.

-Yo, dijo Julián viendo a Fidel y a Gloria. Cuándo se piensan casar?

-No... pos de querer, queremos, dijo Gloria, pero el dinero...

-Dinero?... y desde cuando se necesita dinero para contraer matrimonio? exclamó el sacerdote.

-Pues puede que para casarse no, dijo Carlos con la malicia que le caracterizaba, pero para el vestido de novia, el del novio, la pachanga...

-Un momento, intervino Ricardo. En realidad no se casan por falta de dinero?

-Pues... sí, Don Ricardo, contestó apenado Fidel.

-Se me hace que son puros pretextos, dijo Julián cerrando el ojo al escritor, y no se me van a escapar por eso... a ver, vamos a hacer una coperacha entre todos, porque esta misma semana los caso!

Rieron todos pero metieron la mano a la bolsa y sacaron lo que pudieron. A duras penas juntaron dos mil pesos entre los jóvenes.

-Y ustedes viejitos... no le van a entrar? reclamó Jazmín.

Alfonso, Gustavo, Rafael y Jorge llamaron por separado a Ricardo y a Julián. Tras algunos minutos de secreteos, Rafael informó:

-Jovencitos, como dice Julián, creemos que son puros pretextos... así es que... la boda corre por nuestra cuenta... con pachanga y todo...!

La alegría de todos se hizo manifiesta. Norma abrazó a su marido que dijo sentenciosamente:

-Si alguien tiene algo que decir... que lo diga ahora, o calle para siempre.

-Yo, dijo Julián. Quiero saber a qué horas vamos a cenar... porque ya hace hambre...

 

 

El sacerdote desayunaba con su hermana Lucía, Norma, Jazmín y Ricardo. Habían mandado a traer a Rafael para que les acompañara, pero se excusó diciendo que tenía que salir a Morelia para ver a sus hijos.

-Cómo sientes el trabajo de los muchachos con la Biblia?, preguntó el escritor al sacerdote.

-Me parece que le han tomado bien el modo. Lo que me llama la atención es que Alfonso y Gustavo son los más inquietos al respecto.

-Naturalmente, comentó Norma, quieren saber y les han abierto los ojos...

-Hasta a mí... agregó Jazmín.

-Tú también estas leyendo la Biblia? cuestionó Julián.

-Claro.... y ahora sí le entiendo a la forma de consultarla. Yo misma me he preparado algunos ejercicios...

-Fíjate que es interesante el que, ahora que vamos a entrar en la mística de Cristo, ellos mismos podrán identificar los sucesos.

-Tu análisis y explicación han sido bastante entendibles, afirmó Norma.

-Y tú que opinas Lucía? preguntó Ricardo.

-Mira, con toda sinceridad, desde que te escuché hablar en la iglesia me dieron ganas de asistir a tus charlas. Yo le agradezco a ustedes el que me hayan invitado. Respecto a lo que me preguntas, la verdad es que los muchachos han logrado hacer lo que muchos no alcanzan en años: aprender a consultar la Biblia. Al único que he visto explicarla con soltura es, modestia aparte, a mi hermano Julián.

-Pues da la casualidad de que fue precisamente él quien les enseñó, respondió con cierto dejo de orgullo el escritor.

 

-Esta tarde, y antes de entrar a la mística cristiana, me gustaría hacer un breve resumen de lo que, hasta ahora, ha sucedido con Jesús y la oposición que enfrenta. Quiero apoyarme en la obra del presbítero Enrique Cases, Tres años con Jesús, de Ediciones Internacionales Universitarias, por su claridad.

Los primeros meses de predicación han sido de aprobación casi general. Las multitudes le buscan. Los milagros se multiplican. Se acepta la predicación del reino. La reacción de los nazarenos de querer despeñarle queda silenciada por la pequeñez del lugar y su lejanía de los centros más influyentes. Pero pasado el primer entusiasmo comienza la oposición en Galilea, y después, cuando el movimiento originado por Jesús cobre importancia, pasará a Judea. En el núcleo de esta oposición estarán los fariseos. Pero la raíz es la presencia del pecado. Lo ocurrido a aquellos hombres del tiempo de Jesús es una constante de todas las épocas y momentos de la historia. Vayamos por partes.

Los sectores aristocrático y sacerdotal en la época de los Macabeos, deslumbrados ante la fuerza del helenismo, pactaron con este. Pero algunos grupos populares resistieron y se opusieron y fueron la base de la rebelión macabea. Se llamaban los piadosos (perushim) de ahí el nombre de fariseos. El nombre quiere decir “los separados”. Venían de las clases bajas y de los intelectuales (escribas), no eran sacerdotes y eran hostiles a la ocupación romana.

En el terreno religioso pensaban que la Ley de Moisés debía entenderse a la luz de una tradición de muchos preceptos, que formaban un muro que defendía el cumplimiento de la misma. Eran rigurosos y se consideraban defensores de la integridad de la Ley. En tiempos de Herodes los fariseos eran unos 6000; no muchos, pero formaban un clan fuertemente unido. De hecho, controlaban al pueblo con una autoridad paralela a la de los sacerdotes mucho menos numerosos. Tenían prestigio, y, con frecuencia vivían a la sombra de este prestigio.

La raíz de su enfrentamiento a Cristo está en el pecado. Su actitud tiene algo de universal, y va a encontrar en Jesús un rechazo mayor que otros pecados. A primera vista, sorprende que sean la reacción más fuerte contra Jesús; la raíz de todo pecado es el orgullo, y ahí va a situarse el problema. Es fácil descubrir que muchos de los fariseos padecen en alguna medida la soberbia espiritual. Ahí estará la razón de su endurecimiento ante Jesús, y de esa mala voluntad que lleva a ver con malos ojos hasta las mejores acciones. La Ley será una excusa para el enfrentamiento. No se trata de ir al fondo de la Ley moral para ver quién la cumple mejor, sino de refugiarse en legalismos y en tradiciones humanas que oscurecen la verdadera voluntad de Dios, que es el amor y la salvación de los hombres a través de su Cristo.

Es más fácil entender ahora la oposición de los fariseos y de tantos que se encuentran con este problema en todos los tiempos, a veces sin detectar la enfermedad.

Veamos ahora la oposición primera a Jesús por parte de los fariseos de Galilea. Primero, en casa de Pedro, cuando critican interiormente a Jesús porque perdona los pecados a un paralítico. La crítica fue silenciosa, como un susurro entre ellos mismos. No pueden aceptar que Jesús es enviado por Dios. Su ceguera es patente ante los signos de su poder, por eso, ni siquiera un milagro les persuade de que también los pecados del paralítico han sido perdonados, con el mismo poder que tiene el que obra el milagro. Son ciegos que guían a otros ciegos, son sordos que no quieren oír.

El siguiente acto fue el escándalo ante la asistencia de Jesús a la comida en casa de Mateo con sus amigos, y que hemos descrito, a los que consideran pecadores. No es impensable una cierta envidia ante el éxito de Jesús. La crítica sigue en el mismo Cafarnaúm poco después y se hace externa. No aprecian la conversión de un pecador y Jesús tiene que aclarar la importancia del médico para los enfermos, y la conversión para los pecadores. A los fariseos les resulta difícil la lógica de la misericordia, y siguen la del cumplimiento legal externo.

La oposición crece de tono por la conducta de los discípulos de Jesús en cosas que parecen triviales pero que estaban muy reguladas por las interpretaciones farisaicas. Se trata de la cuestión de los ayunos:

 “Los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando; y vinieron a decirle: ¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan y, en cambio, tus discípulos no ayunan?”. Jesús les respondió: “¿Acaso pueden ayunar los convidados a la boda, mientras el esposo está con ellos? Durante el tiempo en que tienen al esposo con ellos no pueden ayunar. Días vendrán en que el esposo les será arrebatado; entonces, en aquellos días, ayunarán. Nadie pone una pieza de paño nuevo a un vestido viejo; pues de otro modo la pieza tira de él, lo nuevo de lo viejo, y se produce un desgarrón peor. Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; pues de lo contrario, el vino rompe los odres, y se pierden el vino y los odres; por eso, el vino nuevo se echa en odres nuevos”. El sentido del ayuno es mortificar el cuerpo como súplica a Dios. Jesús va más lejos que la mera respuesta moral y utiliza el ayuno para declarar veladamente quien es El: nada menos que el Esposo, es decir, Dios. El mismo que se manifestó como Esposo de Israel por el profeta Oseas. El escándalo es total si no se está dispuesto a creer.

Tras estas cuestiones va a surgir una mayor; al fin al cabo, los ayunos son libres y no regidos por la Ley misma. Se trata del mismo cumplimiento de la Ley en una cuestión importante: el descanso del sabbat. “Un sábado pasaba el Señor por los sembrados, y sus discípulos iban delante desgranando espigas. Los fariseos le decían: Mira, ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?” Ahora el escándalo crece de tono, se trata de un verdadero pecado. Jesús defiende a sus discípulos usando la misma Escritura y les dice: “¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando se vio necesitado, y tuvo hambre él y los que estaban con él? ¿Cómo entró en la Casa de Dios en tiempos de Abiatar, Sumo Sacerdote, y comió los panes de la proposición, que no es lícito comer más que a los sacerdotes, y los dio también a los que estaban con él?” No cabe respuesta pues no se atreven a llamar pecador al mismo David y a los sacerdotes que hicieron una acción buena. Pero la enseñanza de Jesús va al fondo de la cuestión más allá de una discusión rabínica “Y les decía: El sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. Por tanto, el Hijo del Hombre es señor hasta del sábado” La afirmación es escandalosa para los fariseos. Jesús se proclama Señor del Sábado, es decir a la altura de Dios mismo. ¿Cómo entender estas palabras? Los fariseos están perplejos y la enemistad crece. Crecerá más aún la animadversión cuando sea el mismo Cristo el que incumpla las tradiciones humanas que regulan el sábado. Se trata de la curación en el día del sábado. Podía considerarse trabajo realizar una curación. Los corazones, cerrados y endurecidos, ven una ocasión más para acusarle de pecador, aunque lo realizado sea milagroso, pero, ¿qué importa? Lo importante son sus interpretaciones de la Ley, no la Ley misma; y menos el querer de Dios que se manifiesta misericordioso con el pobre y necesitado.

“De nuevo entró en la sinagoga, donde se encontraba un hombre que tenía la mano seca. Le observaban de cerca por si lo curaba en sábado, para acusarle. Y dice al hombre que tenía la mano seca: Ponte en medio. Y les dice: ¿Es lícito en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla? Ellos permanecían callados. Entonces, mirándolos con ira, entristecido por la ceguera de sus corazones, dice al hombre: Extiende tu mano. La extendió, y su mano quedó curada”. Evidentemente, no se trata de un despiste, ni de cazar en un descuido, sino de una cuestión suscitada por el mismo Jesús: ¿se puede hacer el bien en sábado o lo prohiben los reglamentos? ¿Es más importante la caridad o los legalismos y prescripciones humanas? Y el hombre de la mano seca extiende su mano curada a la vista de todos. Los fariseos callan, pero no ceden; es más, conspiran contra Jesús. “Al salir, los fariseos, junto con los herodianos, celebraron enseguida una reunión contra El, para ver cómo perderle”. Poco importa que los herodianos sean poco religiosos y que defiendan a Herodes, que se plegaba ante Roma para tener una parcela de poder. Lo importante es quitar de en medio a Jesús, sea como sea, poco importa si va o no contra la moral y el querer de Dios.

El fondo de la cuestión se va revelando cada vez con más claridad. Se trata de un endurecimiento de los corazones ante el anuncio de que ha llegado el Reino anunciado por los profetas; y se resisten a la conversión; ni siquiera se aceptan la realidad de los milagros que se multiplican ante sus ojos. Pero resisten al anuncio y buscan todo género de excusas para no ver que tienen ante sus ojos al mismo enviado de Dios, al Mesías; no quieren reconocerlo. Lo veremos mejor al explicar el contenido moral y religioso que Jesús anuncia. Se trata de la resistencia a creer que Jesús perdona como Dios, se declara como Esposo divino y Señor del sábado. Éste es el problema, dice el padre Cases.

Cuando Jesús huye fuera de la jurisdicción de Herodes, no lo hace por temor a los fariseos, sino a las represalias de el Rey Judío. Por eso mismo regresa decidido a enfrentarlos.

 Muchos teólogos dividen la vida de Cristo por año pero, como ya señalamos, nosotros lo hacemos en dos partes. Es pues el regreso de Jesús la segunda parte, que culmina con su detención, pasión y muerte.

Antes de entrar en el aspecto histórico de esa segunda parte, debemos entender que tanto durante la primera, es decir durante el primer año y medio, cómo durante esta segunda etapa, Jesús, convertido ya en Cristo, divulga la palabra de Dios. Conocer no sólo el contenido, sino comprenderlo, es de suma importancia para poder entender tanto el mensaje como tal, como la injusticia perpetrada por sus crucificadores.

Al principio, Jesús usa un lenguaje llano, directo; dice lo que siente y a su modo; pero es quizá esa forma de hablar la que le causa mayores enemistades. A nadie le gusta que le digan sus verdades.

Cuando los escribas que habían bajado de Jerusalén le dicen: “Tiene a Belcebú, sólo el príncipe de los demonios puede arrojar a los demonios” Jesús no rechaza la confrontación y responde con claridad. “¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido en su interior, no puede mantenerse en pie aquel reino; y si una casa está dividida en su interior, no podrá mantenerse en pie aquella casa. Y si Satanás se levanta contra sí mismo, entonces se encuentra dividido y no puede mantenerse en pie, sino que ha llegado su fin. Pues nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear sus bienes, a no ser que antes ate al fuerte; entonces podrá saquear su casa”. El argumento es irrefutable, pues Satanás no puede luchar contra sí mismo, y todo lo que ha hecho Jesús ha sido una lucha incesante contra el demonio y contra el pecado, contra el dolor y contra la muerte, consecuencia del pecado. La calumnia de los escribas viene de intentar explicar torcidamente lo que sólo se puede explicar como efecto del dedo de Dios. Precisamente la calumnia surgió cuando Jesús curó a un endemoniado mudo.

Además de la explicación de que un reino dividido no puede subsistir , Jesús añade la más honda de sus disposiciones: “Por tanto, os digo: todo pecado y blasfemia se perdonarán a los hombres; pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada. A cualquiera que diga una palabra contra el Hijo del Hombre, se le perdonará; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el venidero. O tenéis por bueno el árbol y bueno su fruto, o declaráis malo el árbol y malo su fruto; porque por el fruto se conoce el árbol. Raza de víboras, ¿cómo podéis decir cosas buenas, siendo malos? Pues de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno del buen tesoro saca cosas buenas, pero el hombre malo del tesoro malo saca cosas malas. Os digo que de toda palabra vana que hablen los hombres darán cuenta en el día del Juicio. Por tus palabras, pues, serás justificado, y por tus palabras serás condenado”.

No, a nadie le gusta que le digan sus verdades. Y Jesús, hasta ese momento, ha sido muy directo. Es precisamente por eso que, entonces, modifica su forma de hablar y recurre a las parábolas. Una forma de predicar plagada de metáforas. “El que tenga oídos, que oiga” diría. En otras palabras, quien quiera entender, que entienda. Por desgracia, ni esa forma más diplomática de predicar hace que los rencores y las envidias de sus opositores mermen. Por el contrario, la inteligencia y ductilidad con que El usa la metáfora genera mayor envidia.

Así pues, primero analizaremos aquellas palabras dichas en forma directa, y después sus parábolas y bienaventuranzas.

-También en el análisis podremos hacer preguntas? cuestionó Fidel.

-Naturalmente. Sobre todo en esta parte. Comprender el mensaje de Cristo no es privativo de una persona o del credo eclesial mismo. Es llegar al entendimiento y, como lo hemos señalado muchas veces, sólo se llega a él preguntando, despejando las dudas que tengamos.

-Entonces, como quien dice, mañana ya entraremos directamente al análisis de su mensaje? Dijo Silvia.

-Si Dios no dispone otra cosa, contestó Julián.

-Y cómo lo vamos a hacer? Por temas... o por suceso?

-Podemos hacerlo de ambas formas. Es más, yo les propongo que primero lo hagamos por suceso -los más importantes, claro- y posteriormente, a manera de resumen, podemos hacerlo por temas, aclaró el escritor.

-Cómo está eso? urgió Carlos.

-Mira, por suceso es hablar sobre lo que Jesús dijo en cada milagro o sermón. Por tema, es abarcar y concentrar lo dicho por El, a lo largo de su prédica, sobre un tema específico. Por ejemplo, lo que se refiere a los niños, o a la mujer, o al matrimonio...

-Ahh.. ya entendí.

-Quieres que saquemos una lista de los sucesos para que sea más fácil hacerlo? dijo Jorge.

-No... creo que podemos hacerlo con el trabajo que ya realizaron.

-Bueno, dijo Norma, pues a descansar que ya mañana será otro día.

-Hasta mañana... corearon todos.

 

 

Muy temprano, Ricardo había invitado a Julián a desayunar en el Vip’s de La Gran Plaza. Tenía la intención de aclarar algunas cosas que le seguían molestando, y el sacerdote no se hizo del rogar sospechando esto.

-Oye Julián, podría hacerte una pregunta indiscreta?

-Sabes que no necesitas pedir permiso... adelante.

-Algunas de las cosas que han sucedido, y comentarios brotados por esto entre Lucía y mi mujer, denotan que te gusta callar algunas cosas que, en realidad, no tienen importancia... Por qué...?

-La verdad es que no lo sé. Son, como tú dices, cosas sin importancia que no considero necesario comentar o explicar en su momento, y pasa el tiempo. He visto, efectivamente, que algunas causan cierta molestia a quienes amo y estimo... pero te juro que no lo hago con esa intención...

-Pero, te das cuenta de ello? Alcanzas a entenderlo...? O solamente cuando te reclaman es cuando lo notas?

-Así es... no lo noto precisamente porque no le doy importancia... hasta que alguien me reclama o pide una explicación...

Mira, para ponerte un ejemplo, Lucía tiene razón para sentirse molesta porque yo no les dije que trabajaba en la librería parroquial. No es precisamente que lo haya ocultado, pero debes comprender que era un chamaco, y muy travieso. Eso fue lo que me llevó a ser castigado por el párroco. Dije que trabajaba en una lonchería porque no quería que mi madre se burlara de mi o me pusiera peros... creo que ya Lucía les dijo cómo era ella...

-Sin embargo, sí lo ocultaste... no decir la verdad es ocultarla... y, en el caso de tu ahijado? Qué pena sentías de que se supiera? Sobre todo, qué pena sentías de que yo lo supiera?

-No era pena... pero también entiendo ahora que lo callaba porque no quería que se pensara que usaba esa relación como una influencia. Respecto a ti, no le vi la necesidad de decirtelo... y cuando me di cuenta de que debía habértelo dicho, ya era tarde. Pensé que si te lo decía lo malinterpretarías... como sucedió al final de cuentas.

Desgraciadamente siempre he sido así. Es parte de mi personalidad o forma de ser. Pero te puedo asegurar que jamás lo he hecho con dolo o malas intenciones.

-Siendo así, me gustaría mucho que me dijeras si existe una segunda intención del arzobispo para con la edición de mi libro.

-Ninguna, fuera de la que ya te he mencionado.

-Estás seguro?

-Plenamente... pero ahora déjame preguntarte a ti el porqué de esa especie de delirio de persecución? A qué se debe que pienses que siempre hay algo obscuro detrás de todo?

-Pues... desencantos de la vida quizá.

-Yo te contesté... tú no puedes hacerlo? No hay confianza?

-Claro que la hay mi querido amigo, claro que la hay. Pero es tan largo de contar... que será en otra ocasión cuando te narre mis aventuras...

-Estás seguro de que no quieres hablar ahora?

-No... la verdad, ahora no... será otro día...

-Vamos... tenemos tiempo... quieres que vayamos a otra parte?

-No en realidad. Mira... a lo largo de mi vida he tenido dos cosas que, incluso, han sido comentadas y admiradas por mis hijos o familiares: ser el consejero, sin buscarlo, de mucha gente. Creo que ya te han comentado que “porque ve cualquier problema pequeño”. La otra, es que no puedo negarme a ayudar a muchos más, aun a costa de sacrificios propios, que se acercan a pedirme auxilio.

-Bueno, eso habla bien de t...

-Quizá, pero lo que he recibido a cambio ha sido ingratitud y olvido. Se podría pensar que un hombre que ha ayudado y aconsejado a tanta gente debiera tener muchos amigos, pero no, por el contrario, si tengo enemigos son precisamente la mayoría de aquellos a quienes he ayudado.

Mira el caso de Francisco, mi editor, algo parecido a esto le sucede. Ha financiado y apoyado a decenas de escritores locales y, para su desgracia, quienes le critican, le atacan y le censuran, son esos escritores -o que se dicen escritores, pues la mayoría es de un librito y sacado de casualidad- que no reconocen el apoyo recibido y hasta claman que él jamás les ayudó.

-Esa, mi amigo, es la condición humana, dijo sentencioso el sacerdote.

-Pero injusta. Con todo, ni así puedo negarme cuando me piden ayuda. Vuelvo a creer... y vuelvo a tener una desilusión...

-Y no crees que tu destino es precisamente ayudar... sin esperar recibir nada a cambio?

-No es que espere algo a cambio... es más... ni siquiera les pido algo a cambio... si acaso agradecimiento...

-Reconocimiento?

-Ni eso... no espero reconocimientos... sólo amistad...

-Y por qué sientes que todos buscan perjudicarte?

-Por eso mismo, porque a quien ayudo me perjudica... sin motivos, que es lo que más coraje me da... sí a alguien le fallé, bueno, pues tiene un pretexto... pero creo que ni así... o no?

-Quizá tu recompensa no esté aquí... sino en otro mundo...

-Pero no deja de doler...

 

Al empezar la reunión de esa tarde, Ricardo notó la presencia de Gerardo.

-Vaya... miren a quien tenemos aquí... al futuro curita...!

-Hola Ricardo... me dieron unos días y quise venir a seguir tus pláticas...

-Y cómo le va en el seminario padrecito....? dijo Carlos.

-No... todavía no soy sacerdote... mejor sigue diciéndome Gerardo, como siempre... y me va bien.... muy bien... me siento en paz conmigo mismo y me gusta lo que estoy haciendo...

-Pues que bueno, agregó Norma. Dios marca el camino... no cabe duda.

-Gracias Doña Norma... y gracias a Ricardo y a Julián que me orientaron...

-Por cierto, dijo Carlos, sabes que Gloria y Fidel se casan mañana?

-Nooo! Pues felicidades a ambos. La casualidad me da la oportunidad de estar presente.

-Gracias, dijeron los muchachos abrazados amorosamente.

-Bueno, pues sigamos con nuestra cristonovela... ordenó Ricardo, siguiendo la broma que se hacía costumbre.

Empezaremos con las tentaciones de Cristo en el desierto, y no precisamente porque ahí predicase al pueblo, sino por la importancia de sus palabras en respuesta a las propuestas del demonio.

-Recuérdanos un poco, pidió Gustavo.

Jesús, tras ser bautizado por Juan, decidió retirarse al desierto y ahí fue tentado por Satanás.

-Pero dijiste que en realidad Jesús se fue al monasterio de los Esenios...

-Así debe haber sido. Pero es precisamente en ese sitio en el que Jesús se enfrenta a la tremenda decisión de aceptar la responsabilidad que le era impuesta por su padre. Analizamos que quizá en sí no hubiese sido Satanás el que le tentara, sino sufriera una crisis psicológica. Pero aún así, la representación bíblica es válida para el fin que buscamos: entender sus conceptos.

Bien. Entonces fue conducido Jesús al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Después de haber ayunado cuarenta días con cuarenta noches, sintió hambre. Y acercándose el tentador le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. El, respondiendo, dijo: Escrito está: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que procede de la boca de Dios.

Luego, el diablo lo llevó a la Ciudad Santa y lo puso sobre el pináculo del Templo. Y le dijo: Si eres Hijo de Dios, arrójate abajo, pues escrito está: Dará órdenes acerca de ti a sus ángeles para que te lleven en sus manos, no sea que tropiece tu pie contra alguna piedra. Y le respondió Jesús: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.

De nuevo lo llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: Todas estas cosas te daré si postrándote me adoras. Entonces le respondió Jesús: Apártate Satanás, pues escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a El sólo darás culto.

Las tentaciones se dan tras muchos días y noches de oración y ayuno. Siente hambre, se agota, experimenta las limitaciones del cuerpo, la mente también es influida por el cansancio y el hambre y la soledad.

Satanás elige el momento más adecuado para tentarle, aquel en que está debilitada la humanidad. Ahí, en situación extrema, es donde se verá si Cristo acepta el reto que le plantea.

Es posible que la creencia en la divinidad de Jesús lleve a pensar, que en el fondo, las tentaciones son externas y ficticias, como de mentirijillas. Pero no es así: real fue el dolor y la muerte, y real es el hambre y la sed. Jesús experimenta la trepidación de la tentación, ve el lado positivo que toda tentación propone, y descubre lo negativo, más o menos oculto, pero que acabará saliendo a relucir. De ahí, también, que la victoria sea real, humana. El resultado final confirma a Satanás que se puede ser fiel al proyecto amoroso del Padre, que es posible cumplir la voluntad de Dios también como hombre, a pesar de las alternativas que se le ponen delante.

Es cierto que las tentaciones tienen un sentido de ejemplo para que los hombres venzan las provocaciones al mal. Es un primer nivel no despreciable. Muchos ven en las tentaciones las tres concupiscencias: el desorden de la sensualidad y la carne, la llamada de la soberbia y del orgullo, y la inquietud por el dinero y el poder. Las respuestas de Cristo aciertan en las soluciones, el espíritu está sobre la materia y debe regirla; la humildad lleva a confiar en Dios; y el poder es para servir a Dios y a los demás. De hecho, es frecuente entre los hombres que el primer obstáculo en el que muchos quedan atrapados sea la sensualidad del comer, del beber o la impureza. Un segundo nivel, tienta la soberbia y el amor propio, y viene el ansia de dominar a los demás. En un tercer nivel el mundo como fin último del hombre, engloba todas las sugerencias del mal cuando se coloca en lugar de Dios.

-Hace un momento decía Normita que el Señor marca los caminos, comentó Julián. Y creo que, sin que acepte preguntas del por qué digo esto, ahí tienes, en el segundo nivel, mi querido Ricardo, la respuesta a lo que platicamos por la mañana. Lo entiendes?

-Vaya! Mira que eres oportuno... pero tienes razón... mucha razón...

-De qué hablan? preguntó Alfonso.

-Dije que no aceptaba preguntas... nosotros nos entendemos...

-Ahhh. conque secretitos... no? exclamó Carlos.

-No... simplemente cuestiones personales, contestó el sacerdote.

-Bien... entonces tenemos que Jesús, así, nos entrega las primeras normas u observaciones respecto al conflicto en que se encuentra un hombre ante una gran responsabilidad. Les recuerdo aquello que comentamos sobre la expresión popular de “qué demonios hago yo aquí...? o, quién me metió en este maldito enredo?” cuando sentimos que la responsabilidad es demasiado grande. Es simplemente el enfrentamiento del hombre con el hombre mismo; una lucha interna que se desata entre la comodidad del pecado o el sacrificio de la abstinencia. entre el ser bueno o el ser malo, responsable o irresponsable, justo o injusto.

-Eso que llamamos conciencia? repreguntó Silvia.

-Algo así, sólo que la conciencia nos dice qué hicimos mal, mientras el discernimiento es la lucha entre una cosa y otra. Ahora, vamos a su trabajo. Quién quiere que hablemos sobre algunos de los milagros o las acciones de Cristo?

-Yo, señaló Sonia. La expulsión de los mercaderes...

-Recordemos: Jesús inicia su manifestación a Israel en Jerusalén, la ciudad santa. El Templo, construido por Salomón, había atraído el centro de la religiosidad. Era conveniente que el Mesías se diese a conocer en el centro espiritual de Israel. Al llegar, lo primero que ve es a un gran grupo de mercaderes que expendía su mercancía en el atrio mismo del templo, con la complacencia y complicidad de los sacerdotes. Se molesta tanto, que les expulsa enojado; haciendo un látigo de cuerdas arrojó a todos del Templo, con las ovejas y los bueyes; tiró las monedas de los cambistas, volcó las mesas, y corrió a los que vendían palomas diciendo: Quitad esto de aquí, no hagáis de la casa de mi Padre un mercado.

Pero... la acción de Jesús no es fruto de un acceso de ira repentino, sino algo querido de un modo lúcido y claro. Se trataba de instaurar el respeto por Dios primero en su propia casa. Se trataba de que aquellos muros fuesen casa de oración, de diálogo sincero, de amor desinteresado. Y para ello se necesitaba una purificación del pecado y de la mancha que significaba convertir la limosna, y el culto, en un suculento negocio al servicio de intereses inconfesables. Se había impedido lo más importante: los derechos de Dios a cambio de un mercadeo, de un negocio propiamente dicho. La esencia religiosa del pueblo se corrompía y los abusos eran constantes. El desprestigio llegaba a otros campos menores, como evitar dar la vuelta al Templo para ir de un lado a otro y pasar por el centro del Templo con el consiguiente barullo de animales, excremento y paseantes que convierten el Templo en un lugar de paso, con lo que se alteraba el ambiente de oración y recogimiento.

La expulsión de los mercaderes del Templo, en primer término, es la corrección del abuso; pero, en un segundo nivel, es un ataque a la institución misma, o mejor dicho, a su modo de conducir la religiosidad de su tiempo.

Y se levantó la primera polémica: Entonces los judíos replicaron: ¿Qué señal nos das para hacer esto?. Es como decir si acaso se siente con más autoridad que sus sacerdotes, que no han rechazado esos usos y, en cambio, custodian al Santo de los Santos. A lo que Jesús respondió: Destruid este Templo y en tres días lo levantaré. Los judíos contestaron: ¿En cuarenta y seis años ha sido construido este Templo, y tú lo vas a levantar en tres días? Pero El hablaba del Templo de su cuerpo. Cuando resucitó de entre los muertos, recordaron sus discípulos que había dicho esto. 

La respuesta de Jesús es fulminante y será recordada por todos. Jesús se reconoce a sí mismo como superior al Templo, hasta el punto de poder destruirlo y reconstruirlo. Es evidente que no entenderían entonces que se refería a El mismo, pero sí entendieron que es superior.

El pecado se reviste de muchos modos: la avaricia y el enriquecimiento aprovechando lo religioso va a ser el primero; pero, sobre todo, un modo de vivir la religiosidad que no estaba de acuerdo con el querer de Dios.

-Cuánto diera porque Cristo regresara a muchos templos de la actualidad, dijo el propio Julián.

-Así es, sentenció Norma.

-Bueno Don Ricardo, si nos lo permite, nosotros nos vamos pues tenemos que acabar de preparar todo para mañana, dijo Gloria respetuosa.

-Claro, claro... allá nos vemos todos temprano.

-No necesitas nada Gloria? preguntó cariñosa Norma.

-Nada, gracias, con lo que nos han dado es más que suficiente. Gracias en verdad...

-No tienes nada que agradecer hija, lo hacemos con gusto y con cariño, expresó solemne Alfonso.

-Bueno, pues nos vemos mañana... no falten eh?

Cuando se habían ido, Carlos señaló con un dejo de tristeza:

-Cómo quisiera tener dinero para que se puedan ir de luna de miel...!

-Ya tienen su luna de miel... en su propio cariño, sentenció Julián.

 

 

La boda se celebró en la parroquia en que había estado Narciso. El párroco dio, sin reticencias, el permiso para que Julián oficiara. La iglesia lucía un arreglo modesto, pero hermoso, las aportaciones de los amigos hicieron el sueño realidad.

Gloria fue entregada por Gerardo a falta de su padre. Los padrinos de velación fueron Carlos y Sonia, y los de lazo Ricardo y Norma. Si bien era una boda sencilla, fue emotiva.

Durante su homilía, Julián dijo a los enamorados novios:

-Debo reconocer que hoy está frente a nosotros un hombre de palabra. La prestancia de este joven nos hace revalorar un poco la realidad de una vida, que pugna por flotar enmedio del mar de angustia que acongoja a este mundo ingrato.

Si bien el amor es el sentimiento que une a la pareja que hoy brinda sus votos de sagrado matrimonio, es la responsabilidad de dos jóvenes la que les hace llegar hasta el altar, hasta Jesús Sacramentado, para unir sus soledades y formar una nueva familia. Es la bondad de espíritu de quienes han sabido aprovechar la vida, graciosamente otorgada por el Creador, y ahora santificada por el Espíritu Santo.

No necesito recomendarles fidelidad, comprensión o cariño, pues ellos son ricos en todo eso, y han hecho gala de ello ante sus amigos, entre los que me honro en formar parte.

Ruego a Dios porque su ejemplo sea seguido por millares de jóvenes que ven ahora, más que la posibilidad de una vida, la petulancia y comodidad del desenfreno del amor libre.

Que Dios bendiga este nuevo hogar con los retoños que habrán de acrecentar su alegría, y a quienes estoy seguro habrán de guiar con la misma templanza y rectitud con que ellos han vivido sus vidas hasta ahora.

Mas quiero extender mis bendiciones a todos los que han hecho posible esta unión. Aquellos que, sin preocupar sus propios peculios, pusieron su granito de arena para fincar la felicidad de estos jóvenes contrayentes, lo que da ejemplo de que unidos, toda necesidad tiene satisfacción.

 

La felicidad de la pareja era notoria. La de sus amigos, también. La lluvia de arroz a la salida del templo fue copiosa, tanto como los aplausos y los vivas!

 

Fuera del departamento de Carlos había una pequeña explanada, en donde se tendieron las mesas para el banquete.

Muchos de los vecinos, conocidos de Carlos y Fidel por cuestiones de su negocio de computación e internet, fueron invitados a la comida. Conocedores de las flaquezas económicas de su clase, algunos de ellos aportaron bien la olla del mole, bien los tamales, bien el agua fresca.

Juntos todos, gustaron del primer alimento que, como marido y mujer, gozaron Fidel y Gloria.

 

-Hasta que se te hizo compadrito! exclamó Carlos al felicitar al novio.

-Dirás que hasta que se le hizo a Gloria, contestó el otro tomando a broma la expresión.

-Yo diría que hasta que se le hizo a Dios, pecadores disolutos! clamó Julián también bromista.

-Felicidades hijos, dijo simplemente, pero sincero, Ricardo.

-Nada más faltas tú, dijo Carlos refiriéndose a Silvia, a ver cuándo se te hace a ti...

 

 

Gerardo había sido invitado a desayunar y la mesa se animaba con la charla de anfitriones e invitado.

-Así es que cómo ves tu encierro? preguntó Julián.

-Bien, muy bien. Me siento a gusto. Pero sobre todo puedo entender mucho más lo que estudio gracias a los consejos que Ricardo y tú me han dado -o mejor dicho, nos han dado a todos- buscando, investigando, cuestionando. En el seminario, incluso, ya me dicen el preguntón, porque pregunto de todo y por todo.

-Que bueno, dijo Ricardo. Se ve que te sienta el seminario.

-La verdad sí...

-Y tiene usted vocación realmente? cuestionó Jazmín.

-Eso es lo que estoy averiguando niña, contestó solemne el aspirante a sacerdote.

-Y tú Julián, no tienes otros prospectos entre nuestros asistentes? interrogó bromista Norma.

-Sí claro, ya estoy pensando en Alfonso y Gustavo....

Todos rieron de buena gana.

 

Reunida la concurrencia, Ricardo se hizo esperar un poco pues hablaba por teléfono con Rafael, que le comentaba la posibilidad de regresar en un par de días más.

-Oye, dijo Ricardo, y porqué no te vienes a quedar con nosotros? Creo que puedes acomodarte en la recámara que está ocupando Julián.

-No, mi querido amigo, sería mucha molestia y más trabajo para tu amable esposa. Mejor me sigo quedando en el hotelito al que llego. Te agradezco de todas formas la atención. Sobre todo porque pienso quedarme cuando menos unos tres o cuatro meses por allá...

-Pues que bueno Rafael.... necesitas descansar y parece que no lo haces del todo bien en casa...

-Francamente no... los problemas con mis hijos están a la orden del día... pero ya te contaré. Nos vemos el fin de semana.

-Te espero.

-Oye, cómo estuvo la boda?

-Hermosa, sencilla pero hermosa.

 

No bien había colgado el auricular, cuando de la sala salió un grito de reclamo.

-Ya viejito, deja en paz a los muertos y vente con los vivos...

-Ya voy... ya voy... contestó el escritor entrando a la sala. Listos?

-Todos presentes y listos, dijo Fidel.

-Bien, empecemos. El clamor general, es que quieren ver a Jesús, oírle, pedirle cosas, verificar con sus propios ojos si es cierto lo que otros les han referido. Quieren llevarle sus problemas, sus dolores. Por eso le buscan. Jesús les atiende con fuerza, extraída en gran parte de la intimidad con el Padre: El Padre Cases nos sigue narrando: “Y les dijo: Vayamos a otra parte, a las aldeas próximas, para que predique también allí, pues para esto he venido” Este el fruto de su oración: la sobreabundancia de su vida íntima; llegar a todos. Corre prisa difundir el mensaje. No se puede esperar. “Y pasó por toda Galilea predicando en sus sinagogas y expulsando a los demonios”. Los hechos de los primeros meses se van a repetir en cada pueblo, en cada lugar; nadie podrá decir que no ha tenido oportunidad de enterarse. Era el comienzo del verano del primer año de la vida pública de Jesús. Además de en Galilea Jesús hace viajes cortos a Judea, “E iba predicando por las sinagogas de Judea”.

Pero... qué predicaba? Qué decía? La continua predicación y enseñanza de Jesús por estos parajes ha quedado formulada en un único texto, resumen o compendio asequible de aquello que los Evangelistas entienden como el núcleo de la felicidad que Cristo promete a los que le siguen. Son las bienaventuranzas. Se llaman así porque de modo armónico e insistente explica las características de los justos en el nuevo reino. Veamos estas bienaventuranzas, predicadas en el famoso Sermón de la Montaña, e intentemos captar el contenido más hondo.

“Al ver Jesús a las multitudes, subió al monte; se sentó y se le acercaron sus discípulos; y abriendo su boca les enseñaba diciendo:

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el Cielo: de la misma manera persiguieron a los profetas que os precedieron”.

Lo que Jesús muestra en las bienaventuranzas es a Él mismo. Él es el bienaventurado, el santo, la plenitud de la nueva ley. El cumplimiento de la ley del nuevo reino de Dios consistirá en seguirle, en imitarle, en ser igual que Él en la medida de lo posible.

Una mirada más profunda nos lleva a ver en Jesús al pobre, que sin nada vino al mundo y sin nada se irá, siendo señor de todo lo creado. Es el manso y el pacífico, que se manifiesta animando, reconciliando a los hombres con Dios, entre sí y en su interior. Las lágrimas ocuparán un lugar en su vida y será consolado por ángeles antes del sacrificio redentor. Es el hambriento y el sediento de la nueva justicia, que como don divino se derramará sobre la tierra. Sembrador de misericordia, alcanzará el perdón a los contritos de corazón y a las ovejas perdidas. Su limpieza de corazón llegará hasta la ausencia de todo amor propio, en un amor verdadero que se derramará sobre todos los hombres. Él es el Hijo de Dios, en una generación eterna de tal plenitud que es consustancial al Padre, “el Padre y yo somos uno” dirá más adelante. Además, será el perseguido por enseñar la senda del amor que el mundo no puede entender, porque está lleno de pecado. Y en la octava bienaventuranza, vemos a Cristo enclavado en la cruz, el sacrificio perfecto entre el cielo y los hombres, salvando a todos.

Cristo en las bienaventuranzas se muestra a sí mismo como camino de la nueva felicidad.

Todo este aluvión de luz, de verdad y de vida, debía ser comunicado a los hombres de un modo gradual. De entrada, la mayoría no podía soportar tanta verdad pues era necesario romper los esquemas antiguos. Por eso, Cristo se revela veladamente, manifestándose a través de una moral nueva, la moral de las bienaventuranzas. En un primer nivel les dice que serán felices y justos si saben vivir con pobreza, con mansedumbre, con ánimo pacífico y pacificador, con corazón misericordioso, siendo limpios de corazón y llenos de rectitud de intención en lo más íntimo; que los que tienen hambre y sed de justicia la recibirán, igual que si saben llorar y llevar bien las persecuciones. Nunca ha hecho felices a los hombres el ansia de dinero o de poder, ni el espíritu violento, ni la rebeldía ante las dificultades, ni el corazón sucio y retorcido, ni el alma inmisericorde o dura, que no sabe sufrir con los que sufren, ni el rencor ante las persecuciones. La felicidad sólo puede estar en el amor verdadero, y las bienaventuranzas marcan la senda de un amor rico en matices que abarca las situaciones reales de la vida.

Por otra parte el premio es extraordinario: el Reino de los cielos, con lo que significa de poseer la tierra, ser consolados, ser saciados de justicia, alcanzar misericordia, ver a Dios, ser llamados hijos de Dios y, al morir, una gran recompensa en los cielos. Esta es la plenitud del reino de Dios que Cristo anuncia. Y aquí yo agregaría, la paz interna, esa paz interna que se alcanza con el cumplimiento del deber y con la manifestación más pura del amor, sobre todo del amor al prójimo. Más no se puede pedir. El reino de las bienaventuranzas es la plenitud humana alcanzada como don de Dios a los que quieren creer y vivir la nueva vida y la nueva alianza.

Verdaderamente, es feliz el que sabe ser pobre y vivir desprendido de las cosas de la tierra, libre de las ataduras del deseo y del ansia de posesión.

Es feliz el que al llorar, recibe el consuelo de saber que sus sufrimientos no son inútiles y sin sentido, sino que se pueden convertir en un sacrificio que ayude a salvar a otros hombres en una comunión espiritual.

Es feliz quien tiene dominio interior de sus pasiones, en una mansedumbre que es poder sereno, lejos de la violencia.

Es feliz el que sabe que todos los deseos de justicia y amor serán saciados con abundancia.

Es feliz quien tiene buen corazón con el que sufre, en el alma o en el cuerpo, y es tratado con una misericordia que, unas veces es perdón y otras caricia.

Es feliz el que mira al mundo, las personas o a Dios, con mirada limpia, y entiende las cosas con visión sobrenatural.

Es feliz quien siembra paz y concordia entre los hombres, para que aprendan a amarse, también cuando son poco amables.

Puede ser feliz, incluso, el perseguido por ser fiel a Dios, ya que así puede semejarse a Jesús, que es el inocente que paga las deudas de los pecadores porque los quiere con un amor que les eleva más que les juzga

En un juego de antítesis, Jesús enunciará, en otra ocasión, cuatro ayes como lo opuesto al espíritu de las bienaventuranzas:

¡Ay de vosotros los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!

¡Ay de vosotros los que ahora estáis hartos, porque tendréis hambre!

¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque gemiréis y lloraréis!

¡Ay cuando los hombres hablen bien de vosotros, pues de este modo, se comportaban sus padres con los falsos profetas!.

Son lamentos por los que se dejan llevar por el espíritu del mundo, por la liviandad mundana, por el egoísmo y la falta de amor. Jesús revela el amor verdadero frente al pecado y al mal amor del que busca sólo lo propio.

Debe temer a quien pone su corazón en las cosas de la tierra; pues todas le serán quitadas y se le secará el corazón. El que se sacia, buscando sólo bienes materiales, experimentará el vacío en el alma.

Como consecuencia de esta nueva moral de amor pleno, Jesús anuncia a los que crean que serán sal de la tierra y luz del mundo. El mundo y los hombres se salvarán de la corrupción si sus discípulos saben llevar ese mensaje a todas las realidades humanas con su palabra y, sobre todo, con su vida.

“Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa ¿con qué se salará? No vale sino para tirarla fuera y que la pisotee la gente.

Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto de un monte; ni se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa. Alumbre así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los Cielos”.

El mundo movido por el pecado se mueve en la corrupción y en la oscuridad. El sabor y la claridad en el camino vendrán de quien sepa ser como Cristo en su nueva moral de amor pleno.

-Podemos decir que ese es el contenido total de su mensaje? preguntó Alfonso.

-No, de manera alguna. El Sermón de la Montaña, sin embargo, es el primero de una profundidad inconmensurable. Son, por decirlo de alguna forma, llamadas de atención ante el cambio a una nueva vida que exige Cristo. Es el llamado a modificar la conducta que -si ahora es lamentable- en ese entonces igualmente se había corrompido, como ya hemos visto.

-Entonces, señaló Silvia, hay que ser humilde para poder entrar en el reino de los cielos?

-Depende de a qué le llames humilde. Porque si te refieres a ser pobre, a no tener dinero simplemente, no es así. Hay entre esta gente también hombres llenos de maldad, tanto como entre quienes tienen dinero los hay bondadosos y buenos. La humildad es, más que nada, de espíritu.

-Y qué demonios quieres decir con eso de “de espíritu”?

-De alma, de intención. No vanagloriarte, por ejemplo, de tu sabiduría, sino derramarla sobre otros. Enseñar pues. No pensar en la grandeza cuando haces algo y sólo por eso, sino por el hecho de alcanzar una meta, o cumplir un compromiso.

-Tanto como decir que de qué le sirve al rico ser tan rico, si vive temiendo que lo secuestren no tanto a causa de su riqueza, sino por andarla pregonando, agregó Julián.

-Pero a veces la bondad no reditúa, indicó Gustavo.

-Reditúa?! Vamos, la bondad deja de ser bondad cuando se piensa en ser pagada. Tú le darías dinero a tu hijo para que te bese? No verdad? Pues así es la bondad, o es bondad pura, o conveniencia. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia, dice Jesús. Y es que la misericordia genera misericordia. la maldad genera maldad. Para que entiendas, y usando un dicho popular, la violencia general violencia. Lo que das.... recibes!

-Pero dice también que el que sufre alcanzará el reino de los cielos... dijo Sonia. Quiere decir que debemos sufrir para ser salvados? Cómo puede ser eso si precisamente nos están pidiendo ser felices y calmos? Quiere decir que debemos pasar la vida sufriendo?

-No... precisamente el mensaje de Jesús estriba en entenderlo. Cuando habla de bienaventurados los que sufren se refiere a a quellos que saben soportar su sufrimiento, los que no buscan venganza ante una desgracia atraída sobre ellos por un malvado o... por un simple accidente. Recuerden el caso de Narciso. Soportaba Narciso su sufrimiento ante los sucesos que nos contaba? No! Tenía rencor, guardaba un rencor tan grande que hasta clamaba por “exterminar” a aquellos que habían sido los causantes de tanta muerte.

-De ahí lo de la poner la otra mejilla ante la ofensa?

-Naturalmente. Si bien es cierto que el rencor es una debilidad muy natural del hombre, cuenta también con la fortaleza para hacer uso de ella y rechazar ese rencor que puede devenir en venganza y males mayores.

-Pides santos mi querido amigo... comentó Alfonso.

-Yo no... El... y no santos, sino simple hombres, pero verdaderos hombres. Seres que sepan dominar sus pasiones.

-Debes reconocer que no es tan fácil, agregó Norma. Ni tú mismo estás exento de ello.

-Así es... la debilidad humana ha campeado tanto en el mundo, que ya la vemos como algo natural, cotidiano. Es por eso que es importante pensar en ello.

Recuerden aquella plática en que Carlos decía: si los demás lo hacen... porque yo no? Y le contesté: porque no mejor pensar en que debemos hacer lo correcto a pesar de que otros no lo hagan! Son los principios morales que conocemos algunos y otros han oído hablar de ellos, pero al final de cuentas tan reales para una vida tranquila que se tornan necesarios, por muy difícil que sea alcanzarlos.

-Creo que vale la pena analizar un poco esas bienaventuranzas, señaló Julián. Debemos, a solas, pensar en qué tanto estamos cerca o lejos de ellas. Quiénes somos? Cuántas podemos decir que nos acomodan, para bien o para mal.

-Es lo que llaman un examen de conciencia, no? expresó Jorge.

-Algo así.

-Quizá si lo pensamos esta noche, podríamos comentarlo más a fondo mañana, les parece?

-Otra tarea, reclamó Carlos.

-Una que debieras hacer noche a noche.

-Y que creo que haces de una forma u otra, agregó Ricardo.

-Cómo está eso? cuestionó Alfonso.

-Ya hemos hablado de la conciencia. Esa vocecita que nos dice que algo hicimos mal, aunque no estuviésemos conscientes de hacerlo. Cada vez que escuchamos esa vocecita, que nos sentimos inquietos o inconformes con nosotros mismos, estamos haciendo un ligero, sí, pero un examen de conciencia. O no es verdad que pensamos y pensamos: Qué hice mal? Y nuestra misma reflexión nos contesta: esto!

-Carajo... exclamó Carlos... pareces brujo jefe!

-Simple realidad mi querido hijo... simple realidad...

-Bueno jóvenes, pues a pensar un poco y mañana platicamos, dijo Julián declarando clausurada la sesión.

-Hasta mañana pues, dijeron.

 

 

Lucía se levantó temprano e invitó a Norma a ir a misa. Contra toda costumbre, Norma aceptó. No era muy afecta a ir a misa. Es más, tenía un coraje muy oculto en contra de los sacerdotes que había visto quebrantar todas y cada una de las leyes de Dios. No eran todos, claro, pero aquellos a quienes había conocido, más los que salían en la televisión acusados de pederastia y otras lindezas, esos eran los que le causaban esa repulsa al rito católico más representativo. Incluso Ricardo, que a veces se resistía a abandonar la costumbre de ir, faltaba bastante más que asistir.

Al salir, un carro con sonido que acostumbraba recorrer la colonia anunciando las noticias clamaba:

-Entérese de los detalles del asesinato perpetrado por un cura....!!!! Asesinó borracho al Presidente Municipal de .....!!!

Norma se detuvo en seco. Vio a la cara a Lucía y le dijo:

-Perdóname Lucy, pero creo que mejor me voy al mercado para traer lo de la comida...

Lucía no reclamó. Simplemente le contestó solidaria:

-Vamos entonces, te acompaño.

 

-Pero Su Eminencia... debemos ser solidarios con nuestro hermano... decía uno de los ayudantes de la Mitra.

-Cómo vamos a ser solidarios con un hombre que mancha de tal forma no sólo la sotana que lleva puesta, sino la imagen de toda una santa institución! Gentes como él son los que alejan a los fieles... los hacen incrédulos!!! Una cosa es tener las debilidades de todo ser humano, y otra deslizarse de esa forma no sólo ante los placeres, sino ante las pasiones mismas... porque no me puede negar que no existe pretexto alguno para que portara una pistola... o estuviese borracho en público! No señor... no! No defenderemos lo indefendible...!

-Pero Su Eminencia... alegaremos defensa propia.... diremos que fue atacado por el munícipe...

-Pues ni así! Aun suponiendo que le hubiese atacado, el hecho no explica el porqué andaba armado... no hay justificación posible...

-Bueno, usted conoce el otro caso... aunque no ha asesinado... el del famosos Padre Pistolas...

-También censurable... incluso como exhibicionismo... lo único que le digo... y es una orden... es que dejemos la defensa a particulares que quieran contratar sus familiares... la Iglesia debe desligarse del suceso y aún condenarlo...está claro?

-Muy bien Su Eminencia.... como Usted disponga...

 

La noticia trajo nuevamente miles de recuerdos a la mente de Ricardo. En su pequeño estudio leía las notas publicadas al respecto. Sabía que no debía ser juez, pero no podía dejar de condenar el suceso. Y precisamente el día en que hablaba del mensaje de Cristo en que destacaba el perdonar la ofensa, el soportar el sufrimiento, el poner la otra mejilla... carajo! Cómo demonios va a creer la gente si quien pregona es el primero en violar el precepto?! Sacudió la cabeza y se levantó presto a ayudar a las mujeres que llegaban con las bolsas de compras.

-Ya supiste? preguntó Norma a su marido.

-Sí.... está en radio, en televisión... hasta la escandalosa matraca del periodiquito de Leodegario pasó por aquí cantando la noticia. Es la comidilla del momento.

-No fuiste a la mesa del café?

-No...!! para qué quieres? Son capaces de comerme vivo! Ya ves que de ensotanado no me bajan...

-Pero es de broma...

-Sí... pero un cura asesino no es broma!

 

Cerca del mediodía llegó Julián. Su entrada fue patética. Traía la cabeza baja. Se sentía apenado.

-Hola, dijo tímidamente.

-Hola, contestó el escritor... y ahora... qué te pasa?

-Te parece poco?

-No me vas a decir que es por el curita asesino...?

-Y por qué otra cosa sería...?

-Vamos Julián... por favor... no pensarás que porque un cura hizo lo que hizo te vamos a condenar a t... por favor!

-En verdad no piensan así?

-Claro que no! exclamó Norma sorprendida.

Lucía también estaba azorada. Jamás había visto así a su hermano.

-Pues qué bueno, dijo con firmeza el cura, engallándose. Así es que se dan cuenta de que lo que hace un mal elemento no representa la forma de ser de la institución como tal, verdad? Que no podemos condenar a toda una familia por lo que hace un mal hijo! Que bueno! Que bueno que comprenden que los demás no son así...! Pero puedo apostarles que esta mañana todo mundo estaba en contra de la iglesia.... e incluso en contra de su propia religión, de su fe, de su creencia, por este horrible y condenable suceso!

Norma, con la vista baja, dijo:

-Tienes razón... perdóname...

-Perdonarte?... No! Yo no tengo que perdonarte nada! Eres tú la que debe reflexionar y si tienes que pedir perdón por algo, pídeselo al Señor, no a mi. Yo soy tu amigo, tu consejero, tu guía espiritual, no tu juez. Como tampoco debemos ser jueces de ese pobre  hombre que, si no es condenado aquí en la tierra, seguramente lo será en el cielo por su falta. Pero sirva de acicate para recalcar, ante nuestros oyentes, la necesidad de guardar la vida honesta, no como ejemplo de la maldad de la fe. Comprendes Ricardo?

-Totalmente amigo... totalmente...

 

Esa tarde más de media hora se pasó comentando los lamentables hechos, hasta que Julián les pidió que callaran y en su momento comentarían algo.

-A ver Ricardo, dijo Alfonso llamando la atención de todos al empezar la reunión y para cambiar el tema, yo quiero que me expliques algo que me descontrola un poco.

-Sí...

-Creo que Jesús se contradice en muchas ocasiones. Incluso su forma de ser choca... su personalidad, vamos, a veces es pacífica -casi lánguida dirías en algún momento- y otras agresiva, casi salvaje. Así en su prédica...

-Miren... la pregunta de Alfonso, y los sucesos dados a conocer esta mañana, me obligan a hacer un nuevo paréntesis y retornar a un punto que ya hemos tocado, pero para analizarlo con más detalle y énfasis.

Jesús es consciente de la indiferencia y hostilidad que está creando a su alrededor. Se había sentido llamado -nos cuenta Craveri- a llevar un mensaje de paz y amor a sus hermanos. Creía que este mensaje liberador se acogería con entusiasmo, y así parecía al principio, pero ahora observa que la desconfianza se asoma incluso entre aquellos a quienes había conquistado.

Por primera vez, analiza, aparecen en los relatos evangélicos signos de su profunda amargura: “¿No os convencen mis palabras?... Sé que entre vosotros hay quienes no me creen...e incluso cuestiona: ¿Qué dice la gente de mí?

Ante tal amargura, su reacción es a veces contraria: Vosotros habéis abandonado al que está vivo frente a vosotros y habláis a los muertos, reclama cuando citan a Elías u otro profeta. O aquella explosión ante Pedro -Apártate de mí, demonio! ¿Tú no entiendes nada de estas cosas! Sólo comprendes las cosas humanas!- cuando le anuncia lo que vendrá y el recio hombre se lamenta.

Pero sufre y lucha dentro de sí mismo. Se siente agobiado, como todo el que padece una aguda depresión. Mi tiempo no ha llegado, dice a sus seguidores y agrega: El mundo no puede odiaros a vosotros, me odia a mí, porque yo le reprocho su conducta inmoral...

Es un período realmente doloroso para Jesús. La mayoría le abandona cuando, temeroso de la persecución de Herodes, se ha alejado de Galilea y se ha refugiado cerca de la ciudad de Cesárea, en el extremo norte de la Tetrarquía de Filipo, cerca de la frontera con Siria y fuera del alcance de Herodes.

No quiso entrar en Cesárea porque había muchos paganos, y se guarece en una de las múltiples cuevas del monte Hermón, frente al río Jordán.

Era tanto su temor y duda, que cuando cuestiona a los doce -que no le habían abandonado- sobre el qué pensaban de El y Simón le contesta “Eres el Mesías”, Jesús queda estupefacto y espantado por la extraordinaria declaración, y amonesta a sus discípulos, prohibiéndoles severamente que repitieran tal cosa.

Así pasaron los días, que sirvieron de asentamiento, reflexión, análisis. Si bien ya le había llamado para ser el Rey de los Judíos al desaparecer el temor de la ira de Herodes, El se toma su tiempo.

Si bien de número reducido -los doce y quizá alguno que otro-  el grupo de seguidores le había consolado en el exilio y había manifestado su propia confianza en su mesianidad; si podía contar con la fidelidad de aquel pequeño grupo, si había conseguido exaltarlos hasta el punto de hacerles creer que era el Mesías esperado... por qué no emprender de nuevo su gran empresa? Y, como ya vimos, decide hacerlo en la misma Jerusalén.

Cuando Jesús anuncia su decisión a los discípulos -señala Craveri- también ellos, después de tantos meses de inactividad, se sienten vibrar con renovado vigor. ¡El Maestro no los ha desilusionado... ahora intentará el acto final para la instauración del Reino!

Es notorio que la condición de hombre, de ser humano, no deja actuar por completo a la divina. Se imponen a veces esos vicios naturales del hombre. De ahí su aparente contradicción, que no es más que la reacción natural de quien sufre los altibajos propios de la vida y sus encrucijadas.

Pero, Jesús sabe analizar. No culpa a toda la humanidad de haberle abandonado. Entiende su falta y se dispone a repararla reanudando la acción evangelizadora. Entiende sus depresiones y cambios de carácter y se propone enmedarlos sufriendo el sufrimiento.

No puedo justificar el suceso que conocimos esta mañana, pero tampoco conocemos el fondo del asunto. Qué pudo haber sucedido para que un sacerdote -que de todos modos cuida las formas- haya llegado al grado de asesinar al munícipe? Creo que jamás lo sabrá nadie más que Dios. Pero debemos aceptar que si Jesús mismo sufrió estos encuentros consigo mismo, si tuvo debilidad -en su calidad humana- bien pudo sucederle al sacerdote. A pesar de todo, y por muy condenable que pueda parecer su acción, debemos abstenernos de ser jueces... no quisiera decir nada más por el momento al respecto... yo también me siento muy confundido...

-Si a alguien le interesa, intervino Julián diligente, podremos platicarlo en unos días más. Necesitamos más información... saber qué pasó... ahorita lo que sabemos es muy dudoso...

-Mira, dijo con cierto recelo Alfonso, gente como yo no analiza, simplemente condena, aunque eso no esté bien, lo sé, pero así es esta sociedad que sólo espera el error para sacudirle el cuero al infractor. Sobre todo tratándose de un sacerdote. Pero creo que lo que ustedes sugieren está bien... necesitamos más información para poder hacernos un juicio más cercano a la realidad... a quienes nos interese... claro.

-Por lo pronto... por qué no seguimos? comentó Carlos muy serio.

-Sigamos pues... y seguiremos con el suceso inmediato a lo que narramos antes porque conlleva también un mensaje, aunque este es más subliminal... más de valor mnemotécnico...

-Qué es eso de nemotécnico...? reclamó Sonia.

-Mnemo... Mnemotécnico...con “m” al principio... que sirve para auxiliar a la memoria... para recordar con más facilidad... señaló Norma, maestra al fin.

-Así es... continuó Ricardo. Pues bien, los evangelios sinópticos -o sea los oficiales- han querido dejar sentado el inicio de este nuevo comienzo con un acontecimiento extraordinario: la transfiguración de Jesús. Antes de que pregunten, la misma narración explicará que quiere decir esta para algunos desconocida palabreja.

Pocos días después de lo que comentamos, Jesús se encaminó al monte Hermón acompañado de Pedro, Jaime y Juan. Era la hora del crepúsculo, el sol se ocultaba ya y los pocos rayos que lanzaba deslumbraban a los apóstoles. Jesús se adelantó un poco y le vieron transfigurarse, es decir, su cuerpo se diluía casi evaporándose, rodeado del resplandor del sol. “Sus vestidos se tornaron resplandecientes y blancos como la nieve...” De pronto, dos personajes se aparecieron a un lado de Jesús. Los discípulos quedaron estupefactos. “Eran majestuosos...” Eran Elías y Moisés. Pedro, tímidamente, balbuceó: Rabí, si quieres podemos preparar tres tiendas... una para t... una para Elías y otra para Moisés...” Pero Jesús no contestó. Elías y Moisés desaparecieron un momento después, cubiertos por una nube, y del cielo se escuchó una voz que decía: Este es mi hijo predilecto. ¡Escuchadlo!

Teólogos mitólogos y racionalistas buscan afanosamente una explicación a esta visión. Fue un sueño colectivo? Los dos personajes tomados por Elías y Moisés fueron en realidad dos miembros de la comunidad esenia, citados con Jesús para animarle?

Sea como sea, nos deja todo un cuadro didáctico religioso, un cuadro mnemotécnico: Moisés recuerda a las Tablas de la Ley, Elías a todos los profetas... Jesús como portador de la Nueva Ley... Pedro, la primera piedra de la Iglesia con Juan y Jaime... y, encima de todos, Dios Padre. Los puntos más importantes de la doctrina.

-Algunos han llegado incluso a decir, señaló Jorge, que Jesús era un extraterrestre y que había subido al Monte Hermón a “recibir instrucciones” de sus jefes, dado que regresan al cielo en medio de una nube...

-Bueno.... te diré, agregó Carlos, en la historia universal hay cientos de ejemplos en que los dioses suben o bajan del cielo envueltos en nubes... pero eso no quiere decir que así haya sido...

-Y por qué no? cuestionó Alfonso. Ya se sabe que puede haber vida en otros mundos, así es que no sería difícil...

-Sin embargo, mis queridos jóvenes, esa sí es ficción pura, que no misticismo... sentenció Julián.

Ricardo, para cortar la plática que derivaba en una discusión sin fondo, continuó.

-Así pues, Jesús, lleno de ardor y consolidado su prestigio, abandona Cesárea y se dirige al sur, estableciéndose como de costumbre en Cafarnaúm, desde donde puede moverse libremente por Judea.

Sus discursos precedentes habían sido llenos de optimismo, mucho optimismo. Jesús comprende que se ha engañado al confiar demasiado en la madurez espiritual de sus oyentes. Ahora buscará no precisamente desmentir sus aseveraciones anteriores, pero sí ser más explícito. Y cuenta una parábola:

“Un hombre tenía una higuera plantada en su huerto y fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al hortelano: Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro; córtala!, pero el hortelano le repuso: Amo, déjala un año más, para que pueda cavar a su derredor y echarle estiércol, entonces tal vez dará fruto. Si no, la cortaré”.

-Y qué quiso decir con eso? preguntó Alfonso.

-En pocas palabras, Jesús pide a sus discípulos que todavía confíen en El, que esperen un poco más. Es verdad que esa amargura que vivió en los largos meses de inactividad desencadenó en su corazón el pesimismo, pero ahora no puede retirarse... necesita que confíen en El. “He traído el incendio, y ¿qué puedo esperar sino que arda?” admite El mismo.

Viendo que sus apóstoles le ven atónitos, añade en tono irónico:

“Creías vosotros que había venido a traer la paz? ¡No, no! Yo he venido a traer la guerra. De ahora en adelante, si en una familia hay cinco personas, estarán divididas entre ellas: tres contra dos y dos contra tres, el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la hija contra la madre y la madre contra la hija, la nuera contra la suegra y los siervos contra el amo. Por esto, pensándolo bien: el que de entre vosotros quiera venir conmigo y no odia a su padre, o a su madre, a su mujer, y a sus hijos, y a sus hermanos, y a sus hermanas, no puede ser mi discípulo”.

Ya se han de imaginar la sorpresa de los apóstoles ante estas palabras!.

-Lo ves? Lo ves? dijo ansioso Gustavo. Te digo que en algunas cosas, como dice Alfonso, no se puede entender nada. Cómo es que Jesús hable así?

-Oye... el otro día escuché que le decías a tu hijo “te va a llevar el demonio....!” Se lo llevó? Lo golpeaste de tal modo que se lo llevó el demonio?

-Cómo crees? Eran sólo palabras! Y... qué tiene que ver con esto?

-Quiere decir que sólo lo hiciste para amedrentar su indisciplina?

-Naturalmente! qué clase de padre crees que soy?

-Y que clase de Padre crees que es Jesús? No mi amigo, El lo que buscaba con esas palabras era en realidad cimentar de nuevo la confianza, la lealtad de quienes le seguían. Tanto que en seguida les dice: “Qué rey, antes de declarar la guerra a otro rey, no se sienta y examina si puede hacerle frente con diez mil hombres o con veinte mil?” Es decir, quién no pretende saber con quiénes cuenta para emprender una tarea?

Claro que sus palabras son duras, fuertes, pero con ellas busca la reacción. “Es estrecho y difícil el camino para entrar en el reino, mientras que ancho y espacioso el que conduce a la perdición...” pero... ya la hicimos larga... los espero mañana...

-No seas tramposo viejito! exclamó Carlos.

-Nos dejas picados... agregó Alfonso.

-Hasta mañana jóvenes... reiteró Ricardo.

 

 

Gerardo había regresado al Seminario. Pero una nueva llegada habría de alegrar a la familia, con todo y la preocupación que representaba. Una llamada recibida temprano causó la primera alarma.

-Papá? Vamos camino a Acapulco. Tuvimos un accidente, pero estamos bien todos. Llegamos por la tarde. Te hablo al llegar.

-Pero... qué les pasó? cuestionó preocupado Ricardo.

-Un accidente de carretera, pero te repito que estamos bien. Allá te platicamos todo. Nos vamos porque nos están llamando los del autobús.

Cuando colgó la bocina, el escritor recibió la andanada de preguntas de Norma y de Jazmín.

-Qué pasó... qué pasó?

-Era Niza. Dice que tuvieron un accidente y que vienen para Acapulco, que están bien y que ya nos contarán al llegar.

 

Julián entró al pequeño despacho de Ricardo, tomó una silla, y se sentó mirándole fijamente.

-Y ahora? Qué te pasa? preguntó extrañado el escritor.

-A mí? Nada!... Qué es lo que te pasa a t...?

-Por qué?

-Porque anoche evadiste prácticamente la aclaración de las palabras de Jesús.

-Bueno, no, en realidad ya era tarde. Hoy continuaré con ese mismo tema para ligarlo a lo que estábamos platicando.

-Sea pues...

 

Ya reunidos todos, y tras aclararles que podría interrumpirse la charla debido a la llegada de su hija Niza y su familia, empezó directamente.

-Ayer decíamos que las palabras de Jesús dejaron estupefactos a los apóstoles. Pero era una metáfora. Una forma de darles a entender muchas cosas.

En pocas palabras, Jesús había ejemplificado el maremagnum que se vendría, no sólo hasta su muerte, sino aún después de esta. Cambiar las leyes no es cosa fácil, y mucho menos las costumbres, viciadas o no. A eso, a esos enfrentamientos entre padre y madre, hijo e hija, familia contra familia, se refería Jesús. A la diversidad de conceptos e ideas ante una nueva norma. Era, sin duda alguna, la guerra ideológica, espiritual, a la que se refería. Y quería saber si contaban con ellos, firmemente, lealmente, deseaba que supieran abiertamente a lo que se enfrentarían... no era ya el momento gracioso de seguir al maestro predicador, sino al profeta exaltado que atacaría de frente la mentira, el engaño, el abuso, la burla... los males del mundo... teniendo un muy corto tiempo para hacerlo!

-Pero... por qué hablar así? No es un poco incongruente que les hablara de ese modo?, preguntó Sonia.

-Ellos le sacudieron con sus urgencias para el retorno. Ellos le dieron a entender que la gente le había abandonado por la falta de actividad. Ellos lo impulsaron a regresar. Era ahora el turno de El para probarlos.

-Y lo logró?

-Tú qué crees mensa? No ves que luego viene lo demás? Es obvio que le siguieron... espetó Carlos.

-Pero te ruego que no trates así a tu esposa, reclamó el escritor.

-Ya.... es de relajo Jefe...

-Sí, pero de todos modos una falta de respeto... regresando al tema, algo así sucede en este momento respecto a la iglesia y su deseo de apertura. Un cisma puede ser causado por la diversidad de ideas. Hay quien quiere seguir con lo mismo, lo hay quien quiere cambios, renovación o, como otros, una realidad más aplicable, más palpable, un retorno a lo viejo pero real, sin que esto signifique un proceso retrógrada.

A veces pienso si el anunciado regreso de Cristo no es precisamente que El vuelva en cuerpo y alma, sino que regresemos a esa verdad contundente. En fin...

Todo esto sucede en tanto caminan hacia Cafarnaúm; al llegar, y siendo los días en que se recaudaban los impuestos para la reconstrucción del templo, que consistían en un siclo, moneda de cobre palestina equivalente a dos dracmas griegos -por cierto que la recaudación nos da la fecha aproximada: el mes de Adar, es decir, marzo del año 28, que a su vez nos indica que el exilio de Cristo duró cinco meses- los recaudadores de impuestos se acercaron al grupo que conformaban preguntando a los discípulos: No paga vuestro Maestro el didracma?. Pedro responde que sí, y va a decirle a Jesús.  Este, sonríe y responde: Qué dices a ello Simón? El Rey de la Tierra, de quién exige los tributos y las tasas? De sus súbditos o de los extranjeros sometidos? Simón responde: De los extranjeros. Y Jesús señala: Entonces, nosotros, que somos los súbditos, no tenemos que pagar este tributo. Pero no importa, para no tener disputas, ve al mar, lanza el anzuelo, y al primer pez que saliere ábrele la boca; encontrarás un estáter, tómalo y dáselo.

-Qué es el estáter? preguntó Silvia.

-Era una moneda que equivalía a 25 dracmas, y por tanto suficiente para pagar la tasa de dos dracmas por cada uno de ellos.

Podemos entender que Jesús, ante esto, quiere empezar su predicación de nuevo sin incidentes. Algunos teólogos, sin embargo, sólo ven el hecho milagroso del pez con la moneda en la boca que, sin demeritarlo, podría ser también simbólico, pues hay investigadores que consideran que a lo que mandó Jesús a Pedro fue a pescar para, con el producto de la pesca, pagar los impuestos simple y llanamente.

-Se cuestiona pues el milagro? replicó Alfonso.

-No, de ninguna manera. Sin embargo, repito que debemos ver las diferentes corrientes y, si hay quien piensa que la realidad fue otra, debemos saberlo. Hay alguna diferencia, nuevamente pregunto, entre el que haya aparecido la moneda en la boca del pez o que el dinero hubiese salido de la venta de la pesca? Creo que fuera de dudar o no de un milagro, lo importante es saber que Jesús decidió pagar para evitar dificultades, lo que se repite, más sofisticadamente, en otro caso que ya veremos.

-Aquel de Dar al Cesar...

-Ese mismo. Pero es un poco después de este suceso cuando Cristo lanza otro de sus mensajes más importantes que, aunque ya lo ha señalado, esta vez define con mayor claridad.

Jesús preguntó a sus discípulos sobre lo que venían discutiendo en el viaje. Uno de ellos, con cierta timidez, le dice que discutían sobre cuál de ellos será el más grande en el Reino de Dios. Jesús se sienta, los llama a su derredor y les dice: El que quiera ser el primero en el Reino de Dios, debe ser el último de todos, el más pequeño, el siervo de los otros. Hace una breve pausa durante la que llama a un niño que jugaba cerca y continúa. Mirad! Yo os digo que aquel de entre vosotros que llegue a ser como este niño, será el primero en el Reino de Dios. Quien comprenda a un niño, comprenderá lo que quiero decir.

-Inocente!, grito Carlos entusiasmado.

-No... puro! terció Gustavo.

-Sincero y fiel! agregó Jazmín.

-Todos tienen parte de la razón, replicó el escritor. Por la simplicidad de su carácter; por su resignada subordinación a la voluntad de los adultos. Debemos renunciar a nuestros propios derechos; a nuestras ambiciones; a nuestras prerrogativas; jamás presumir que nuestros méritos son superiores a los de los demás.

Y esa humildad la reitera Cristo contando en seguida otra parábola: Si estás invitado a un banquete nupcial, no te sientes en el lugar de honor, no sea que haya otro más importante que tú, y el amo de la casa tenga que decirte Deja el sitio a este, y entonces tú, avergonzado, debas ocupar el lugar al final de la mesa. Sino que toma al instante el último sitio, de forma que el amo de la casa venga a decirte: Amigo, ven más delante! y entonces tú te verás honrado por todos los que se sienten contigo a la mesa. En efecto, aclara finalmente, quien se ensalza será humillado, y quien se humilla será ensalzado.

Luego, hace un llamado para que no se miren con envidia unos a otros, sino más bien tomar la resolución de no poner piedras en el camino a los demás. Y agrega otra observación para quienes son obstáculos de sí mismos: Si tu mano y tu pie son para ti ocasión de pecado, es decir obstáculo, córtalos y lánzalos lejos de ti.

-O sea que si veo a una vieja con ojos de lujuria, me tengo que quedar ciego o cuando menos tuerto? exclamó Carlos con la sorna de siempre.

-Algo así, pero no es precisamente eso. Es hacer a un lado, por ejemplo, el pesimismo que a veces nos agobia y no deja actuar; la avaricia que nos impele a pasar por encima de los demás; los vicios propios del hombre, o sus malas costumbres, o su falta de decisión... es hacer a un lado lo que nos impide ser justos, correctos, leales, sinceros...

Miren, en la vida moderna se ha vuelto casi una costumbre la envidia, el poner obstáculos en el camino de los demás. El primer ejemplo que tenemos, para desgracia de los mexicanos, es el propio gobierno. Cuando un sexenio termina, las obras programadas por el que sale se ven suspendidas inmediatamente por el que llega. No importa si son necesarias o no, simplemente, se suspenden. Son pocas aquellas que se ven continuadas. Y no es sólo en obras, también en programas. Debemos reconocer que hay programas gubernamentales que son de real utilidad para el beneficio de los ciudadanos pero, entre mayor sea su utilidad o beneficio, mayor es el encono que pone el nuevo gobierno para terminarlas.

Así también entre la gente, entre los gremios. Existe incluso un dicho -y como todo dicho muy sabio- que señala que todo aquel que asome la cabeza corre el riesgo de que se la corten.

-Y esto qué quiere decir? inquirió Carlos.

-Que todo aquel que destaca en algo corre el riesgo -que ahora es inminente- de que sea atacado, vituperado, negado; que su obra sea boicoteada o satanizada... Es pues necesario que pensemos un poco en las palabras de Cristo. La humildad, no sólo para con nosotros mismos, sino ante y para con los demás, debe ser uno de las principales valores morales a recuperar...

Decía así Ricardo cuando sonó el teléfono. Sin decir nada, abandonó la charla y contestó en su despacho. Unos segundos después entró de nuevo a la sala y les pidió a todos suspender la plática para poder ir a ver a su hija que había llegado ya a un hotel cercano.

-Y por qué no se vinieron a la casa? preguntó Norma.

-Porque vienen con un grupo, dijo el escritor a manera de explicación.

 

El corazón de Ricardo saltaba de angustia en el trayecto al hotel. Sin embargo, descansó cuando les abrieron la puerta y vio a todos bien.

-Pues qué pasó hija? preguntó ansioso.

-Ay papá... que hemos corrido una aventura digna de una película... pero estamos bien todos.

-Qué sucedió? urgió Norma.

-Pues resulta que desde hace tiempo un amigo de Fidel -nombre del esposo de Niza y homónimo del asistente a las charlas- le invitaba cada año a la peregrinación que hacen para visitar a la Virgen de Juquila. Este año por fin nos decidimos. Dicen que es muy milagrosa y quisimos pedirle algunos favores, así es que nos subimos al autobús y llegamos al pequeño pueblo. La visita pasó sin mayores consecuencias. De regreso, alguien sugirió que, ya que era fin de semana, fuésemos a Puerto Escondido. Otros, y entre ellos nosotros, opinamos que mejor a Acapulco. Ganamos y salimos hacia acá. Pasando Cuajinicuilapa, el chofer, que también es de la familia esta, se quedó dormido y en una curva se salió de la carretera.

Fue un saltadero de la fregada...

-Lo bueno es que nosotros dos veníamos despiertos, agregó Fidel, que si no...

-Lo primero que pensamos fue en los niños, pero con los brincos que daba el camión ni siquiera podíamos levantarnos. Fueron unos segundos papá, pero se hicieron eternos. Cuando el camión se detuvo, por todos lados se escuchaban llantos y gritos de dolor. Vimos a los niños que estaban en el asiento delantero al nuestro y, gracias a Dios, no les había pasado nada. Fidel ayudó a mucha gente a salir del camión por las ventanas. Estaba obscuro. Eran como las cuatro de la mañana. Con algunas linternas pudieron ver y ayudar a los más lastimados.

-Dios santo! exclamó el escritor. Y murió alguien?

-Bendito sea Dios no papá. La más lastimada es la suegra del amigo de Fidel. Ya amaneciendo, comenzaron a llegar algunos lugareños y nos ayudaron. Fue entonces cuando vimos el milagro que habíamos recibido. El camión voló más de treinta metros papá! Al salirse de la carretera -la orilla exterior es una bajada muy pronunciada- el camión voló y fue a caer treinta metros más allá, desde donde siguió dando tumbos hasta detenerse como a cien metros de la cinta asfáltica...

-Yo los conté suegro... así fue... señaló Fidel.

-En varios carros nos fuimos al pueblo cercano, y ahí esperamos que llegara el camión...

-Y todavía servía?

-Bueno... te diré que cuando llegaron con él se dieron cuenta de que tenía el motor partido a la mitad... así es que tuvimos que esperar a otro autobús que nos mandaron de Cuernavaca, que nos trajo aquí... y ahora esperaremos uno más que nos mandarán desde Puebla para regresarnos...

-Pues vaya aventura la de ustedes hija!

La platica se centró después sobre la Virgen de Juquila y sus milagros. Los muchachos le dieron a Ricardo y a Norma unas estampitas que les trajeron y la calma regresó. Tenían algunos golpes ligeros, nada de cuidado. Los niños, Azuani y Fidelito, estaban bien. Así es que quedaron de verse al día siguiente para desayunar juntos, pues el autobús llegaría a media mañana y saldrían de inmediato de regreso.

-Dios les protegió, dijo Ricardo cuando estaban por despedirse.

-Pues yo creo que la Virgen de Juquila tuvo su buena intervención, agregó Niza.

-Sí... dijo seguro Fidel.

-Ahora tendremos que regresar el año que viene, para agradecerle su intervención, señaló Niza.

-Y no olviden hacerlo, sentenció el escritor.

 

 

Por la mañana, Ricardo ya no pudo alcanzar a Niza y los suyos a desayunar, así es que esperó a que volvieran al hotel. Tras comunicarse con ellos por el celular, les recibió solamente para despedirlos pues el autobús ya estaba presto al regreso.

 

Al llegar a su casa, encontró a Julián con cara de preocupación.

-Qué pasa querido amigo?

-Acabo de saber que, en un pueblo cercano a donde sucedieron los nefastos hechos en los que dos sacerdotes se vieron involucrados, apareció un sacerdote masacrado...

-Jesús! Pero qué es esto? Venganza?

-Dicen que es muy probable. Pero en realidad no saben qué sucedió. Sólo reportaron el hallazgo del cadáver.

-Pues que Dios les perdone! dijo también preocupado el escritor.

 

-Esta tarde seguiremos con las enseñanzas de Cristo, pero hay una serie de parábolas que vienen muy oportunas ante nuevos sucesos. Son las parábolas del perdón.

-Te refieres al cura asesinado? preguntó Gustavo.

-Sí... sabes algo? cuestionó Ricardo a sabiendas de que su amigo estaba en Gobernación, una de los organismos rectores de la política interna gubernamental y prácticamente dedicada al espionaje oficial.

-No. Hasta el momento no se sabe nada; sin embargo se especula que el asesinato está ligado con los otros hechos.

-Esto parece una guerra religiosa, afirmó Norma.

-Esperemos que no se desaten las pasiones; bien dijo hace un rato Ricardo: Que Dios los perdone! comentó quedamente Julián.

-Pero, cómo hablar de perdón, reclamó Rafael que ya había regresado, cuando se corta la vida de alguien con tanta facilidad. Seguimos en un estado primitivo!

-Pues merecen perdón de todas formas, agregó el sacerdote. Será Dios a quien le toque juzgarlos.

-Precisamente por eso quiero hablar de las parábolas del perdón, intervino conciliador Ricardo. Pedro preguntó a Jesús: Señor, si peca un hermano mío en contra de mí, cuántas veces debo perdonarlo? La respuesta fue: Yo no te digo hasta siete veces, sino hasta siete veces siete. E inmediatamente les cuenta la parábola del siervo sin piedad al que el amo perdona una deuda de diez mil talentos, pero él no perdona a un compañero una pequeña deuda de cien denarios. El amo, enterado de esto, cancela la condonación de la deuda del siervo.

-Pero eso es venganza... no perdón, comentó Sonia.

-Entendamos mejor que Dios perdona, pero retira su perdón a aquel que no sabe, o no quiere, perdonar a sus hermanos. Es aquel principio expresado en el Padre Nuestro: perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a  nuestros deudores... o mejor dicho: perdona nuestra ofensas, como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden.

Pero he aquí que no es sólo otorgar el perdón, sino que debemos buscar a la oveja descarriada para perdonarla...

-Conozco esa parábola, dijo Rafael. Pero también cuenta que el pastor que fue a buscar a la oveja descarriada abandonó a los otras noventa y nueve que tenía...

-Y qué quieres decir con eso, interrogó maliciosamente Julián.

-Pues que por buscar a uno para perdonarlo puedes perder lo que tienes, tu patrimonio...

-Cuando tienes la seguridad de que éste se encuentra a salvo, no! Si tú sabes que tienes seguro ese patrimonio, que las ovejas que quedan no corren riesgos, perdonar a la que se fue o a la que cometió infracción es altamente loable y te dará una paz interior inconmensurable.... No debes guardar rencor en tu corazón, agregó Julián, eso lo único que te traerá es inquietud y desazón...

-Estas parábolas, antes que nada y volviendo al tema de los lamentables sucesos, tienen como intención original demostrar la necesidad de ser indulgentes con los que pecan. No debemos convertirnos en jueces, y sobre todo en hechos que no conocemos más que de referencia. No veamos la paja en el ojo ajeno, sin tomar en cuenta la viga en el propio.

-Y no puede tomarse eso como comodidad, como indolencia? señaló Fidel un poco cortado.

-Naturalmente que podría tomarse así. Es más, mucha gente, como una reacción ante sus propias culpas, tiende a criticar y hasta juzgar algo que sucede como para ocultar esa culpa. Pero no, no es la comodidad de la indolencia misma; no es abandonarse al “me vale”, sino dejar en manos de Dios el resultado. Perdonar no significa siempre hacerlo con quien nos ha ofendido directamente. Puede y debe hacerse en otros casos, como este. Recuerden ustedes que la primera reacción de todos fue de condena. Incluso, por si no lo saben, Julián nos puso a prueba.

-A prueba? exclamó Silvia.

-Sí, a prueba. El día que se conocieron los sucesos, Julián llegó apesadumbrado con nosotros, dijo sentir vergüenza  ante nosotros por lo sucedido. Creía que lo culpábamos, porque siempre es así; si un sacerdote peca, a todos se les culpa.

-Pero el padre Julián no tiene la culpa de nada! espetó Carlos saliendo en su defensa.

-Claro que no! agregó desafiante Sonia.

-Eso precisamente le dijimos nosotros y él, engallado ya, nos explicó que había llegado en esa forma para conocer nuestra reacción y hacernos ver que, efectivamente, así como él, ningún otro sacerdote tiene la culpa, ni la iglesia como tal, ni la Mitra, ni la religión, ni Roma, ni el Papa mismo.

Sin embargo, pudimos notar, como lo hacemos ahora, que la condena es fácil de aflorar. Sentenciamos a priori, juzgamos sin juicio alguno. No hacerlo, es perdonar. Y no es el perdón al hecho, no se perdona el asesinato, sino la reacción humana que les llevó a tales hechos, motivados por razones que sólo ellos saben con certeza.

Cuántas veces, al hojear un periódico, vemos que a un conocido o familiar se le acusa de fraude o robo, de cometer un ilícito pues, y nuestra primera reacción es de condena. “Ya viste? A fulanito le acusan de fraude. Qué guardadito se lo tenía! Y yo que pensé que era una persona honorable!. No sabemos qué sucedió, si fue culpable o víctima de una intriga como hay muchas ahora, pero ya juzgamos y condenamos.

Es el perdón la paz de nuestra propia alma. Incluso si nosotros somos los que hemos recibido el agravio o daño. Sea Dios la mano justiciera que cobre la afrenta. Su sabio juicio es más justo que el nuestro.

El daño que hacemos con nuestra condena a priori es inimaginable, y a veces más grave que los hechos mismos. Así como en el caso de los sacerdotes se acusa a la iglesia completa, a todos los sacerdotes les cortan con la misma tijera, así también sucede entre nosotros.

Cómo recuerdo el caso aquel de un vecino. Una tarde, todos pudimos ver en el periódico la foto y nota en que se acusaba a su hijo de violador de otros menores de la comunidad. Si fue culpable o no, Dios lo sabrá. Sin embargo, el pobre padre recibió la condena de sus propios vecinos, de aquellos que debimos haberle apoyado en su calvario. Se tuvo que mudar. Tenía un negocio próspero que poco a poco perdió su clientela. Los problemas le llevaron incluso al divorcio. En unos cuantos meses, perdió todo! Quizá, si quienes le conocíamos le hubiésemos apoyado, las cosas hubieran sido diferentes. Algunos años después, el jovencito aquel visitó el vecindario. Si había sido culpable o no, si había pagado su culpa o no, no importa; lo que importa es que, aún para esas fechas, seguimos condenándolo; hubo incluso quien señaló que no tenía vergüenza al dejarse ver por la zona. Pero, así somos.

-Situaciones humanas que arrojan paradojas inexplicables, señaló sentencioso Rafael.

-Qué quiere decir? preguntó Jazmín.

-Pues que somos muy especiales. Hay gente que es tan radical que no sólo condena a otros, sino que les lleva a esa misma radicalidad.

-No le entiendo, dijo Fidel.

-Mira, un caso puede ser el de aquel que afirma: El que no está con nosotros, está contra nosotros! No es eso radicalismo? No manifiesta esa conducta humana que lleva a la marginalidad?

-Que curioso, dijo Ricardo, sin querer me has dado la entrada para hablar sobre otra de las parábolas de Cristo. El no actuaba de esa manera, sino todo lo contrario. El no veía enemigos, sino amigos en los desconocidos, fuesen sentenciados a priori o no, como los pecadores, los fariseos o los escribas y los recaudadores de impuestos.

Un día, y hablando de la indulgencia y la tolerancia -que puede aplicarse incluso a las relaciones de la misma iglesia con otros credos o confesiones religiosas- Juan interrumpe a Jesús queriendo darle una muestra de su celo. Maestro, le dijo, hemos visto a uno que en tu nombre echaba a los demonios; pero no era uno de los nuestros y se lo hemos prohibido. Jesús le contestó: No debías prohibírselo! Nadie que haga exorcismos en mi nombre puede hablar lógicamente mal de mí. El que no está contra nosotros está con nosotros.

Esta frase es la correcta, aunque Mateo -posible error de traductor- en otro relato la maneja al revés, como esos radicales que decía Rafael: el que no está con nosotros está contra nosotros.

Sin embargo, por qué digo que la primera es la correcta? Porque ella refleja el verdadero pensar de Jesús. No debemos dejarnos llevar por sentimentalismos fáciles al juzgar. Cuando El habla de que la separación del trigo bueno de la cizaña sólo tendrá lugar al final de los tiempos, no hace otra cosa que dejar todo al juicio de Dios, no de los hombres.

La incomprensión e intolerancia hacia otras formas de pensar, a la creencias paganas, hacia los hermanos en el error, como aquellos a los que se refería Narciso hace tiempo, lo único que han causado es el desmembramiento de la unidad cristiana al constituirse sectas heréticas, iglesias cismáticas y reformadas que alcanza ya casi 800 millones de seguidores. Un poco menos de la mitad de la población mundial cristiana!

-A quienes se les puede calificar en este renglón? cuestionó Silvia.

-A ortodoxos orientales, anglicanos, protestantes, coptos, nestorianos, etíopes, y a infinidad de pequeñas sectas o “religiones” que han brotado en los últimos años.

Ahora bien, los que quedan dentro juzgan a los que se retiraron de traidores, de falsos, de incrédulos y mil lindezas más; los que se alejaron de la iglesia acusan a estos, a su vez, de retrógradas, radicales, discriminadores. Nadie da su brazo a torcer. Los juicios -con la excepción de los estudiosos de ambas partes- se lanzan a priori y, cuando alguien les quiere hacer ver sus errores, porque ambas corrientes tienen errores, se sienten agraviados y agredidos.

-Entonces... quién tiene la razón? preguntó Alfonso, curioso más por la respuesta que por la duda.

-Todos y ninguno.

-Ya jefe! Eso es hacerse el menso! Cómo que todos y ninguno?

-Así de fácil. Todos y cada uno de los que están y permanecen, tanto como de los que se han alejado de la iglesia e incluso de sus creencias y fe, tienen un miligramo de razón. Su razón! Ahora lo que debemos ver es en qué forma se puede conciliar esa razón.

-Oye, eso está medio enredado, no crees? reiteró Alfonso.

-Por eso mismo ya no vamos a hablar de sucesos, sino de temas. Analizaremos ahora el mensaje de Cristo por tema.

-Oye jefe, y que te parece que empecemos por el matrimonio?

-No me explico porqué, pero así lo haremos. De esa forma entenderemos mejor lo que Cristo quiso decirnos. Pero eso será mañana... así es que... a dormir jóvenes!

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